viernes, 29 de abril de 2011

AGUA VIVA – 2ª PARTE

Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed ni venga aquí a sacarla (Juan 4: 15).

Ayer contemplábamos a Jesús sentado junto al pozo de Jacob. Elena G. de White narra magistralmente la escena: «El Rey del cielo se presentó a esta paria de la sociedad, pidiendo un servicio de sus manos. El que había hecho el océano, el que rige las aguas del abismo, el que abrió los manantiales y los canales de la tierra, descanso de sus fatigas junto al pozo de Jacob y dependió de la bondad de una persona extraña para una cosa tan insignificante como un sorbo de agua» (El Deseado de todas las gentes, p. 162).
¿Te dicen algo especial estas palabras? Jesús comprende tus problemas, porque el también los vivió. Pero sabe que tus necesidades van más allá de las carencias materiales. Tu mayor necesidad es la de un encuentro personal con tu Salvador. Beber del agua de vida no te libera de las penurias de este mundo, más bien te ofrece la seguridad de un mundo sin ellas.
Jesús acudió para salvar a aquella mujer. ¿Que faltaba ahora? La decisión de ella. El agua estaba, solo debía tomarla y reconocer que Jesús podía limpiarla.
«Sacia mi sed, te pido, Señor. / Llena hoy mi vaso con tu amor. /Agua viva dámela con plenitud, / lléname, sacia tu mi corazón. / En la fuente terrenal yo buscaba / la sed de dicha mitigar. / Oí a mi Señor que hablaba: / "Sacia tu sed con agua eternal".
Estas pueden haber sido las palabras de la mujer samaritana. De hecho, el agua que Cristo le ofreció, surtió efecto en ella. La Biblia asegura que, dejando su cántaro, se fue a los suyos para contarles lo que había ocurrido, y por su testimonio muchos se beneficiaron de esa misma agua de vida eterna.
¿Deseas tú, como aquella mujer samaritana, poner a un lado lodo lo que te impide llegar hasta Jesús y aceptar sus palabras como el agua viva que traerá salvación a tu vida? Si es así, clama desde lo más profundo de tu ser: «Sacia mi sed, te ruego, Señor. Llena hoy mi vaso con tu amor».
«Pero el que beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás» (Juan 4: 14).

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

ESCUCHANDO LA CONCIENCIA

Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo. Romanos 9:1.

Según el Nuevo diccionario de la Biblia, la definición de "conciencia" es: "Concepto de voz interna que permite al ser humano tener cierto discernimiento entre lo bueno y lo malo" (p. 239). Si bien la creencia popular dice que quienes actúan según los principales de su conciencia son personas "débiles", es importante escuchar lo que esa voz interna sugiere, especialmente cuando ha sido alimentada con los principios bíblicos.
Ese fue el caso de Alphonse Lutringer, empresario jubilado de unos setenta años que no soporto el peso de su conciencia. Sus vecinos le preguntaron varias veces por su esposa, pero a todos, incluso a los familiares de ella, les respondía que lo había abandonado. Un primo de su esposa, sospechando alguna situación rara, convenció a las autoridades de Francia que investigaran el asunto. Los investigadores encontraron que la ropa, las joyas y otros elementos personales de la desaparecida estaban en la casa. Además hallaron manchas de sangre en un colchón, y el diario íntimo de ella terminaba bruscamente en una determinada fecha. Al ser interrogado, Lutringer perdió el equilibrio emocional y confeso que había matado a su mujer. Poco después se suicidó.
El apóstol Pablo aclaro la relación entre la conciencia humana y la obra de Dios en el hombre: "Mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo". Es decir, Dios no solo obra en sus hijos para producir los frutos del Espíritu, sino que también alimenta la conciencia de aquel que acepta la conducción divina.
Esa voz interior no está puesta por Dios para torturarte, sino para que con su ayuda puedas vencer las tentaciones y derrotar al enemigo. La conciencia trata de prevenir, de alertar y de amonestar a fin de que te apartes de aquellos caminos que te traerán dolor y angustia en el futuro. Lutringer actuó sin pensar en su conciencia y termino abrumado por el peso de la culpa.
Esa triste experiencia no debiera ocurrir en ningún cristiano sincere, por-que la conciencia alimentada por el Espíritu ayuda a prevenir la conducta problemática o nos anima a volver a Dios después de haber errado. Permítele al Espíritu Santo que te hable a través de tu conciencia, y tu vida espiritual crecerá en el cumplimiento del plan de Dios para ti.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

EN JESÚS

Arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis sido ensenados, abundando en acciones de gracias. Colosenses 2:7.

Jazmín se sentó sobre una enorme piedra, frente al mar, y suspiro. ¿Recuerdos robados de la vida? ¡Si! Jazmín vivía de ellos; los disfrutaba. Ella dirigía las escenas en sus sueños. En ese mundo suyo, nadie la hería ni la rechazaba, ni la hacía sentir inferior. En ese universo que a diario construía, no había motivos para llorar.
El frio del agua traída por una ola la hizo volver a la realidad. Sacudió sus pies mojados. Miro a lo lejos, y sonrió. Allí todo era bello. ¿Cómo no creer en Dios, ante aquel cuadro fascinante que acuarela ninguna podría pintar?
Dentro de ella, sin embargo, no había belleza; solo el resentimiento y la amargura. Su corazón era un mar turbulento. ¡Contrastes de la vida!
Se quedó un buen rato contemplando el mar. Observe las olas salvajes, que golpeaban la roca bajo sus pies. Volvió a sonreír: aquellas ondas furiosas agredían inútilmente a la roca. Ella, señora del mar, parecía mirarlas socarronamente, como si dijese: "¿Se cansaron ya de golpear?"
Jazmín entendió el mensaje. ¿Por qué las actitudes ajenas la herían tanto? Ella no era roca; era pobre arena del mar. Hoja seca, pluma arrancada, papel hecho pedazos.
El consejo bíblico de hoy es: "Arraigados y sobreedificados en El". ¿En quién? En la Roca de los siglos, que resistió los vendavales de la injusticia humana, y murió perdonando a los que lo clavaban en la cruz.
En tus horas de dolor y de lágrimas, aparta los ojos de ti; de tus dolores, de las injusticias que las personas cometen contra ti, y dirígelos a Jesús. Agradécele por el dolor y por las circunstancias adversas, y veras que tu cielo se despeja. Y entenderás que, por detrás de las nubes oscuras, había luna y las estrellas brillaban en todo su esplendor.
¿Qué cosas no andan bien en tu vida? qué desafíos te esperan afuera? ¿Que te hicieron las personas? No temas. Deposita tu confianza en Jesús, y parte sin temor, recordando el consejo bíblico: "Arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis sido ensenados, abundando en acciones de gracias".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón