martes, 19 de enero de 2010

EN CONSTRUCCIÓN

Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios (1 Corintios 3:9).

Mientras hojeaba un catálogo de ropa, vi un par de remeras que me gustaron. Una tenía varios buhos posados en la rama de un árbol, todos en posición vertical, excepto uno que estaba colgado hacia abajo. La leyenda decía: "¡Nadie es perfecto!"
La segunda remera representaba un lugar de construcción, lleno de he-rramientas, andamios, y el cartel: "En construcción". La leyenda decía: "Ten paciencia conmigo por favor, estoy en construcción, Dios no me ha terminado todavía". No compré ninguna de las dos remeras; pero sus leyendas me impresionaron de tal forma que las recuerdo hasta el día de hoy.
Los dos últimos años hemos estado remodelando nuestra casa. Reparamos el techo, pusimos revestimientos de vinilo, agregamos una habitación cómoda para la familia y una galería cerrada a su lado. Remodelamos la cocina, hicimos un patio cerrado debajo de la habitación para la familia y construimos un garaje techado para dos autos.
Más adelante, le pondremos el piso a las partes del sótano que no están terminadas y pintaremos algunas paredes y les pondremos revestimientos decorativos a otras. Creo que toda casa o departamento, si se la mantiene en buen estado, requiere trabajo continuo.
Lo mismo ocurre en nuestro diario caminar con Dios. Siempre estamos "en construcción", y Dios es el diseñador y el constructor. Ya fuimos creadas a su imagen, pero él quiere que reflejemos su imagen más plenamente, quiere que seamos todo lo que podemos llegar a ser. Dios sabe que lleva tiempo y paciencia lograrlo. Por eso una de mis canciones favoritas es: "He's still working on me" [Aún obra en mí].
Me encanta contemplar desde el suelo los proyectos de construcción en progreso. Y es emocionante también ver cómo nosotras mismas y otras personas crecen espiritualmente.
Oremos para no ser severas ni criticonas con nuestro prójimo, quien como nosotras, está "en construcción" sino que podamos brindarle el amor, la paciencia y la comprensión que nos gustaría recibir si estuviéramos en su situación.
Bonnie Moyers
Tomado de Meditaciones Matinales para la mujer
Mi Refugio
Autora: Ardis Dick Stenbkken

SIN TEMOR AL ARREPENTIMIENTO

Y tuvo un sueño: Vio una escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo. Ángeles de Dios subían y descendían por ella. Cénese 28:12, RV95.

Al alguien que estaba en un lugar alto se cae, y desea subir otra vez, nada más útil que una escalera. Jacob huía de la ira de Esaú, su hermano. Además, ¿no crees que también escapaba del remordimiento por haber engañado a su padre?
Allí, frente al anciano y ciego padre, un Jacob disfrazado tuvo seis oportunidades de arrepentirse de su engañoso proceder. ¡Fueron demasiadas! Estas ocasiones están registradas en el capítulo 27 de Génesis:
  1. «Dime, hijo mío, ¿quién eres tú?» (vers. 18).
  2. «¿Cómo fue que lo encontraste tan pronto, hijo mío?» (vers. 20).
  3. «Acércate, hijo mío, para que pueda tocarte y saber si de veras eres o no mi hijo Esaú» (vers. 21).
  4. «La voz es la de Jacob, pero las manos son las de Esaú» (vers. 22).
  5. «¿En serio eres mi hijo Esaú?» (vers. 24).
  6. « Acércate ahora, hijo mío, y dame un beso» (vers. 26).
¿Puedes imaginarte a Jacob huir y pensar en la forma en que podría arreglar el problema y recuperar así el nivel de paz que había disfrutado en la casa de sus padres? Imagínate su desilusión al pensar que posiblemente había perdido para siempre el amor de sus seres queridos. Sin duda estaba agotado física y sicológicamente cuando se arrojó al suelo sobre una piedra que utilizó de cabecera. Entonces vino el sueño de la escalera y la voz de Dios que lo invitaba al arrepentimiento.
Podemos enfrentar el día de hoy sin temor si confiamos en Cristo. Él es la escalera que une el cielo con la tierra y nos transporta al nivel de paz con nuestro Padre celestial.

«¿Has caído en pecado? Busca entonces sin demora a Dios, para obtener misericordia y perdón [...]. Todavía se extiende la misericordia al pecador». MJ 65.


Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna

MUERTE RECONCILIATORIA

Porque si, cuando éramos enemigos de Dios, fuimos reconciliados con él mediante la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, habiendo sido reconciliados, seremos salvados por su vida! (Romanos S: 10).

La reconciliación divina con el ser humano, no solo fue iniciativa de Dios el Padre sino que involucraba la muerte de Cristo. Por eso es que la muerte de Cristo es una muerte que reconcilia; en este caso, que une a Dios con el hombre.
Dijimos que, a causa del pecado, el hombre no tenía ningún deseo de reconciliarse con Dios. Esa es una de las consecuencias más funestas y perniciosas del pecado en la vida humana. Destruye en el hombre el deseo de buscar a Dios. A tal punto el pecado llega a ser insidioso y sutil, que nubla la mente y la conciencia humana de modo que el hombre no se da cuenta de la situación en la que está. Es por eso que a diario nos encontramos con personas que no quieren que se les hable de Dios, ni tienen el mínimo deseo de asistir a ningún lugar donde se hable de él. Son enemigos de Dios en su mente, y no saben que Dios es su amigo.
Si esa situación de enemistad no se hubiese resuelto, estaríamos perdidos. Viviríamos y moriríamos sin esperanza. Como Dios es un Dios Santo y Todopoderoso, a quien el pecado ofende porque es su enemigo natural, todos habríamos sido aniquilados y hubiésemos desaparecido para siempre. Por eso Dios dio el primer paso. Envió a su Hijo a morir en lugar del hombre pecador. La muerte de Cristo reconcilió a Dios con el ser humano. Él ya no es más nuestro enemigo. La muerte de Cristo hizo compatible a un Dios santo con la fragilidad humana. Esto es lo que significa que el Señor se haya reconciliado con el hombre.
Aunque el evangelio se ha predicado extensamente, todavía son muchos los que vagan por el mundo con la idea de que Dios es su enemigo. Pero esto no es verdad. De acuerdo a la premisa fundamental del evangelio, Dios es nues¬tro amigo. A él podemos acudir con seguridad, porque es fiel.

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C