viernes, 19 de febrero de 2016

ROMPE EL SILENCIO

Un pequeño tropiezo puede evitar una gran caída. Proverbio inglés

"Yo los llevaré a corrientes de agua, por un camino llano, donde no tropiecen" (Jer. 31:9).

Cuentan que un día estaba Diógenes parado en una esquina, riéndose. “¡De qué te ríes?”, le preguntó un transeúnte. “¡Ves esa piedra que hay en medio de la calle? -respondió el famoso filósofo griego. Desde que llegué aquí esta mañana, diez personas han tropezado en ella; unas se han caído y todas han maldecido, pero nadie la ha retirado para que no tropezaran otros”.*
Lamentablemente, existen dos tipos de piedras de tropiezo: los obstáculos que aparecen en el camino y que son imposibles de sortear, y el silencio de quienes han tropezado en ellos y no han sido capaces de avisar. Hemos de tener cuidado de no caer en este segundo grupo. A veces vivimos tan encerradas en nosotras mismas que únicamente somos capaces de ver nuestro problema, o los que puedan afectar a nuestros hijos, pero también hemos de sentimos responsables de tender una mano a los demás. Si no transmitimos a quienes nos rodean las lecciones que hemos aprendido de nuestra experiencia y que pueden ser de gran ayuda para ellos, seremos como un obstáculo más en su camino.
A Dios no se le escapa ninguna de nuestras piedras de tropiezo. Pero lejos de reírse como un Diógenes distante, interviene en nuestra vida levantando su voz para evitamos caídas innecesarias. “Por eso el Señor les dio esta advertencia a Israel y a Judá por medio de todos los profetas y videntes: ‘¡Vuélvanse de sus malos caminos! Cumplan mis mandamientos y decretos, y obedezcan todas las leyes que ordené a sus antepasados, y que les di a conocer a ustedes por medio de mis siervos los profetas’ ” (2 Rey. 17:13, NVI). Ese es el camino llano, sin piedras de tropiezo, que Dios presenta ante nosotros tras haber visto caer a miles de personas por causa de los obstáculos de este mundo.
No te quedes callada cuando veas a alguien a punto de tropezar. Utiliza tu experiencia para proteger a quienes te rodean del peligro que los acecha por su inexperiencia. Acércate a ellos con amor y con un cristianismo práctico. Y si eres tú quien ha tropezado porque nadie ha sido lo suficientemente cristiano como para evitarte el golpe, recuerda que “el Señor afirma los pasos del hombre cuando le agrada su modo de vivir; podrá tropezar, pero no caerá, porque el Señor lo sostiene de la mano” (Sal. 37:23, 24, NVI).
Anthony de Mello, La oración de la rana, 1 (Cantabria, España: Sal Terrae, 1988), p. 226.

Tomado de Lecturas Devocionales para Damas 2016
ANTE TODO, CRISTIANA
Por: Mónica Díaz
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