lunes, 8 de febrero de 2016

TIEMPO DE CONFIAR

En el día que temo, yo en ti confío. En Dios… he confiado; no temeré; ¿qué puede hacerme el hombre? Salmo 56:3,4.

Mientras Jacob viajaba en dirección al sur, su corazón estaba profundamente conmovido por la vista de aquellas colinas distantes del hogar. El pasado se levantó para recordarle por qué se había ido veinte años antes. No podía olvidar cómo había embaucado a su anciano padre o cómo había obtenido la primogenitura por engaño. También recordaba las promesas de Dios de ayudarlo y dirigirlo al volver a casa. Había otros pensamientos que también se agolpaban sobre su mente.
¿Qué sucedería con Esaú? ¿Cómo podía proteger a sus esposas y a sus hijos. a sus siervos y a su vasta manada de animales de un hermano que era un habilidoso cazador y estaba determinado a matado?
Mientras estaba pensando en esto, notó dos campamentos de ángeles: uno, enfrente de su caravana; y el otro, detrás.
“Esta es la hueste de Dios”, susurró asombrado. “Llamaré a este lugar Mahanaim: dos campamentos”.
Todavía sentía que había algo que tenía que hacer, así que envió mensajeros delante de él para saludar a su hermano con palabras amables, y para recordarle que venía pacíficamente con rebaños y manadas, y que no estaba regresando para reclamar ninguna herencia terrenal.
Los siervos volvieron rápido, sin aliento. “iEsaú está viniendo con cuatrocientos hombres!”, jadearon, con sus ojos llenos de temor.
El terror se extendió por todo el campamento. ¡Estaban desarmados e indefensos! Jacob dividió la compañía rápidamente en dos partes, de manera que una pudiera escapar si la otra era atacada.
Luego, envió a sus siervos a encontrarse con Esaú con un mensaje amigable, y regalos generosos de cabras, ovejas, camellos, vacas y burros. Quería hacerle saber a Esaú que realmente deseaba compensarlo por la manera en que lo había engañado muchos años atrás. Después de que Jacob hizo todo lo que pudo, recurrió a Dios para que lo protegiera.
“Había llegado ahora al río Jaboc y, cuando vino la noche, Jacob mandó a su familia cruzar por el vado al otro lado del río, quedándose él solo atrás. Había decidido pasar la noche en oración y deseaba estar solo con Dios, quien podía apaciguar el corazón de Esaú. En Dios estaba la única esperanza del patriarca” (Patriarcas y profetas, p. 196).

Tomado de devoción matutina para menores 2016
¡GENIAL! Dios tiene un plan para ti
Por: Jan S. Doward
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