domingo, 20 de marzo de 2016

ANTE LA INJUSTICIA…

La injusticia, allí donde se halle, es una amenaza para la justicia en su conjunto. Martin Luther King

Nada más entrar en el salón de clases, el nuevo profesor preguntó a un alumno: “¿Cómo te llamas?” “Me llamo Juan”, contestó el joven. “Juan, vete de mi clase y no vuelvas en lo que queda de año”. Desconcertado, Juan se levantó y se fue. Ante el grupo restante de caras asustadas, el profesor preguntó entonces: “¿Para qué sirven las leyes?” Poco a poco fueron llegando respuestas tímidas e inseguras: “Para que haya orden en la sociedad”. “¡No!”, respondió el profesor. “Para cumplirlas”. “¡No!” “Para que la gente mala no salga impune”. “¡No!” “Para que haya justicia”, susurró una muchacha. “¡Exactamente! -confirmó el profesor-. Y ¿para qué sirve la justicia?”
De nuevo el tumo de respuestas: “Para salvaguardar los derechos humanos”; “Para que la gente haga lo correcto”… Finalmente el profesor añadió: “¿Actué con justicia al expulsar a Juan?” Silencio sepulcral. “Quiero una respuesta decidida y unánime”, urgió el profesor. “¡No!”, exclamó la clase al completo. “¿Podría decirse que cometí una injusticia?” “¡Sí!” “¿Por qué, entonces, nadie hizo nada al respecto?” De nuevo silencio. Nadie podía justificarse. La cuestión esencial flotaba en el aire: “¿Para qué sirven las leyes si no tenemos la valentía de hacerlas cumplir?”
Dios nos ha dejado una ley de amor; un cerco de protección. Transgredirla es pecado, porque supone alejamos de Dios, de su amor, de su influencia sobre nosotros. Pero no es necesario transgredir una ley para cometer pecado, basta con contemplar a alguien cometiendo una injusticia sin tratar de impedírselo, sin reprenderlo o sin denunciarlo. “Toda injusticia es pecado” (1 Juan 5:17, RV95), por tanto “no compartas la conducta estéril de los que son de la oscuridad; más bien sácala a la luz” (Efe. 5:11).
Que nadie te engañe: el que practica la justicia es justo, como él es justo (1 Juan 3:7); el que consiente la injusticia, practica el pecado, y Dios odia el pecado. “Porque ¡qué tienen en común la justicia y la injusticia? ¿O cómo puede la luz ser compañera de la oscuridad?” (2 Cor. 6:14).
No permitamos que se cometa ningún tipo de injusticia ante nuestros ojos sin decir o hacer algo. Sigamos el consejo del profeta: “Siembren ustedes justicia y recojan cosecha de amor” (Ose. 10:12). Porque la justicia ha de ser la forma fundamental del amor.

“Toda injusticia es pecado” (1 Juan 5:17, RV95).

Tomado de Lecturas Devocionales para Damas 2016
ANTE TODO, CRISTIANA
Por: Mónica Díaz
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