viernes, 23 de marzo de 2012

¡APAGA ESE FUEGO!

«Los que estaban escondidos para atacar la ciudad se habían puesto de acuerdo con los otros israelitas para avisarles con una gran columna de humo cuando hubieran tomado la ciudad» (Jueces 20:38).

Hemos llegado al lugar donde ocurrirá una batalla entre los israelitas y los descendientes de Benjamín. ¡Mira! Los hijos de Israel están enviando señales de humo para que el resto del ejército sepa que es el momento de pelear
¿De dónde sacan tanto humo? Alguien dijo que «donde hay humo, es porque hay fuego». Eso significa que aunque no veamos fuego, si hay humo es porque hay un fuego latente esperando para arder
Seguramente hemos visto alguna vez un afiche en un parque natural que hable sobre prevención de incendios. Cuando vamos a acampan debemos asegurarnos de no dejar nada encendido al marcharnos. Aunque no veamos arder ningún fuego, si hay humo, el fuego puede reavivarse.
La rabia es como una brasa que arde bajo la superficie. Si la mantienes guardada durante mucho tiempo, puede convertirse en un fuego abrasador No guardes eso en tu interior Habla de ello con Dios y cuéntale cómo te sientes. Si se lo permites, él puede sacar esa rabia de ti y evitar que se convierta en un fuego abrasador que puede consumirte a ti y a los que te aman.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

TAN SOLO CREE

Si puedes creer, al que cree todo le es posible (Marcos 9: 23).

Dios registró en su Palabra ejemplos inspiradores de personas que creyeron aunque su fe era débil. ¿Recuerdas la historia Bíblica de aquel hombre cuyo hijo estaba poseído por demonios? Él le pidió a Jesús que tuviera compasión de él (ver Marcos 9:22). El asunto no era lo que «podía» hacer Jesús, sino ¡cuánto podía creer el hombre! Jesús aclaró esto al decirle: «Si puedes creer, al que cree todo le es posible» (vers. 23). El hombre contestó de una vez diciendo: «Creo» (vers. 24). Es como si el Espíritu Santo le hubiera dicho: «Rápido, pide ayuda para tu incredulidad, antes de que Satanás venga y susurre palabras de desánimo en tus oídos». Con lágrimas en los ojos dijo: «Señor, ayuda mi incredulidad». Recordaba que otros habían tratado de sanar a su hijo sin ningún resultado. Dios le mostró su debilidad, y él reconoció su poca fe, pidiendo al mismo tiempo la ayuda de Jesús.
«La fe nos une con el cielo y nos da fuerza para contender con las potestades de las tinieblas. Dios ha provisto en Cristo los medios para contrarrestar toda malicia y resistir toda tentación, por fuerte que sea. Pero muchos sienten que les falta la fe, y por eso permanecen apartados de Cristo. Arrójense estas almas, conscientes de su desesperada indignidad, en los brazos misericordiosos de su compasivo Salvador. No se miren a sí mismas, sino a Cristo. El que sanó a los enfermos y echó fuera los demonios cuando andaba con los hombres, sigue siendo el mismo poderoso Redentor» (El ministerio de curación, p. 42).
Amiga, hoy el Espíritu Santo nos invita a que con urgencia pidamos a Jesús que nos ayude en nuestra incredulidad. Si él pudo ayudar a aquel hombre, también nos ayudará a nosotras. Jesús aún nos pregunta si creemos en él. ¿Cuál será tu respuesta?
Recuerda la maravillosa promesa que nos dejó: «Bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor» (Luc. 1:45).
¡Creamos en el hoy y siempre!

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Jenny Avaylon

¿LADRIDO DE PERROS?

Atiende al consejo y acepta la corrección; así llegarás a ser sabio. Proverbios 19:20.

