jueves, 9 de mayo de 2013

LA CAÍDA

Pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. Génesis 3:3.

Eva se alejó del lado de su marido para ver las cosas hermosas de la naturaleza en la creación de Dios, deleitando sus sentidos con los colores y la fragancia de las flores y la belleza de los árboles y arbustos. Pensaba en las restricciones que Dios le había hecho respecto del árbol del conocimiento. Se complacía con las bellezas y riquezas que el Señor había provisto para la gratificación de todo deseo. Todas ellas, dijo, Dios nos ha dado para disfrutarlas...
Eva se había acercado al árbol prohibido, y su curiosidad se despertó por conocer cómo es que la muerte podría ocultarse en el fruto de este hermoso árbol. Se sorprendió al escuchar cómo sus preguntas fueron tomadas y repetidas por una voz extraña. "¿Conque Dios os ha dicho, no comáis de todo árbol del huerto?" (Gen. 3:1). Eva no advertía que ella había revelado sus pensamientos al conversar consigo misma en voz alta; por lo tanto quedó maravillada al escuchar que una serpiente repetía sus preguntas. En verdad pensó que la serpiente conocía sus pensamientos y que era muy inteligente. Le respondió: "Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal" (vers. 2-5)... Eva le había agregado algo a las palabras de la orden de Dios. Él les había dicho a Adán y Eva: "De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás" (Gen. 2:16, 17). En la discusión de Eva con la serpiente, Eva añadió la frase: "Ni le tocaréis, para que no muráis"... Esta declaración de Eva le dio una ventaja a la serpiente, y esta arrancó la fruta y la puso en la mano de ella, y empleó sus mismas palabras: "Si la tocas, morirás. Pero ves que no te ha pasado nada por tocarla, ni tampoco te perjudicará comerla"... Ella comió el fruto y no le hizo daño inmediato. Entonces tomó de la fruta para ella y su marido... Adán y Eva debieron haber quedado perfectamente satisfechos con el conocimiento de Dios en sus obras creadas, y por la instrucción de los ángeles santos... Ignorar el pecado era para su felicidad.— Review and Herald, 24 de febrero de 1874.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White

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