martes, 23 de febrero de 2016

UNO PARA TODOS Y TODOS PARA UNO

El ingrediente que falta para cambiar el mundo es el trabajo en equipo. Max Lucado

¿Recuerdas el famoso lema de los tres mosqueteros? “Uno para todos y todos para uno” logró captar la esencia del siempre necesario llamado a la unidad. Hoy en día aquellas palabras nos suenan como pasadas de moda, como un concepto romántico, una utopía… El individualismo moderno nos invita a vivir bajo un lema diferente, que parece haberse convertido en el Leitmotiv de nuestras sociedades: “Tú me dejas en paz y yo te dejo en paz”. Vivimos nuestra vida interviniendo lo menos posible en la de los demás y, por supuesto, sin permitir que los demás intervengan en la nuestra. Esta mentalidad individualista ha arraigado en nuestras iglesias, pero es contraria al espíritu cristiano.
Las célebres palabras de Alexandre Dumas, “uno para todos y todos para uno”, calzan perfectamente con las del apóstol Pablo, cuando explica la razón de ser del cuerpo de Cristo, que es la iglesia: “El ojo no puede decirle a la mano: ‘No te necesito’; ni la cabeza puede decirles a los pies: ‘No los necesito’ ” (1 Cor. 12:21). Porque la tarea que se nos ha llamado a realizar, no se puede completar con dos manos sino con la unión de muchos pares de manos en todas partes del mundo. Esas manos, somos su iglesia.
A nadie le gusta ver un mendigo en la calle, ni pararse en el semáforo y que un pequeño harapiento se le acerque pidiéndole dinero; nadie soporta la cercanía de un drogadicto o un borracho, ni buscaría la amistad de una prostituta o de un enfermo de sida; cambiamos de canal cuando salen niños comidos por las moscas… Torcemos la mirada, damos la espalda a las realidades de nuestro mundo cuando, en realidad, esas personas necesitan más que nadie el esfuerzo de una iglesia unida que les lleve libertad, fe, esperanza y salvación.
Está bien dedicarse a la lectura y a la oración, pero hay todo un mundo que agoniza esperando el esfuerzo unido del cuerpo de Cristo. Somos “un solo rebaño, con un solo pastor” (Juan 10:16); y recordemos que nuestro Pastor, “al ver a la gente, sintió compasión de ellos, porque estaban cansados y abatidos” (Mat. 9:36). Él fue uno para todos para que todos nosotros seamos uno para él. Salgamos de la comodidad de nuestras casas y unamos nuestros esfuerzos a los de otros miembros del cuerpo de Cristo para llevar salvación.

“El ojo no puede decirle a la mano: ‘No te necesito’; ni la cabeza puede decirles a los pies: ‘No los necesito'” (1 Cor. 12:21).

Tomado de Lecturas Devocionales para Damas 2016
ANTE TODO, CRISTIANA
Por: Mónica Díaz
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