viernes, 27 de julio de 2012

COMO DOS ARVEJAS EN SU CASCARA


«Toma en seguida un poco de trigo, cebada, mijo y avena, y también habas y lentejas; mézclalo todo en una sola vasija y haz con ello tu pan. Eso es lo que comerás durante los trescientos noventa días que estarás acostado sobre el lado izquierdo» (Ezequiel 4:9).

¿Alguna vez has comido lentejas? Probablemente has probado guiso de lentejas o sopa de lentejas. A mí me gustan mucho. Si las cocinas con ajo quedan deliciosas y son muy saludables.
¿Sabes de dónde salen las lentejas? Camina hacia acá y te lo mostraré. Las lentejas salen de una planta de unos 30 centímetros de alto. Las semillas de esta planta, que son las que nos comemos, nacen en parejas dentro de unas pequeñas cascaras que crecen en esta planta. En Estados Unidos usamos una frase que dice: «Ustedes son como dos arvejas en su cascara». Las lentejas pertenecen a la misma familia de las arvejas, así que tal vez quien creó la frase estaba refiriéndose a las lentejas. La frase significa que dos personas son muy amigas o que se parecen mucho.
¿Tienes un mejor amigo o amiga? Si es así, ¿por qué no le expresas hoy tu aprecio y amor? Si no tienes un mejor amigo o amiga tú puedes serlo para alguien que realmente lo necesite. Te darás cuenta de cuan divertido es ser «como dos arvejas en su cascara».

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

ASIDOS DE SU MANO


En el día que temo, yo en ti confío (Salmo 56:3).

Habíamos decidido asistir a un campamento familiar que se celebraría en un estado vecino. Fue en el transcurso de las dos semanas previas al viaje que mi esposo nos dio la triste noticia de que no podría acompañarnos. Eso significaba que una amiga y yo tendríamos que manejar solas desde California hasta el estado Washington, algo que yo no deseaba hacer.
Otro problema fue que una semana antes del viaje nuestro gato se fracturó las patas traseras. ¡Y solamente faltaban siete días para el viaje! Aquella misma semana mi madre perdió su trabajo y mi padre fue hospitalizado. El viernes antes del viaje descubrimos que el remolque de alquiler que utilizaríamos para transportar el equipaje tenía que haber sido solicitado con una semana de anticipación. Para colmo, era un fin de semana largo y todo iba a estar cerrado hasta el martes, el día que supuestamente íbamos a salir.
Conforme enfrentaba cada una de aquellas dificultades me di cuenta de que únicamente tenía dos opciones: depender completamente de mi Padre celestial y asirme de su brazo, aun cuando todo parecía incierto, o angustiarme, abandonando toda esperanza. Yo me decidí por la primera. Hoy reconozco que Dios estaba usando aquellos percances con el fin de desarrollar mi fe en él.
No me fue fácil creer y confiar en aquellas circunstancias. ¿Podría Dios hacer un milagro por nosotras? Alabado sea el Señor porque, sin tomar en cuenta nuestra incredulidad, nos ayudó. En medio de todo me vino a la mente su hermosa promesa: «Amados, no os sorprendáis del fuego de la prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciera. Al contrario, gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con alegría» (1 Ped. 4:12-13).
«Las pruebas y los obstáculos son los métodos de disciplina que el Señor escoge, y las condiciones que señala para el éxito. El hecho de que somos llamados a soportar pruebas demuestra que el Señor Jesús ve en nosotros algo precioso que quiere desarrollar. Lo que él refina es mineral precioso» (El ministerio de curación, p. 373).
Recordemos siempre el consejo del salmista: «Echa sobre Jehová tu carga y él te sostendrá» (Sal. 55:22).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Sherie Lynn Vela

UNA DOSIS DE PROPIA MEDICINA


¡El Señor todopoderoso está con nosotros! ¡El Dios de Jacob es nuestro refugio! Salmo 46:11.