«La luna tendría que dejar de brillar — reza un dicho — si le hiciera caso a los perros que se la pasan ladrándole». No conozco el origen de este dicho popular, pero sí he leído una anécdota de Abraham Lincoln que lo menciona.
Se cuenta que cierto día caminaba Lincoln cerca del edificio del Capitolio, en Washington D.C., cuando un conocido se le acercó y comenzó a mencionarle las críticas que se hacían de él y de su gobierno en todo el país. Para sorpresa del hombre, Lincoln siguió caminando, inmutable. Cuando notó que sus palabras estaban cayendo en saco roto, el hombre increpó directamente al presidente:
— Sr. presidente, ¿usted me está escuchando?
En ese momento, Lincoln se detuvo.
— ¡Claro que lo estoy escuchando! Lo que pasa es que, como usted bien sabe, cuando la luna brilla, algunos perros tienen la costumbre de ladrarle.
Lincoln siguió caminando.
— ¿Qué quiere decir con eso? — preguntó el hombre, intrigado.
— Lo que quiero decir es que, por mucho que ladren los perros, la luna sigue brillando (Signs of the Times, noviembre de 2000, p. 32).
Este incidente de la vida de Abraham Lincoln ilustra una gran verdad: Por mucho que te esfuerces en hacer bien las cosas, nunca lograrás escapar a los «ladridos de los perros»; esos especialistas en ver defectos en todo. ¿Cuál será tu respuesta entonces? ¿Dejarás de brillar? ¿Perderás el sueño porque alguien te está criticando? Por supuesto que no. Si la crítica es injusta, ¿por qué darle importancia? Recuerda que la gente solo lanza piedras al árbol que da fruto.
El caso es muy diferente cuando la crítica señala un aspecto de tu conducta que amerita corrección. Usualmente, estos comentarios provienen de gente que en verdad desea tu bienestar. En estos casos, no son «ladridos de perros» los que estás escuchando, razón por la cual te convendrá «atender el consejo y aceptar la corrección», porque así llegarás a ser sabio. (Prov. 19:20).
¿Están siendo objeto de críticas en este momento? Si estás tallando en algún aspecto de tu vida, pídele a Dios que le ayude a corregirlo. Pero si no tienes nada de qué avergonzarle, entonces todo lo que estas escuchando son «ladridos de perros». En ese casi, ¿por qué dejar de brillar?.
Señor, ayúdame a distinguir la crítica justa de la injusta, y a corregir mi conducta cuando este fallando.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

EL CAMINO ANCHO

«Porque nada de lo que hay en el mundo —los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida— proviene del Padre, sino del mundo» (1 Juan 2:16).

La Biblia enseña que solo hay dos caminos: uno bueno y otro malo, el camino a la vida eterna y el que lleva a la perdición. No hay, como algunos quisieran, una tercera vía, la calle de en medio. Jesús habló de esos dos caminos en Mateo 7:13, 14. Hoy hablaremos de qué significa transitar por el camino ancho.
Cuando estoy al volante de mi automóvil, prefiero circular por una cómoda autopista de dos canales a hacerlo por una carretera de un solo canal. Una autopista tiene más espacio y me permite conducir con más rapidez y seguridad. Jesús habló de una puerta ancha y de un camino ancho (en términos modernos, una autopista). Como el camino ancho tiene un acceso cómodo y fácil de seguir, está muy transitado. En la ilustración de Jesús, el camino ancho representa los caminos del mundo.
En esta carretera usted no tendrá problemas para entrar porque el acceso es muy amplio. Por esa vía puede circular «todo lo que hay en el mundo; los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida» (1 Juan 2:16).
Circulando por esa carretera usted jamás se sentirá solo; siempre estará bien acompañado, porque es fácil de seguir. Pero recuerde que la multitud siempre lleva por mal camino. «Hay camino que al hombre le parece derecho, pero es camino que lleva a la muerte» (Prov. 16:25).
«Por el camino a la muerte puede marchar todo el género humano, con toda su mundanalidad, todo su egoísmo, todo su orgullo, su falta de honradez y su envilecimiento moral. Hay lugar para las opiniones y doctrinas de cada persona; espacio para que sigan sus propias inclinaciones y para hacer todo cuanto exija su egoísmo. Para andar por la senda que conduce a la destrucción, no es necesario buscar el camino, porque la puerta es ancha, y espacioso el camino, y los pies se dirigen naturalmente a la vía que termina en la muerte» (Así dijo Jesús [APIA, 2007], cap. 6, pp. 211, 212)
Escoger el camino ancho es un error. El camino angosto es el camino correcto. Basado en Mateo 7: 13,14

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill