«Les aseguro que el que no acepta el reino de Dios como un niño, no entrará en él» (Mar. 10: 15).
Una pareja había salido a cenar con su bebé. Sentados en una mesa junto a la ventana, de pronto se acercó un mendigo, que comenzó a dar golpes contra el cristal para llamar la atención del pequeño. Con ropas raídas y aspecto de no haberse bañado en años, aquel desconocido hacía caritas al bebé, que no tardó en corresponderle.
—Hola, bebito —le decía el hombre desde el otro lado del cristal.
Los padres se miraban con inquietud, sin saber cómo reaccionar. Decidieron que lo mejor era ignorar al desconocido, pero su niño parecía no entender decisiones de adultos, porque seguía prestándole su atención plena, repitiendo sus mismos gestos y sonidos. Cuando terminaron de cenar, el papá tomó al pequeño en brazos y salió rápido en dirección al automóvil, con la decisión de no detenerse. «Señor, ayúdame a salir de aquí antes de que este loco le hable a mi hijo», pensó. Pero era tarde. —Hola —le dijo el hombre al pequeño.
El bebé se volvió hacia él, alargándole los brazos como para decirle «cárgame». Después se abalanzó a los brazos del mendigo, que lo agarró con confianza y se echó a llorar. El padre aguantó la respiración hasta que su hijo estuvo de nuevo en sus brazos.
—Dios lo bendiga —dijo el hombre—, hoy me ha dado un hermoso regalo. Aquel padre, casi llorando, oró: «Dios mío, perdóname. Acabo de presenciar el amor de Cristo a través de la inocencia de mi hijo. Donde yo solo veía prejuicios, él solo veía alguien a quien amar».
¿Cómo anda tu nivel de prejuicios? Si está muy elevado, quizás conviene que reconsideres tu actitud hacia los marginados de tu entorno y de la sociedad en general. Tal vez te ayude recordar que Jesús, nuestro Señor y Salvador, también sufrió el rechazo del prejuicio. «¿Acaso el Cristo ha de venir de Galia lea?», decían algunos en referencia á su origen (Juan 7: 41, LBLA). «¿No es este el carpintero, el hijo de María y hermano de Jacobo, José, Judas y Simón?», lo menospreciaban otros (Mar. 6:3). Muchos de ellos decían: «¿Por qué le hacen caso, si tiene un demonio y está loco?» (Juan 10: 20). Mentalidades pre juiciosas que impidieron a muchas personas reconocer y aceptar al Mesías. ¿Estás dispuesta a correr el riesgo de que los prejuicios te impidan ver lo que tienes delante?
DEVOCIÓN MATUTINA PARA DAMAS 2020
UN DÍA A LA VEZ
Patricia Muñoz Bertozzi
Lecturas Devocionales para Mujeres 2020.