domingo, 29 de mayo de 2016

LA NOCHE

“Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto”. Juan 15:2

Elie Wiesel, autor galardonado con el Premio Nobel de la Paz, en su modélico libro La noche, evoca su supervivencia de muchacho en un campo de concentración para judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Estuvo en la cárcel-barracón junto con su padre, que se consumía de disentería. Cada noche les daban un cuenco de sopa aguada y una corteza dura de pan. Una noche, mientras Elie, que contaba con doce años, daba aquella corteza de pan a su padre para alimentarlo, uno de los judíos colaboracionistas que supervisaba a los prisioneros gruñó al muchacho que debía comerse aquel trozo de pan y olvidarse de su padre moribundo. Wiesel describe la angustiosa lucha subsiguiente de su joven corazón, que vacilaba en aliviar su propio sufrimiento dejando a su padre morir.
Porque nadie quiere sufrir, ¿verdad? ¿Crees que a Jesús le resultó fácil?
Y, no obstante, ¿pudiera ser que la vía del sufrimiento sea la única vía a través de la cual los elegidos de Cristo pueden ser llevados a la plenitud definitiva de florecimiento espiritual, igual que él? ¿Qué, si no, podría haber querido decir Jesús cuando, en la víspera de su propia muerte, pronunció las palabras de nuestro texto de hoy? “Todo aquel que lleva fruto, [el Padre] lo limpiará, para que lleve más fruto”. En esa sola declaración profunda, Jesús pone de manifiesto que la poda y el corte penosos de la Vía Dolorosa, la vía del sufrimiento, son ¡la senda divina a la floración y la fructificación más exquisitas posibles en la vida humana! La vía del sufrimiento es la vía de la misericordia.
Piénsalo un momento. ¿Quiénes son las personas que mejor te atienden en tu dolor? ¿Los que no tienen ni idea de lo que estás soportando? ¿O los que personalmente han experimentado lo mismo? Cuando te han despedido de tu empleo, ¿quién te atiende mejor? ¿Cuando has suspendido una asignatura? ¿Cuando estás luchando con un cáncer? ¿Cuando estás sufriendo un divorcio? ¿Cuando lloras la pérdida de un hijo? ¿Cuando lloras por tu pecado? ¿Quién quieres que acuda corriendo, sino alguien que haya recorrido esa misma Vía Dolorosa, la misma vía del sufrimiento?
¿Cómo puede ser eso? Ah, porque, cuando sufres, la Misericordia te concede la capacidad -no disponible hasta entonces- de convertirte en misericordia empática hacia los demás. Porque la Misericordia no podría ser misericordia sin sufrimiento. Y esa realidad precisamente les hace a Jesús y a ti tan enormemente especiales.

Tomado de Lecturas devocionales para Adultos 2016
EL SUEÑO DE DIOS PARA TI
Por: Dwight K. Nelson
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