sábado, 29 de septiembre de 2012

EL PROTOCOLO DE LA ORACIÓN


«¡Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, Jehová, roca mía y redentor mío!» (Salmo 19:14).

Trabajé con adra (Agencia Adventista para el Desarrollo y Recursos Asistenciales) durante doce años. ADRA trabaja en estrecha colaboración con los gobiernos locales con el fin de aliviar el sufrimiento de sus poblaciones más vulnerables y para desarrollar programas a largo plazo que mejoren su salud y bienestar general. Durante esos años tuve la oportunidad de viajar a muchos países del mundo y de relacionarme con líderes gubernamentales y personas con capacidad de decisión.
En varias ocasiones he declarado ante comités de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos a favor de la labor realizada por las agencias internacionales de voluntariado. En las ocasiones importantes es raro que quien habla lo haga de manera espontánea. Se tiende a leer una declaración previamente escrita. Me despertó el interés descubrir que, de hecho, si todavía no se ha incorporado a las actas definitivas de las sesiones, está permitido modificar una declaración ya presentada ante los miembros del comité.
Para trabajar en las altas esferas de gobierno es preciso seguir un cierto protocolo. Un protocolo es una ceremonia o una formalidad preestablecida que es preciso seguir en una situación específica.
¿Qué tiene esto que ver con la oración? Hay quienes, por una razón u otra, han llegado a creer que para orar es preciso seguir un determinado protocolo; y no solo eso, sino también usar un lenguaje específico acompañado de un tono de voz concreto. No es raro que algunos se dirijan a Dios de una manera que podría ser definida como lenguaje religioso diplomático.
Cuando oran, además de cambiar su lenguaje, modifican la voz y los gestos. Cuando hablan con sus amigos se muestran distendidos y relajados; pero cuando oran se muestran rígidos, incluso nerviosos y en guardia con respecto a lo que dicen y cómo lo dicen.
Si bien el protocolo y la diplomacia son importantes en las relaciones entre las naciones, para hablar con Dios la corrección política forzada es innecesaria.   Los Salmos de David (en realidad, sus oraciones) proceden del corazón. Al leerlos, uno no tiene que llamar al departamento jurídico para entender lo que quería decir. David era un poeta y sus oraciones reflejan su don; sin embargo, en la poesía se escuchan los sentimientos de su corazón.
Dios también lee su corazón. Basado en Lucas 18:1-8

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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