miércoles, 8 de mayo de 2013

LA OPCIÓN DE ESCOGER

Más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás. Génesis 2:17.

El Señor sabía que Adán y Eva no podían ser felices sin trabajar; por lo tanto les dio la placentera ocupación de cultivar el jardín. Y al cuidar las obras de belleza y utilidad que los rodeaban, podían contemplar la bondad y la gloria de Dios en su creación. Adán y Eva tenían temas de contemplación en las obras de Dios en el Edén, que era el cielo en miniatura. Dios no los creó meramente para que contemplaran su gloriosa obra; por lo tanto, les dio las manos para el trabajo, así como mentes y corazones para la contemplación. Si la felicidad de sus criaturas hubiera consistido en no hacer nada, el Creador no les habría asignado un trabajo. En el trabajo, Adán y Eva habrían de encontrar tanto felicidad como meditación. Podrían reflexionar en el hecho de que habían sido creados a la imagen de Dios, para ser como él en justicia y santidad. Sus mentes eran aptas para un cultivo continuo, expansión, refinamiento y noble elevación, pues Dios era su Maestro y los ángeles sus compañeros.
El Señor colocó a Adán y Eva a prueba, para que pudieran formar caracteres de integridad firme para su propia felicidad y para la gloria de su Creador. Él había dotado a la santa pareja con facultades mentales superiores a las de cualquier otra criatura viviente hecha por él. Su poder mental era poco menor que el de los ángeles. Podían familiarizarse con lo sublime y glorioso de la naturaleza, y percibir el carácter de su Padre celestial en sus obras creadas. Todo lo que sus ojos veían en la inmensidad de las obras de su Padre, provisto con una mano generosa, testificaba de su amor y su poder infinito...
La primera gran lección moral dada a Adán fue la de la abnegación. Las riendas del dominio propio fueron colocadas en sus manos. Su criterio, razón y conciencia habrían de guiarlos... A Adán y a Eva se les permitió participar de cada árbol del huerto, con excepción de uno. Había una sola prohibición. El árbol prohibido era tan atrayente y hermoso como cualquiera de los árboles del huerto. Se lo llamó el árbol del conocimiento, porque al participar de ese árbol, del cual Dios había dicho "no comerás", tendrían un conocimiento del pecado y experimentarían la desobediencia.— Review and Herald, 24 de febrero de 1874; parcialmente en A fin de conocerle, p. 15, 16.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White

No hay comentarios:

Publicar un comentario