martes, 26 de abril de 2016

EN LAS MANOS DEL GRAN ARTISTA

Donde solo existe habilidad, se encierra de manera necesaria la frivolidad. Víctor Hugo

Un prestigioso violinista iba a dar un concierto con un violín de un millón de dólares. Las entradas se vendieron en un abrir y cerrar de ojos y, la noche de la función, el teatro se llenó de espectadores ávidos de oír un violín de tanta calidad. Terminado el último acorde, el violinista arrojó el violín al suelo y lo pisoteó. El público no podía creerlo. Entre murmullos, el patrocinador del evento explicó que el violín destrozado había costado apenas doscientos dólares. Entonces, el virtuoso violinista comenzó a tocar el instrumento que todos esperaban oír. Al finalizar el concierto, los presentes afirmaron no haber notado la diferencia entre un instrumento y otro.
Así sucede en la vida espiritual. Tú y yo somos instrumentos a disposición de algún maestro (el que elijamos). A ti puede parecerte que vales apenas doscientos dólares (que no puede salir nada extraordinario de ti), o que tienes tantos talentos y virtudes que vales más de un millón (y no necesitas que nadie te afine). Pero lo que da sentido y profundidad a todo sonido que pueda provenir de ti es el propósito para el que te use el maestro que elijas. Por eso, “Dios nos ha dado la facultad de elección; a nosotros nos toca ejercitarla. No podemos cambiar nuestros corazones […] y hacemos propios para el servicio de Dios. Pero sí podemos escoger servir a Dios; podemos entregarle nuestra voluntad, y entonces […] toda nuestra naturaleza se someterá a la dirección de Cristo” (El ministerio de curación, cap. 11, pp. 111, 112).
Jesús conoce el lugar exacto que has de ocupar en la orquesta que él dirige. Tu vida puede producir los acordes más bellos si se ponen al servicio del gran Director y en las manos del gran Artista. Nada más has de elegir hacer su voluntad. Y “esta es la voluntad de Dios: que, practicando el bien, hagan callar la ignorancia de los insensatos. Eso es actuar como personas libres que no se valen de su libertad para disimular la maldad, sino que viven como siervos de Dios” (1 Ped. 2:15, 16, NVI).
Recuerda cada día su promesa: “El mundo se va acabando, con todos sus malos deseos; en cambio, el que hace la voluntad de Dios vive para siempre” (1 Juan 2:17). Por eso, déjate “afinar” y “tocar” por tu Creador; pon tu voluntad al servicio de la orquesta de Dios.

“El que hace la voluntad de Dios vive para siempre” (1 Juan 2:17)

Samuel Vila, Enciclopedia de anécdotas e ilustraciones (Barcelona: Clie, 1979), pp. 80, 81.
Tomado de Lecturas Devocionales para Damas 2016
ANTE TODO, CRISTIANA
Por: Mónica Díaz
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