martes, 23 de agosto de 2011

UN DIOS LLAMADO RIQUEZA

Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. Mateo 19:29.

La historia del joven rico ha sido un tema de perplejidad para muchos creyentes. ¿Por qué Jesús tuvo que poner el cielo y la vida eterna a la altura de las riquezas terrenales? ¿No podía obviar el Señor ese aspecto y hablar del dinero como algo intrascendente en la vida de los hombres?
La historia del joven rico demuestra que para algunos hombres sus posesiones son más importantes que cualquier otro bien de esta vida, y adquieren tal importancia para ellos que fácilmente suplanta a Dios.
Jesús hablaba y obraba en igualdad social, y aunque los apóstoles se opusieron, el Maestro de Galilea bendijo a niños y madres. El joven rico, al ver la ternura y el amor del Jesús, tuvo la convicción de que ese Hombre poseía filiación divina. Por eso, inició su diálogo yendo directamente al grano: "¿Qué bien haré para tener la vida eterna?" (Mat. 19:16).
Es probable que este joven ya había preguntado esto a los teólogos de su época, pero ellos enseñaban doctrinas tan pesadas y contradictorias que sus respuestas no habían llenado sus expectativas. Jesús le respondió: "Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos". Luego, Jesús repitió los mandamientos dados en el Sinaí a Moisés, pero aun así el joven no se sentía satisfecho. "Todo esto lo he guardado desde mi juventud —le dijo al Maestro con aire de suficiencia propia, y añadió—: ¿Qué más me falta?" Jamás se imaginó que Jesús mencionaría en su respuesta el dios ajeno que acariciaba en su corazón: "Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoros en el cielo; y ven y sígueme" (vers. 21).
Abraham, David, Salomón, Nicodemo y José de Arimatea fueron hombres muy ricos, pero ninguno de ellos recibió la sentencia de vender todos sus bienes. Entonces, ¿por qué Jesús dejó que esos hombres lo sirvieran con sus bienes, y al joven rico lo mandó a venderlos? La respuesta es obvia: El joven había desplazado a Dios de su vida por la abundancia de bienes terrenales, mientras que los antes mencionados nunca adoraron al dios de las riquezas.
Vivimos en una sociedad de consumo que idolatra los bienes materiales. No te contagies de esa idolatría, porque el joven rico, sin quererlo, perdió la posibilidad de disfrutar la vida eterna.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

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