miércoles, 17 de febrero de 2016

PAGANOS LAMPIÑOS, CRISTIANOS HIRSUTOS


“Pero el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco, porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará, y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá”. Lucas 12:48

Hubo una vez un amo que iba a embarcarse en una larga travesía. Así que llamó a su sabio criado, en quien confiaba, y le dijo: “Voy a poner a toda mi familia y mi casa bajo tu supervisión y administración. Cuídalos bien por mí hasta que regrese”. El siervo se inclinó agradecido, aceptando el encargo y prometiendo su obediencia. Y con eso el amo se marchó.
Pasó el tiempo y el criado principal no tardó en cansarse de las responsabilidades que su amo había puesto sobre él. ¿Por qué tenía que vivir con expectativas y normas tan estrictas? Después de todo, hacía muchísimo tiempo que no veía al amo.
Y así sucedió lo impensable. El criado en el que tanta confianza se había depositado desechó sus obligaciones como si de un chaquetón viejo se tratara. “Mi amo se demora y estoy cansado de esperar. ¡Comamos, bebamos y divirtámonos!” Y así lo hizo, emborrachándose hasta tal punto que empezó a golpear a los miembros de la casa del amo. Fue una escena desagradable.
Pero fue más desagradable todavía cuando el amo volvió inesperada y repentinamente. Tras describir el destino cruel del siervo de confianza en esta parábola, Jesús da a entender en nuestro texto la clave de la historia. “A todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará” conlleva el corolario “A todo aquel a quien se haya dado poco, poco se le demandará”. Es la ley de los créditos proporcionales, la ley que calibra los resultados en función de los ingresos. Cuanto más tienes, más se espera de ti; cuanto menos tienes, menos se espera. Es tan obvio como justo.
¿Quiere eso decir, por ejemplo, que el animista que adora los espíritus de los árboles estará sujeto a una norma distinta de la de la cristiana que valora su vestuario y a su automóvil más que a su Dios? En realidad no, ni mucho menos. Significa más bien que ambos estarán sujetos a la misma norma: ¿Qué hiciste con lo que tenías? Es una norma tan justa como el Dios que la mantiene.
Entonces, ¿cuánto tenemos tú y yo? Y, ¿qué decir de nuestros vecinos paganos de este planeta? El propio hecho de que Dios no haya hecho de nuestra vida una norma por la que serán juzgados los demás es prueba suficiente de que está deseoso de salvar a tantos como pueda, ¿no?

Tomado de Lecturas devocionales para Adultos 2016
EL SUEÑO DE DIOS PARA TI
Por: Dwight K. Nelson
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