martes, 11 de febrero de 2020

CUANDO NO PERDONAMOS

Así que, al contrario, vosotros más bien debéis perdonarlo y consolarlo, para que no sea consumido por demasiada tristeza. 2 Corintios 2:7.

Fred se crío con su querido amigo Sam. Para Fred, Sam era como un hermano, el hermano que no tenía en su propia familia. Esta íntima y verdadera amistad continuó hasta los años universitarios. Sin embargo, cuando Sam conoció a una joven compañera y se enamoró de ella, dejó de prestar atención a su mejor amigo. Resultó que a ella no le gustaba que Sam fuera amigo de Fred. La situación llegó a tal extremo que, cuando Sam y su prometida se casaron, no invitaron a Fred y ni siquiera le informaron de la boda. Fred fue incapaz de encajar la situación. En su mente y en su corazón albergaba enemistad, odio y repugnancia hacia su antiguo amigo. Esta postura la mantuvo durante años, incluso después de que él mismo contrajera matrimonio. Años después, describiría su estado diciendo: Aferrarse al rencor es como tomar veneno y esperar que la otra persona muera envenenada.
Su resentimiento hacia Sam y su esposa  era tan intenso, que un día su mujer le dijo:
—Fred, yo te amo, pero no me gustan los cambios que estás experimentando por tu odio hacia Sam.
Esto le produjo una reacción tan fuerte que decidió perdonar. Abandonó el rencor, el desprecio y la aversión. Finalmente pudo perdonar a su amigo. Tan grata fue su experiencia que se encauzó en la carrera psicológica con especialidad en el estudio del perdón. Hoy es el Dr. Fred Luskin, director del Proyecto del Perdón de la Universidad Stanford. Además de sus múltiples investigaciones sobre el tema, Luskin ha ayudado a muchos a perdonar y reconciliarse como, por ejemplo, la mediación que llevó a cabo entre víctimas y terroristas en Irlanda del Norte.
El texto de hoy nos invita no solo a perdonar, sino también a consolar al ofensor. Este espíritu del perdón es parte esencial del evangelio de Jesucristo y hay razones para ello. Por ejemplo, hoy se sabe que cuando no perdonamos alojamos enojo, el estrés aumenta y disminuye la actividad cognitiva. También es bien sabido que no perdonar produce cambios adversos en la actividad hormonal (desequilibrio de cortisol), el sistema nervioso parasimpático y la composición sanguínea. Mientras que al conceder perdón obtenemos bienestar y reducimos la presión arterial.  Ponte de hoy en  manos del Señor  para que te conceda la gracia del perdonar dentro y fuera de tu familia. Obtendrás múltiples beneficios  y además  Dios también  te perdonará a ti de acuerdo a la promesa de Jesús (Mateo 6:14).

DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2020.
UN CORAZÓN ALEGRE
Julián Melgosa y Laura Fidanza
Lecturas devocionales para Adultos 2020.

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