Lugar: Texas, EE.UU.
Palabra de Dios: 1 Tesalonicenses 5:10
Ven, Leo. Vamos -gritó Erin, mientras su hermano Sean y ella corrían hasta la puerta.
Leo, su caniche de cuatro años, los siguió a corta distancia, moviendo la cola y corriendo de uno a otro.
Los dos chicos y su perro corrieron a través del campo hacia el bosque, y luego siguieron el sendero que los llevaba al Río Guadalupe.
Pronto hicieron más lenta la marcha, para dedicarse a explorar, dando vueltas y buscando cualquier cosa interesante que les llamara la atención.
Cuando Sean se dirigió hacia los pastizales, notó un movimiento repentino cerca de él. Casi al mismo tiempo oyó el sonido de un cascabel, y se encontró frente a frente con una serpiente de cascabel de más de 1,60 metros, lista para atacar.
-¡Víbora! -gritó.
Su hermana comenzó a correr hacia su casa lo más rápido que podía. Sean comenzó a correr también, pero la víbora iba detrás de él.
El perro comenzó a ladrar y ladrar, y luego se arrojó frente a la serpiente, dando al niño suficiente tiempo como para llegar a un lugar seguro. Al caniche no le fue tan bien, sin embargo: la serpiente lo mordió seis veces en la cabeza, antes de deslizarse hacia el bosque.
Gimoteando, Leo comenzó a arrastrarse hacia la casa.
-Leo, ¿estás bien?
Con cuidado, Sean tomó al perro que le había salvado la vida. Por momentos, parecía que no sobreviviría, pero de alguna manera el perro se recuperó notablemente. La familia nunca olvidó el acto heroico de su mascota. ¡Leo estuvo dispuesto a dar su vida, para salvar la de Sean!
Eso es lo que Jesús hizo por ti y por mí. Él dio su vida en la cruz, para que nosotros podamos vivir. “Él murió por nosotros para que, en la vida o en la muerte, vivamos junto con él”
Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson