lunes, 18 de abril de 2016

¡ALLÍ ESTÁ EL CORDÓN!

Porque Jehová vuestro Dios es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra. Josué 2:11.

Había un solo lugar seguro en las paredes de Jericó. Todos los hombres del ejército israelita lo sabían. Podían ver el lugar cada día mientras marchaban alrededor de la ciudad una y otra vez.
Un cordón de lino escarlata colgaba de una ventana. El brillante hilo de lino era la señal de que Rahab y su familia vivían allí. Ella había mostrado fe en Dios al ayudar a los dos espías que habían ido a inspeccionar la ciudad, e iban a ser salvados. Cuando las paredes colapsaron y Jericó se incendió, Rahab y su familia fueron preservados milagrosamente.
De todas las personas de Jericó, Rahab era una que sinceramente creía en el Dios verdadero. Hasta donde sabemos, ella no había tenido ningún contacto con ningún israelita hasta antes de la llegada de los espías. Nunca tomó un estudio bíblico. Nunca fue a la iglesia. Pero había oído suficientes qotieias como para percibir la imagen de un Dios que se ocupa de la humanidad, y estaba convencida de que él era el verdadero Dios. ¡Su fe genuina se escucha claramente a través de las edades hasta nuestra era!
Dios, en su gran amor, siempre provee un camino para que todos los que creen encuentren la verdad acerca de él, y sean salvos.
El conocimiento de Dios y de sus poderosas obras precedió al avance de los israelitas. Si cualquiera -incluyendo a alguno que viviera en la ciudad malvada- deseaba ser parte del pueblo de Dios, y abandonaba su culto a los ídolos y seguía al Señor, Dios estaba encantado de aceptarlo.
Al principio, después de escapar de Jericó, Rahab y su padre, su madre, sus hermanos y sus hermanas vivieron fuera del campamento, hasta que pudieron aprender más sobre el verdadero Dios. Más tarde, un hombre llamado Salmón, de la tribu de Judá, entabló amistad con ella y pronto estuvieron casados. De este matrimonio nació un bebé llamado Booz, quien creció y se casó con una viuda de Moab llamada Rut, quien dio a luz a un bebé llamado Obed. Y, cuando Obed se casó, tuvo un hijo llamado Isaí. Cuando Isaí creció, tuvo un hijo llamado David. Y, si lees toda la descendencia de ese árbol genealógico, encontrarás el nombre de un hermoso bebito llamado Jesús.
La familia humana de Jesús comenzó con esta mujer que había tenido una vida muy pecaminosa. Y él está orgulloso de ser su descendiente, por su fe genuina. Dios sacó a esta mujer de las sombras del pecado hacia la luz de su gran amor mucho más allá de lo que ella pudo haber soñado.

Tomado de devoción matutina para menores 2016
¡GENIAL! Dios tiene un plan para ti
Por: Jan S. Doward
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