miércoles, 24 de agosto de 2011

¿LO QUE ES JUSTO O LO QUE ES CORRECTO?

¡Ay del que edifica su casa sin justicia y sus salas sin equidad, sirviéndose de su prójimo de balde, sin darle el salario de su trabajo. (Jeremías 22:13)

¿Te has debatido alguna vez entre lo que crees que es justo y lo que sabes que es correcto? Así se encontraba Alicia, incapaz de tomar una decisión. Con el timón en las manos, trataba de controlar su débil embarcación mientras las olas de la libertad de elección intentaban estrellarla contra la roca de su conciencia. Había sido durante muchos años una fiel cristiana pero sus conocidos, que gozaban de una posición económica mejor que la suya, le susurraban a veces palabras que la hacían dudar: «A tu familia le falta chispa, sagacidad, inteligencia». Su esposo, un hombre cariñoso, leal y cristiano, era honrado, pero ¿valía la pena seguir viviendo así?
La mente de Alicia se debatía en un combate feroz. Por una parte sabía lo que Dios demandaba de ella, pero ahora que tenía la oportunidad de traer un poco de «justicia» y prosperidad material a su familia, sentía que los principios divinos eran solo un concepto más en su manera de ver la vida y que había llegado el momento de que eso cambiara. Después de todo, no parecía haber tenido mucha recompensa por haberse mantenido siempre fiel a ellos.
¿Has tenido que tomar decisiones similares? En ocasiones no resulta tan difícil saber qué es lo correcto, como tomar la decisión de hacerlo. Alicia vio la oportunidad que tenía del mismo modo que una niña observa una hermosa muñeca a través de la vidriera: con deseo de obtenerla. Nadie notaría lo que estaba haciendo, y si se descubría, ella no sería la acusada. Apenas había riesgo, pero el cielo entero observaba la decisión de Alicia. También lo hacían las huestes del mal. ¿Quién triunfaría?
Constantemente tenemos que enfrentarnos al dilema de tener que elegir. ¿Qué es bueno o malo en medio de una generación que tiene los conceptos distorsionados? Finalmente Alicia salió vencedora. No sabía si Dios recompensaría su elección, pero el cielo ganó. Nunca dejes que tus decisiones glorifiquen al enemigo y avergüencen al cielo. Dios pronto hará justicia. Espera pacientemente en él.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

¿CUÁNTO VALE EL DINERO EN TU VIDA?

Arrojarán su plata en las calles, y su oro será desechado; ni su plata ni su oro podrá librarlos en el día del furor de Jehová; no saciarán su alma, ni llenarán sus entrañas, porque ha sido tropiezo para su maldad. Ezequiel 7:19.

¿Te imaginas salir algún día de tu hogar y ver que hay dinero tirado en las calles? ¿Qué harías? ¿Cuánto de tu tiempo dedicarías a juntarlo? Hasta el día de hoy recuerdo algo que le tocó vivir a Katy, una joven que moraba en Bahía Blanca, mi ciudad natal. Eran las dos de la tarde y ella acababa de salir del trabajo, cuando en dirección a su hogar y al pasar cerca de un banco, un papel le pegó en la cara. Al tomarlo, vio que era un billete y pensó que se trataba de una propaganda. Luego, al mirar a su alrededor, vio decenas de billetes de cien dólares norteamericanos que volaban a la merced del viento.
Como a esa hora hay muy poca actividad en el centro comercial de Bahía Blanca, solo otro joven vio lo que ocurría, y al igual que ella rápidamente iniciaron su veloz búsqueda del dinero. Alcanzaron algunos en el aire, otros en los parabrisas de autos estacionados, otros en charcos de agua, sobre los árboles y aleros de comercios, y no pudieron alcanzar otros porque el viento se los llevaba.
Luego, al verificar que ya no había más billetes en la calle, junto al otro joven que había hecho lo mismo, entraron al banco para ver qué había ocurrido. Aparentemente, un desconocido tropezó al salir del banco y se abrió su maletín, y como el dinero no estaba sujeto a nada y ese día había mucho viento, cuando alcanzó a reaccionar gran parte de los billetes ya estaban en el aire. Katy y el otro joven sintieron lástima al ver la desesperación y las lágrimas de quien los había perdido, e hicieron lo que muy pocos hubieran hecho: devolvieron el dinero que alcanzaron a juntar. En actitud de agradecimiento, el banco le regaló cien dólares a cada uno.
¿Qué harías tú si te tocara vivir la misma historia? ¿Lo devolverías? ¿Qué lugar ocupa el dinero en tu corazón? ¿Serías capaz de manchar tus manos y tu conciencia con tal de conseguirlo?
La escena que Ezequiel nos muestra parece increíble, ya que las personas "arrojarán su plata en las calles". ¿Te imaginas? En verdad llegará el día cuando el dinero y los bienes materiales no tendrán ningún valor, porque los hombres deberán comparecer delante del Juez eterno. Piensa en eso.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

EL SILENCIO DEL PADRE

Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? Mateo 26:40.

El dolor de Jesús, aquella noche, aumentaba en intensidad al comprobar la indiferencia de sus discípulos. Ellos ni siquiera podían ayudarlo a orar: dormían como si nada anormal estuviese sucediendo. ¡Ironía de la vida! En el mar de Galilea, una noche, Jesús dormía mientras ellos se desesperaban. ¿Cuál era el motivo de su desesperación? ¡Una simple tormenta! Pero, ahora que el clímax de la tormenta cósmica se avecinaba y que el destino de la humanidad estaba en juego; ahora, que la vida eterna, y no solo la mezquina vida terrenal, estaba por ser decidida, ellos dormían.
¿Te das cuenta cómo los seres humanos valoramos las cosas y las situaciones? ¡Que Dios tenga misericordia de nosotros!
Al verse solo, Jesús, aquella noche, oró a su Padre, y aparentemente no obtuvo respuesta. Su oración fue: "Padre, si puedes, pasa de mí esta copa, pero no sea hecho conforme a mi voluntad sino a la tuya".
El cálice, o copa, es usado en la Biblia, a veces, como un símbolo de las bendiciones divinas, y otras como símbolo de la ira de Dios. En el Getsemaní, con toda seguridad, el cálice de Jesús era la más grande bendición que el ser humano podría recibir. ¿Por qué? Porque Jesús estaba recibiendo la ira de Dios, provocada por nuestro pecado; estaba ocupando nuestro lugar. Éramos nosotros sobre quienes el cálice de la ira divina debería ser derramado. Pero, el Señor Jesús te amó tanto que entregó su vida para ocupar tu lugar. ¡Qué bendición!
Jesús oró, aquella triste noche, y aparentemente no recibió respuesta de su Padre; aparentemente, porque el silencio del Padre fue su respuesta: no había otra manera de salvar a la humanidad; no había otra salida. En aquel momento, en las manos de Jesús estuvo nuestro destino: dependía de él. Si lo hubiese querido, habría podido retornar al cielo, y estaríamos perdidos para siempre...
¿Eres tú capaz de entender el silencio divino? Ora a Dios, y confía en él. Ora mucho, y que la triste historia de los discípulos no se repita: "Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora?"

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón