sábado, 9 de marzo de 2013

EL VERBO SE HIZO CARNE


Sacrificio y ofrenda no quisiste; más me preparaste cuerpo... He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad. Hebreos 10:5-7.

Si el ángel Gabriel fuera enviado a este mundo para tomar sobre sí la naturaleza humana, y para enseñar el conocimiento de Dios, cuan ansiosamente escucharían sus instrucciones los seres humanos. Supongamos que nos ofreciera un ejemplo perfecto de pureza y santidad, y que simpatizara con nosotros a causa de todas nuestras tristezas, congojas y aflicciones, y que sufriera el castigo de nuestros pecados, con cuánto afán lo seguiríamos...
Si al regresar a su hogar este ser celestial dejara tras sí un libro con la historia de su misión, con revelaciones concernientes a la historia del mundo, ¡con cuánta ansiedad se rompería su sello! ¡Cómo se esforzarían los seres humanos por obtener un ejemplar!... Pero Uno que sobrepasa todo lo que la imaginación puede ofrecer vino del cielo a este mundo... Cristo declaró de sí mismo: "Antes que Abraham fuese, yo soy". "Yo y el Padre uno somos" (Juan 8:58; 10:30).
Mientras Pablo contemplaba a Cristo en su gloria, prorrumpió con exclamaciones de admiración y sorpresa: "Indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad. Dios fue manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en gloria"... "Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten" (1 Tim. 3:16; Col. 1:17).
La Biblia es la voz de Dios que nos habla, tan ciertamente como si la escucháramos con nuestros oídos. Si advirtiéramos esto... con cuánto fervor estudiaríamos sus preceptos. La lectura y contemplación de las Escrituras serían consideradas una audiencia con el Infinito...
Las palabras de Cristo son el pan de vida. Al comer sus palabras, la comprensión de los discípulos fue avivada... El discernimiento de estas verdades los hizo pasar de la oscuridad del alba a la brillantez del mediodía.
Así sucederá con nosotros al estudiar la Palabra de Dios. Nuestra mente será avivada y nuestra comprensión ampliada. Quienes reciben y asimilan esta Palabra, haciendo que ella sea parte de cada acción, de cada atributo de carácter, se fortalecen en la fuerza de Dios. Ella imparte vigor al alma, perfecciona la experiencia y trae goces que permanecen para siempre.— Signs of the Times, 4 de abril de 1906; parcialmente en Exaltad a Jesús, pp. 28, 109.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White

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