El siguiente relato nos viene de los inicios de la obra adventista en Colombia y tiene como protagonista al Pr. Max Trummer. Puedes leer los detalles de esta historia en Soldados de la cruz, de Wilma de Westphal (pp. 95-101).
Se encontraba el Pr. Trummer en los valles del sur de Santander, viajando a lomo de mula hacia una aldea llamada Chicacuta. Su propósito era predicar el evangelio de Jesucristo, como lo había hecho en muchos otros lugares de ese gran país suramericano, aunque sabía perfectamente que arriesgaba su vida a cada paso.
Los prejuicios religiosos en esa época estaban tan arraigados, que un dirigente de la iglesia popular de la zona contrató los servicios de un tal Antonio Moreno para que asesinara a Trummer. Moreno, a su vez, encargó la siniestra misión a tres criminales. La oportunidad de oro se les presentó a los tres antisociales una tarde, cuando el pastor viajaba por una zona montañosa, a unos cinco kilómetros de Chicacuta. Para su satisfacción, el pastor venía solo. Lo vieron descender por una loma, y luego lo perdieron de vista por unos instantes.
Entonces sucedió algo inesperado. Cuando apareció de nuevo a la distancia, el pastor Trummer estaba acompañado por un pelotón de soldados. Los criminales quedaron petrificados. No entendían de dónde ni cómo habían aparecido tantos soldados. Por las características del lugar donde se encontraban no podían huir, de manera que se quedaron allí, mientras el pastor pasaba frente a ellos y los saludaba cordialmente. Como no entendían bien qué había sucedido, los criminales a sueldo concluyeron que el pastor tenía mucha influencia en el ejército.
Días más tarde el pastor supo por qué los tres hombres a quienes saludó en el camino estaban tan nerviosos. Se había divulgado la noticia de que el pastor Trummer estaba protegido por un batallón de soldados.
—Cuando vi a esos hombres a lo lejos —explicó el pastor—, supe que tramaban algo malo. Entonces oré a Dios pidiéndole que enviara a su ángel protector.
Y Dios respondió ¡con un ejército de ángeles!
Dice el relato que poco después Antonio Moreno, el autor intelectual del fallido crimen, murió de manera violenta, ¡a manos de los mismos tres criminales que él contrató para matar al pastor Trummer! ¡Moreno se tragó una sobredosis de su propia medicina!

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

PAREDES MAESTRAS


«A cualquiera, pues, que me oye estas palabras y las pone en práctica, lo compararé a un hombre prudente que edificó su casa sobre la roca» (Mateo 7:24).

Desde que era joven me ha interesado la arquitectura. No me refiero a los rascacielos y los puentes, sino a las casas. A menudo explico a los miembros de iglesia que a pesar de que tengamos mucho que agradecer porque entre nosotros se cuenten médicos y personas con una buena formación, no tenemos que olvidar que Jesús era un sencillo carpintero y que sus discípulos no pasaban de humildes trabajadores.
Cuando tenía dieciséis años trabajé para una empresa que se dedicaba a poner los acabados en las paredes del interior de las casas. Estoy convencido de que Dios me llamó al ministerio, pero desde aquel tiempo jamás he dejado de reconocer el trabajo de los albañiles, los carpinteros, los electricistas y otros obreros cuyas habilidades hacen posible que existan las casas
La casa en la que ahora vivimos fue construida en 1977. De vez en cuando las casas necesitan trabajos de mantenimiento y hasta alguna rehabilitación.  A medida que pasan los años procuro mantener mi casa en buen estado de conservación. Doy gracias por los años que pasé en la construcción.
Mi hija y su esposo viven cerca y, como puede imaginar, a menudo vienen a visitarnos. No hace mucho, mientras discutíamos sobre qué hacer para reformar el salón, mi yerno, apuntando hacia una dirección, dijo:
—Papá, creo que tendrías que derribar ese tabique. Así el salón será más amplio.
—Hijo —dije—, no puedo hacerlo. Esa es una de las paredes sobre las que se sustenta toda la casa. Es una pared maestra.
Jesús dijo que quien oye sus palabras, y no las obedece, «semejante es al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; contra la cual el río dio con ímpetu, y luego cayó y fue grande la ruina de aquella casa» (Luc. 6:49). Todas las casas tienen unan pared maestra. En nuestra vida, Jesús es esa pared. «Ciertamente llevó él nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores, ¡pero nosotros lo tuvimos por azotado, como herido y afligido por Dios!» (Isa. 53:4). Jesús lleva la carga por nosotros y nos mantiene de pie en los rápidos del río de la vida. Por más que las olas nos azoten, no caeremos. Basado en Lucas 6:49

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

jueves, 26 de julio de 2012

PUEDO VER A TRAVÉS DE TI


«El aspecto de las ruedas y su estructura era semejante al color del crisólito. Las cuatro tenían un mismo aspecto; su apariencia y su estructura eran como una rueda metida en otra» (Ezequiel 1:16, RV95).

¿No es un hermoso día? Hace un sol radiante. Y aquí estamos, caminando por un bonito sendero y contemplando el paisaje. ¡Espera! Mira esa hermosa piedra que está en medio del camino frente a nosotros. Casi la pisamos. Es verde y transparente. Yo sé qué clase de piedra es: es un crisólito. El crisólito es una piedra muy hermosa de color verde oliva, aunque no siempre es transparente como la que acabamos de encontrar.  A veces hay otros materiales dentro de ella y a veces está agrietada por dentro. Estas cosas ocurrieron cuando el crisólito se formó hace muchos años atrás.
Jesús quiere que seamos claros como el cristal, al igual que la piedra que encontramos hoy. Él quiere que nuestras vidas sean limpias y puras, transparentes ante los demás. Eso significa que debemos ser siempre sinceros y decir la verdad.  Y eso solo podemos lograrlo cuando fijamos nuestros ojos en Jesús, como dijimos ayer Deja que Jesús te modele hoy a su imagen y seas un cristiano transparente para él.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

ARRAIGADAS EN SU FORTALEZA


Hermanos míos, gozaos profundamente cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Pero tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna (Santiago 1:2-4).

Hace aproximadamente dos años tuve una experiencia muy especial. Aprendí mediante esta experiencia que para Dios no hay nada imposible. En aquel tiempo todo era sombrío y sin esperanza para mí. En el momento más angustioso, y cuando mi fe se encontraba más débil, pude ver la mano de Dios dirigiéndolo todo de una forma milagrosa. Aquella prueba me ayudó a conocerme y a evaluarme mejor. Pensé que si en el futuro me tocaba pasar por una prueba similar, no tendría mayores problemas con mi fe. ¡Cuán equivocada estaba, ya que me sucedió lo mismo que al pueblo de Israel! Más adelante, el Señor me hizo atravesar de nuevo por circunstancias parecidas, poniendo a prueba una vez más, mi confianza y fe en él.
Desearía poder decir que pasé la prueba, y que mis raíces estuvieron entrelazadas profundamente con las de Jesús, como las raíces de las secuoyas mencionadas en el día de ayer; pero no fue así. No obstante, aunque mi fe flaqueó, el Señor obró de nuevo de una forma milagrosa y perfecta en mi vida, y en su paciencia inagotable abrió las aguas del Mar Rojo cuando menos lo esperaba.
Amiga, cuan frágiles somos los seres humanos y con qué facilidad caemos si no estamos aferrados a Cristo. Le conozco que en el futuro podría ser probada de manera similar. Necesitamos mantenernos en guardia pensando en la experiencia del pueblo de Israel, y en la necesidad de que nuestras raíces espirituales se entrelacen con las de Jesús.
En una ocasión Jesús le dijo a una mujer pecadora «¿Dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ni yo te condeno, vete y no peques más» (Juan 8:11).  El Señor nos dice lo mismo hoy. ¡Esto es maravilloso! No conozco a nadie que ofrezca ese tipo de perdón; la oportunidad de comenzar de nuevo. Consideremos nuestras caídas como lecciones que fortalecen y perfeccionan el carácter y estemos dispuestas a aprender de ellas.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Alma Arana

«AQUÍ ESTOY»


Aquí me tienen [...] si he oprimido o maltratado a alguno, o si me he dejado sobornan pueden acusarme ante el Señor y ante el rey que él ha escogido, y yo pagaré lo que deba. 1 Samuel 12: 3

Si Dios te hablara en forma directa, ¿podrías reconocer su voz? ¿Cómo sabrías que es Dios quien te habla? ¿Y qué dirías? Esta experiencia la vivió Samuel, el profeta bíblico, cuando apenas era un jovencito y se preparaba, bajo la dirección del sacerdote Eli, para servir al Señor.
El problema que enfrentó Samuel era doble. Por un lado, él nunca había escuchado la voz de Dios. Por lo tanto, no podía identificarla. Por el otro, la Escritura dice que «en aquella época era muy raro que el Señor comunicara a alguien un mensaje» (1 Sam. 3:1). Pero una noche, mientras dormía en su habitación del templo, Dios lo llamó por su nombre: «¡Samuel!». Creyendo que era Eli quien lo llamaba, corrió hasta la habitación del sacerdote.
Tres veces llamó el Señor a Samuel y tres veces el joven corrió hasta donde se encontraba el anciano. Entonces Eli entendió que Dios tenía un mensaje para el jovencito. Esa noche, cuando Dios estuvo listo para hablar, Samuel estuvo listo para escuchar. A partir de ese momento, comenzó una linda amistad que duraría muchos años. Cuando desde el cielo Dios lo llamaba: «¡Samuel!», dondequiera que estaba, Samuel respondía: «Habla, Señor, que tu siervo escucha».
¡Qué privilegio el de Samuel! ¡Toda una vida de amistad con Dios! Como producto de esa amistad surgió uno de los líderes más grandes del pueblo hebreo. Un líder tan íntegro, que cuando ya era anciano, en su discurso de despedida pudo decir al pueblo: «Aquí estoy. Si en algo he actuado mal, díganmelo ahora». Nadie pudo decir nada en su contra. ¡Qué vida tan destacada! Yo no sé si podría hacer lo mismo. ¿Podrías tú?
Si el Señor te llamara por nombre ahora mismo, como llamó a Samuel, ¿podrías responder: «Habla, Señor, que tu siervo escucha»? No importa la edad que tengas, este es un buen momento para dar inicio a una linda amistad con Dios. Una amistad que dure para toda la vida.
Señor, ayúdame a distinguir tu voz entre tantas otras voces. Y dame poder para obedecerla, no importa el precio que tenga

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

ACCIONES, NO PALABRAS


«No todo el que me dice: "¡Señor, Señor!", entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos» (Mateo 7:21).

En su palabra, el Señor nos ha dado todo lo que necesitamos para vivir una vida de obediencia hacia él. Pero tenemos que leer y buscar la verdad por nosotros mismos. Y luego hay que aplicarlo a nuestra vida; es decir, es preciso que obedezcamos y vivamos según los principios que hayamos encontrado.
Charles Swindoll presenta la siguiente ilustración hipotética: Imagínese, por ejemplo, que trabaja para una empresa cuyo presidente necesita salir del país y pasar una larga temporada en el extranjero. Por ese motivo, a usted y otros empleados de confianza los reúne y les dice:
—Me marcho. Mientras esté fuera quiero que le dediquen mucha atención al negocio. Mientras esté ausente, ustedes se encargarán de la dirección. Recibirán noticias mías con regularidad y les daré instrucciones al respecto de lo que tienen que hacer hasta que regrese.
Todos están de acuerdo. El empresario se va y no regresa hasta al cabo de dos años. Durante ese tiempo, escribe con frecuencia y comunica sus deseos y preocupaciones. Finalmente, regresa. Se acerca a la puerta principal de la empresa y descubre que todo está hecho un desastre: los jardines están llenos de maleza, las ventanas de la fachada están rotas, el recepcionista duerme una siesta, en algunas oficinas se escucha música a un volumen excesivo, dos o tres personas juegan a las cartas en el comedor... En lugar de obtener beneficios, el negocio ha sufrido pérdidas considerables. Sin vacilar, los reúne a todos y, frunciendo el ceño, pregunta: 
—¿Qué sucedió? ¿No recibieron mis cartas? 
Usted responde:
—Por supuesto que sí. Recibimos todas sus cartas. Incluso llegamos a encuadernarlas. Algunos hasta nos las hemos aprendido de memoria. De hecho, cada sábado tenemos «estudio de las cartas». ¿Sabe?, ¡son realmente estupendas! Entonces probablemente el presidente pregunte: 
—¿Pero qué hicieron con las instrucciones que les di? Con toda seguridad, los empleados responderían:
—Hacer, lo que se dice hacer... no hicimos nada. Eso sí, nos las leímos todas. Y aquí se acaba la ilustración.
Usted sabe quién es el «Presidente». Además, estoy seguro de que también tiene el libro de sus «cartas». Pero además de leer las cartas tenemos que hacer lo que dicen.  La Escuela Sabática tiene que ser algo más que un mero «estudio de las cartas»; es preciso que sigamos las instrucciones del «Presidente».  Basado en Lucas 6:46

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill