Como aquel que consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros. (Isaías 66:13).
Si miras al pasado recordaras momentos en los que el consuelo fue un bálsamo para tus heridas. Es cierto que lo que algunos amigos entienden por palabras «consoladoras» se parece a lo que hicieron los «amigos» de Job, y que en tales casos lo único que han logrado es profundizar tus heridas. Sin embargo, Dios promete llegar a tu vida con un consuelo real.
Cuando somos pequeños, dependemos totalmente de nuestros padres para subsistir. Si sufrimos una calda, lloramos no tanto por el dolor físico que nos haya causado, sino más bien porque anhelamos el consuelo de nuestra madre. Mi pequeño viene a mí cada vez que le sucede algo, para que yo lo bese y lo cargue. Su problema termina cuando siente mi consuelo. Dios nos ve como bebes que, indefensos en medio de un mundo cruel, buscamos desesperadamente a alguien que escuche nuestro dolor, que comprenda nuestras lágrimas sin críticas ni censuras. Por eso nos dejó la magnífica promesa de su consuelo. Si, su consuelo estará presente en cada caída, en cada hora difícil, en cada instante de duda y temor. No temas si a tu alrededor la tempestad es devastadora.
En los lugares donde se producen tornados con frecuencia, la gente hace provisión para esconderse y preservar sus vidas. Ese sótano que se convierte en el refugio de salvación es la única vía de escape. Jesús es ese sótano que te cobija y te consuela cuando lodo a tu alrededor es destruido por el devastador tornado del pecado.
Frente a la tempestad que lucha por destruir tu vida y la de tu familia, refúgiate en sus brazos consoladores. No confíes en tu propia capacidad. Solo puedes tener vida si te refugias en él. Su consuelo te ensenara a consolar a los demás. Entonces podrás estar segura de que Dios está al mando de tu vida, así como de la de los tuyos, y de que no hay nada que se escape, a su poder. Camina completamente segura en sus brazos porque, en el peor de los momentos, él te cargará.
Los brazos de Dios están siempre dispuestos a cargarnos.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
Si miras al pasado recordaras momentos en los que el consuelo fue un bálsamo para tus heridas. Es cierto que lo que algunos amigos entienden por palabras «consoladoras» se parece a lo que hicieron los «amigos» de Job, y que en tales casos lo único que han logrado es profundizar tus heridas. Sin embargo, Dios promete llegar a tu vida con un consuelo real.
Cuando somos pequeños, dependemos totalmente de nuestros padres para subsistir. Si sufrimos una calda, lloramos no tanto por el dolor físico que nos haya causado, sino más bien porque anhelamos el consuelo de nuestra madre. Mi pequeño viene a mí cada vez que le sucede algo, para que yo lo bese y lo cargue. Su problema termina cuando siente mi consuelo. Dios nos ve como bebes que, indefensos en medio de un mundo cruel, buscamos desesperadamente a alguien que escuche nuestro dolor, que comprenda nuestras lágrimas sin críticas ni censuras. Por eso nos dejó la magnífica promesa de su consuelo. Si, su consuelo estará presente en cada caída, en cada hora difícil, en cada instante de duda y temor. No temas si a tu alrededor la tempestad es devastadora.
En los lugares donde se producen tornados con frecuencia, la gente hace provisión para esconderse y preservar sus vidas. Ese sótano que se convierte en el refugio de salvación es la única vía de escape. Jesús es ese sótano que te cobija y te consuela cuando lodo a tu alrededor es destruido por el devastador tornado del pecado.
Frente a la tempestad que lucha por destruir tu vida y la de tu familia, refúgiate en sus brazos consoladores. No confíes en tu propia capacidad. Solo puedes tener vida si te refugias en él. Su consuelo te ensenara a consolar a los demás. Entonces podrás estar segura de que Dios está al mando de tu vida, así como de la de los tuyos, y de que no hay nada que se escape, a su poder. Camina completamente segura en sus brazos porque, en el peor de los momentos, él te cargará.
Los brazos de Dios están siempre dispuestos a cargarnos.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera