viernes, 22 de abril de 2016

“LLÉVAME AL JUEGO DE BÉISBOL”

“El siguiente sábado se juntó casi toda la ciudad para oír la palabra de Dios”. Hechos 13:44

Antes de que nos vayamos a ver el juego de béisbol, fíjate, por favor, en el resto de la respuesta de C. S. Lewis a si un cristiano debería acudir o no a la iglesia cada semana: “Posteriormente, [tras adorar solo en su habitación durante un tiempo] descubrí que […] si hay algo en la enseñanza del Nuevo Testamento que tiene la naturaleza de un mandato, es que estás obligado a [celebrar la comunión], y no puedes hacerlo sin ir a la iglesia. Me disgustaban mucho sus himnos, que yo consideraba que tenían letra de quinta categoría con música de sexta. Sin embargo, al persistir, vi el gran mérito de todo ello. Me topé con personas diferentes de distintas perspectivas y diferente formación, y luego mi engreimiento simplemente empezó a desprendérseme gradualmente. Me di cuenta de que los himnos […], pese a todo, eran entonados con devoción por parte de un santo anciano que había en el banco al otro lado del pasillo y que llevaba puestas botas, y entonces te das cuenta de que no eres digno de limpiar esas botas. Te saca de tu engreimiento solitario” (God in the Dock, pp. 61, 62). C. S. Lewis descubrió el valor divino de congregarse en adoración.
Se ha puesto de moda en algunos círculos demostrar la capacidad intelectual y el discernimiento artístico de uno negándose a adorar con los que cantan “letras de quinta categoría con música de sexta” (los estudiosos lo llaman “música de alabanza”). Pero Lewis se dio cuenta de que tal actitud era “engreimiento solitario” disfrazado de gusto exquisito. Porque en la reunión comunal de adoradores de varias generaciones, varias situaciones socioeconómicas, distintas razas y diferentes niveles de formación se experimenta de manera óptima la realidad incluyente de la familia de Dios.
Naturalmente que se puede adorar a Dios a solas: yo lo hago todos los días. ¡Pero estar solo en casa no es sustitutivo del estadio de béisbol! Dado que estamos en temporada de béisbol, al menos en los Estados Unidos, fíjate lo comunitaria que es la vieja canción “Take me out to the ball game” muy popular en su día, cuyo estribillo en español vendría a decir: “Llévame al partido de béisbol; sácame al gentío. Cómprame unos cacahuetes y una bolsa de palomitas. Me da igual si no volvemos. Quiero animar, animar, animar al equipo local. Si no ganan, será una pena. Porque con uno, dos, tres strikes, ¡te eliminan en el viejo partido de béisbol!” ¡Comunitario hasta la médula! Ir a un estadio de béisbol (léase una iglesia) robustece tu resolución (“¡Otros comparten mi pasión!”), refuerza tu lealtad (“¡No soy el único leal!”) y hace más intrépido tu testimonio (“¡También otros están dispuestos a ponerse de pie y animar!”). El mensaje subyacente de toda reunión de adoración es “Estamos en esto juntos”. “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mat. 18:20). ¡Para que luego hablen de equipo ganador!

Tomado de Lecturas devocionales para Adultos 2016
EL SUEÑO DE DIOS PARA TI
Por: Dwight K. Nelson
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