Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero (Apocalipsis 19:9).
Era un día agitado, todos parecían inmersos en tareas concretas. El decorador entretejía cintas y lazos, los cocineros hacían gala de sus habilidades, los músicos ensayaban sus melodías y la maestra de ceremonias lanzaba al viento un anuncio especial: «28 de marzo de 1989...». Aquel era un día feliz, en el que el amor envolvería en un beso dos corazones. Los invitados... ¡ansiosos! Los padres... ¡exhaustos! Los novios... ¡nerviosos! Todo parecía un carrusel de eterna felicidad.
Por fin las puertas del templo se abrieron para agasajar a los invitados. El novio estaba hecho un manojo de nervios, la novia iba envuelta en su vestido blanco, las parejas acompañantes estaban más elegantes que nunca. Todo estaba listo, pero algo no iba bien. El pastor que debía oficiar la ceremonia no había llegado. Recuerdo muy bien aquel intenso día... porque era el día de mi boda.
Nos sentimos muy felices cuando nos invitan a una boda o a algún evento especial. Pero ser invitados al evento más grandioso de la historia del universo debe ser considerado el honor más grande y la mayor oportunidad que jamás se nos hayan concedido. Tú y yo somos llamadas a participar de ese extraordinario evento. ¿Estás tomando en serio esa invitación? Unirnos para siempre bajo el manto del amor era nuestro mayor anhelo. ¿Piensas con frecuencia en el día en que participes de las bodas del Cordero? ¿Qué preparativos estás haciendo?
¿Está tu familia entera preparándose para asistir a las bodas celestiales? Aquel 28 de marzo el pastor llegó justo a tiempo y hoy mi esposo y yo nos encontramos felizmente casados y disfrutando de un amor que crece con el tiempo. El gran Pastor muy pronto llegará para unir a su iglesia con Cristo por toda la eternidad. ¿Estarás lista para ese día? ¿Has establecido tus prioridades en función de una fecha tan señalada? No dejes que nada ni nadie te quite ese privilegio. Clama fervientemente cada día: «Señor, gracias por llamarme. Guía mi vida para que tu llamado se convierta en realidad con mi presencia en las bodas del Cordero».
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
Era un día agitado, todos parecían inmersos en tareas concretas. El decorador entretejía cintas y lazos, los cocineros hacían gala de sus habilidades, los músicos ensayaban sus melodías y la maestra de ceremonias lanzaba al viento un anuncio especial: «28 de marzo de 1989...». Aquel era un día feliz, en el que el amor envolvería en un beso dos corazones. Los invitados... ¡ansiosos! Los padres... ¡exhaustos! Los novios... ¡nerviosos! Todo parecía un carrusel de eterna felicidad.
Por fin las puertas del templo se abrieron para agasajar a los invitados. El novio estaba hecho un manojo de nervios, la novia iba envuelta en su vestido blanco, las parejas acompañantes estaban más elegantes que nunca. Todo estaba listo, pero algo no iba bien. El pastor que debía oficiar la ceremonia no había llegado. Recuerdo muy bien aquel intenso día... porque era el día de mi boda.
Nos sentimos muy felices cuando nos invitan a una boda o a algún evento especial. Pero ser invitados al evento más grandioso de la historia del universo debe ser considerado el honor más grande y la mayor oportunidad que jamás se nos hayan concedido. Tú y yo somos llamadas a participar de ese extraordinario evento. ¿Estás tomando en serio esa invitación? Unirnos para siempre bajo el manto del amor era nuestro mayor anhelo. ¿Piensas con frecuencia en el día en que participes de las bodas del Cordero? ¿Qué preparativos estás haciendo?
¿Está tu familia entera preparándose para asistir a las bodas celestiales? Aquel 28 de marzo el pastor llegó justo a tiempo y hoy mi esposo y yo nos encontramos felizmente casados y disfrutando de un amor que crece con el tiempo. El gran Pastor muy pronto llegará para unir a su iglesia con Cristo por toda la eternidad. ¿Estarás lista para ese día? ¿Has establecido tus prioridades en función de una fecha tan señalada? No dejes que nada ni nadie te quite ese privilegio. Clama fervientemente cada día: «Señor, gracias por llamarme. Guía mi vida para que tu llamado se convierta en realidad con mi presencia en las bodas del Cordero».
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera