Junto con él les enviamos al hermano que se ha ganado el reconocimiento de todas las iglesias por los servicios prestados al evangelio (2 Corintios 8:18).
La forma como Dios llama a sus siervos, algunos como el que se menciona en nuestro texto, del cual ni siquiera sabemos su nombre, es extraordinaria. A veces las cosas ocurren como uno piensa que deberían ocurrir. Tal es el caso de John Gotlieb Matteson.
Nacido en Dinamarca en 1835, emigró a los Estados Unidos con sus padres en 1854, llevando con él una buena educación, pero también el escepticismo que formaba parte de la cultura de su tierra natal. Considerándose libre pensador, uno de sus pasatiempos favoritos era molestar y confundir a los predicadores con preguntas que no podían contestar.
Pero los librepensadores también encuentran su momento crítico. Y eso precisamente le ocurrió a Matteson cuando escuchó a un predicador que hablaba con entusiasmo de las bellezas del cielo. Como se había criado en la atmósfera de las iglesias “en estado mortal” de Europa, jamás había conocido “la religión viva”. Aquella experiencia lo condujo a una serie de acontecimientos de los cuales recuerda: “Solo, en el bosque, encontré a Jesús como mi Salvador personal”, en 1859. Muy pronto después de su conversión se sintió llamado a predicar. Y así lo hizo, aunque no conocía muy bien la Biblia. Dios lo bendijo desde el principio, pues la gente respondía a su obvia sinceridad en la predicación. En 1860 ingresó al Seminario Teológico Bautista de Chicago y en 1862 fue ordenado al ministerio.
En 1863 aceptó el mensaje adventista del séptimo día. Su congregación le pidió que les predicara de su nueva fe. Durante seis meses presentó una serie de sermones sobre las creencias adventistas, con el resultado de que todos se unieron a la Iglesia Adventista del Séptimo Día, con excepción de una familia.
Matteson era un predicador efectivo y organizó varias iglesias adventistas de habla danesa en los estados del Medio Oeste de los Estados Unidos. Luego, en 1872, se le ocurrió la idea de publicar una revista en la lengua de sus conversos. Así la revista Advente Tidende fue la primera revista publicada en un idioma diferente al inglés en Estados Unidos.
Pronto las revistas llegaron a su tierra natal y pidieron un predicador. Así, el hermano Matteson se convirtió en misionero de Dios en su tierra natal. Había ganado el reconocimiento de la iglesia por sus servicios en la predicación del evangelio.
Pídele hoy a Dios que te convierta en un misionero para su causa.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
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Por Félix H. Cortez
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