Pero pida en fe, no dudando nada: porque el que duda es semejante a la onda, de la mar, que es movida del viento, y echada de una parte a otra. (Sant. 1:6).
Tenemos el privilegio y deber de recibir luz del cielo para poder advertir las trampas de Satanás, y obtener fuerza para resistir a su poder. Se han tomado medidas para que podamos relacionarnos íntimamente con Cristo y gozar de la protección constante de los ángeles de Dios.
Nuestra fe debe llegar detrás del velo, adonde Jesús entró por amor a nosotros. Debemos asirnos con más firmeza de las indefectibles promesas divinas. Debemos tener una fe que no pueda ser negada, que se asga de lo invisible, firme e inconmoviblemente. Una fe tal atraerá las bendiciones del Cielo sobre nuestra alma. La luz de la gloria de Dios que brilla en el rostro de Cristo puede resplandecer sobre nosotros y luego reflejarse sobre todo lo que nos rodea, de modo que se pueda decir que verdaderamente somos la luz del mundo.
Solamente esta relación del alma con Cristo, y nada más, puede impartir luz al mundo. Si no fuera por esta relación, la tierra quedaría sumida en densas tinieblas. . . . Cuanto más profunda sea a lobreguez circundante, tanto más fulgurante debe brillar la luz de la fe y el ejemplo cristianos. (TM:419)
El hecho de que prevalece la incredulidad, y la iniquidad aumenta en derredor, no debe reducir nuestra fe ni hacer vacilar nuestro valor… Si buscáramos a Dios de todo corazón, si trabajáramos con igual fervor y decisión, y creyéramos con esa misma fe inquebrantable, la luz del cielo resplandecería sobre nosotros, tal como brilló sobre el
piadoso Enoc. (RH, 23-10-1888)
¡Ah, ojala me fuera dado hacer comprender a todos la importancia de ejercer fe momento tras momento y hora tras hora! Tenemos que vivir la vida de fe; porque “sin fe es imposible agradar a Dios “Nuestra fuerza espiritual depende de nuestra fe. (HS:130-131) (09)
Devocional Vespertino
“Mi Vida Hoy”
Enero – Una vida consagrada
Por: Elena G. de White