domingo, 28 de febrero de 2016

EL DIOS QUE NUNCA CAMBIA

No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia. Isaías 41:10.

Mientras Moisés estaba de pie ante la zarza que ardía, la voz de Dios le dejó en claro que tenía que regresar a Egipto y sacar a los israelitas de la esclavitud. ¿Cómo podría hacerlo? ¡Este pensamiento lo aterrorizó!
“¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?” (Éxodo 3:11).
“Ve, porque yo estaré contigo”, respondió Dios (vers. 12).
Pero, todo tipo de dudas llenaron su mente. ¿Cómo podía él, un pastor, tener alguna influencia sobre el rey de la nación más poderosa del mundo, cuando los egipcios despreciaban a los pastores? No solo eso, ¿cómo podía convencer a su propia gente de que lo siguiera, cuando eran tan ciegos, ignorantes e incrédulos? Si no habían aceptado a Moisés cuando era un general egipcio destacado, ¿cómo podrían ser persuadidos a seguirlo ahora? Incluso si le contaba al pueblo que Dios lo había enviado, se preguntarían qué Dios era: “¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé?” (vers. 13).
“Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY” (vers. 14).
Moisés les tenía que decir que YO SOY lo había enviado. Ahora bien, esto puede parecer un nombre extraño para llamar a Dios, pero era el mismo nombre por el cual se había dado a conocer a Abraham.
YO SOY ahora, siempre HE SIDO y siempre SERE en el futuro.
Moisés todavía estaba preocupado. Y ¿si ellos todavía no creían? En respuesta a ello, Dios le dijo a Moisés que arrojara su vara de pastor al suelo. Inmediatamente, esta se convirtió en una serpiente. Moisés echó un vistazo y salió corriendo tan rápido como pudo de esa cosa serpenteante. Dios le indicó que la tomara por la cola y, cuando lo hizo, volvió a ser una vara.
Entonces, Dios le dijo a Moisés que pusiera su mano dentro de su túnica; cuando la sacó, estaba cubierta con una terrible e incurable enfermedad: lepra. Luego, Moisés volvió a colocar la mano en su túnica y, cuando la sacó nuevamente, su mano estaba sana otra vez.
Él es el mismo Dios hoy que cuando habló con Moisés en la zarza ardiente. El gran YO SOY nunca cambia.

Tomado de devoción matutina para menores 2016
¡GENIAL! Dios tiene un plan para ti
Por: Jan S. Doward
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