martes, 13 de marzo de 2012

AYUNAR CON ALEGRÍA

«Para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público» (Mateo 6:18).

Nuestra generación solo tiene dos grandes intereses: el sexo y la comida. Nuestra raza no puede subsistir sin ninguno de los dos, pero esos dones de Dios acaparan todas nuestras energías; por lo que vivir de manera santa se convierte en algo imposible. Aunque nos dio un cuerpo y, con él, unos instintos básicos, Dios nos pide que mantengamos nuestra parte física sometida a la espiritual. El cuerpo tiene que ser nuestro siervo, no nuestro dueño.
La Biblia no prescribe el ayuno como una práctica obligatoria para el creyente, pero sí recomienda y promueve el ayuno espiritual. En la mayoría de casos, el ayuno espiritual implica la abstención de comida para que nada distraiga nuestra atención de la oración. Esto puede consistir en no comer entre comidas, saltarse una o dos comidas al día, la abstinencia de ciertos alimentos o un ayuno total durante uno o varios días enteros. Sin embargo, la decisión de practícalo no es exclusivamente personal y no está sujeta a ninguna imposición.
Jesús no nos ordenó explícitamente que ayunáramos, pero sí corrigió algunos excesos. El ayuno espiritual no es una manera de ganarse el favor de Dios de ni una medida de presión para que haga algo que nos interese. Bien al contrario, el objetivo del ayuno espiritual es producir en nosotros una transformación para que nuestra atención se centre de manera clara en nuestra dependencia de Dios, a la vez que es signo de la sinceridad de nuestra petición.
El ayuno no tiene que ser una muestra externa de espiritualidad, es un asunto entre Dios y cada uno de nosotros. De hecho, en Mateo 6:16-18 Jesús nos instruyó específicamente para que nuestro ayuno fuese en privado y con humildad; de lo contrario, no alcanzamos sus beneficios.
En el Antiguo Testamento, el ayuno era señal de duelo; en cambio, en el Nuevo Testamento se enseña a los creyentes que el ayuno debe ser practicado con actitud gozosa. Es preciso entender que el ayuno espiritual nunca ha de tener como fin la mortificación o el castigo del cuerpo.
Aunque, en lo que a Dios se refiere, el ayuno es innecesario, puede generar un claro impacto en el centro de nuestra atención espiritual porque puede contribuir a derribar las barreras que nuestra naturaleza carnal pueda levantar en oposición a la influencia del Espíritu Santo. La idea del ayuno va mucho más allá de la simple abstinencia de alimentos y una actitud piadosa en la oración. El verdadero ayuno implica moderación y abnegación, tanto en lo que respeta a los propios apetitos como a cualquier otro aspecto de la vida. Si decide ayunar, acuérdese de los que no tienen otra opción. Basado en Mateo 6: 16-18

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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