Estuvo allí hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que dijo el Señor por medio del profeta, cuando dijo: De Egipto llamé a mi hijo. (Mateo 2:15).
La vida terrenal de Cristo, muy a pesar de sus oponentes, ha llegado a convertirse en el centro de la historia de la humanidad. Miles de personas visitan cada día los lugares por los cuales anduvo Jesús. Aunque Cristo vino como miembro de la nación judía, me impresiona saber que la salvación que ofrecía era para todo el mundo, sin importar nacionalidad, raza, color o credo.
Egipto, aquella nación que esclavizó al pueblo de Dios durante más de cuatrocientos años, aquella tierra que fue escenario de los juicios divinos y que se convirtió en piedra de tropiezo para muchos israelitas que después de su liberación continuaban siendo esclavos de sus encantos, aquella tierra que vio nacer al gran líder Moisés y que lo vio rescatar al pueblo de Dios, ahora era el lugar escogido para proteger al Príncipe de paz. Dios había provisto que María, junto con José y el niño, huyeran del inminente peligro que se cernía sobre el Mesías prometido.
La conocida «iglesia colgante», erigida en El Cairo, Egipto, sobre una cueva donde, según se cree, se refugió la familia de Jesús cuando huía de Herodes, se levanta como testigo mudo de que la misericordia divina se extiende aún para los que aparentemente no encuentran perdón a sus múltiples pecados.
Puede ser que ahora estés pasando por momentos en los que no entiendas los porqués de las circunstancias que te atan, pero recuerda que Dios tiene muchas maneras de mostrarte su misericordia. ¡Cuántas mujeres viven una vida vacía! Así se encontraba la adúltera María cuando fue a Jesús, esclava del pecado y del remordimiento, sintiéndose vacía y sin esperanza. Pero la salvación divina fue hasta su Egipto particular, y le dio libertad.
Para ti también hay libertad en Cristo Jesús. Libertad de todos tus pecados. Libertad de un pasado equivocado. Cristo puede y quiere ser para ti ese puente de salvación que te da la entrada a las mansiones eternas. Ve a él y experimenta una nueva vida restaurada por su amor.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
La vida terrenal de Cristo, muy a pesar de sus oponentes, ha llegado a convertirse en el centro de la historia de la humanidad. Miles de personas visitan cada día los lugares por los cuales anduvo Jesús. Aunque Cristo vino como miembro de la nación judía, me impresiona saber que la salvación que ofrecía era para todo el mundo, sin importar nacionalidad, raza, color o credo.
Egipto, aquella nación que esclavizó al pueblo de Dios durante más de cuatrocientos años, aquella tierra que fue escenario de los juicios divinos y que se convirtió en piedra de tropiezo para muchos israelitas que después de su liberación continuaban siendo esclavos de sus encantos, aquella tierra que vio nacer al gran líder Moisés y que lo vio rescatar al pueblo de Dios, ahora era el lugar escogido para proteger al Príncipe de paz. Dios había provisto que María, junto con José y el niño, huyeran del inminente peligro que se cernía sobre el Mesías prometido.
La conocida «iglesia colgante», erigida en El Cairo, Egipto, sobre una cueva donde, según se cree, se refugió la familia de Jesús cuando huía de Herodes, se levanta como testigo mudo de que la misericordia divina se extiende aún para los que aparentemente no encuentran perdón a sus múltiples pecados.
Puede ser que ahora estés pasando por momentos en los que no entiendas los porqués de las circunstancias que te atan, pero recuerda que Dios tiene muchas maneras de mostrarte su misericordia. ¡Cuántas mujeres viven una vida vacía! Así se encontraba la adúltera María cuando fue a Jesús, esclava del pecado y del remordimiento, sintiéndose vacía y sin esperanza. Pero la salvación divina fue hasta su Egipto particular, y le dio libertad.
Para ti también hay libertad en Cristo Jesús. Libertad de todos tus pecados. Libertad de un pasado equivocado. Cristo puede y quiere ser para ti ese puente de salvación que te da la entrada a las mansiones eternas. Ve a él y experimenta una nueva vida restaurada por su amor.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera