miércoles, 30 de diciembre de 2009

GRATITUD POR LA SALUD

Mi alma glorifica al Señor(S. Lucas 1: 46).

Si tuviéramos que anotar todo lo que Dios nos ha dado la lista sería interminable. Pero quiero compartir unas razones por las que tengo un corazón agradecido a nuestro Dios. Estábamos llegando al final del curso escolar, la alegría de salir de vacaciones era incontenible. Tendríamos un campamento y de ahí un verano con varias actividades. La noticia nos consternó: el abuelo Faustino estaba grave. Salimos antes de lo planeado. Realmente se veía mal. Fue atendido por especialistas y durante casi tres meses estuvo en terapia intensiva. Las oraciones se elevaron a favor de él en muchas iglesias y hogares de hermanos. Yo lo hacía constantemente. Cada vez que mi papá volvía de visitarlo le preguntaba: «¿Cómo está el abuelo?» Estaba totalmente diferente, su vida era una lucha con la muerte. Lloré sin lograr contener las lágrimas. Seguimos orando: «¡Dios, sana a mi abuelito!»
El verano pasó y empecé un nuevo curso escolar. Una noticia más llegó al hogar: el abuelo Juan estaba enfermo y no sabían qué tenía. ¡No podía ser! Mis dos abuelitos enfermos. Me sentía muy lastimada. «Dios, has sido tan bueno con nosotros, por favor, no permitas que mis abuelitos sigan enfermos». Se acercaba el fin de año. El abuelito Faustino con casi seis meses postrado en cama y el abuelito Juan con tres semanas en el hospital. «¡Qué fin de año tan tiste!», le dije a mi mamá. ¡Cuántas sorpresas me esperaban.
Dios me permitió visitar a mis abuelos, interpretarles sus himnos favoritos en el violín; incluso algunos que nunca había tocado, pero que para ellos eran sus cánticos de esperanza. Disfruté mucho hacerlo. Fue un fin de año diferente: en mi corazón había una enorme gratitud. Dios me había contestado. Mis abuelos estaban bien, los dos en casa, ya no en el hospital. Por eso, tomo las palabras que María exclamara cuando el ángel del Señor se le apareció: «Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador [... ] porque el Poderoso ha hecho grandes cosas por mí. ¡Santo es su nombre! [...]. Hizo proezas con su brazo [...]. Acudió en ayuda de su siervo Israel y, cumpliendo con su promesa a nuestros padres, mostró su misericordia a Abraham y a su descendencia para siempre» (Lúe. 1: 46, 49, 51, 54).

ItzelDe los Santos Aguirre
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.

UNA ÚLTIMA REFLEXIÓN

Que el Señor te bendiga y te proteja; que el Señor te mire con agrado y te muestre su bondad; que el Señor te mire con amor y te conceda la paz. Números 6: 24-26.

Hoy, el penúltimo día del año, dedica un tiempo a pensar en cómo Dios os ha bendecido a ti y a tu familia durante esta parte del viaje increíble. Echa un vistazo al 31 de julio, al 31 de agosto, al 30 de septiembre al 31 de octubre y al 30 de noviembre. Lee las peticiones especiales que escribiste en esos días. ¿Cómo respondió a cada una de ellas? Recuerda, la respuesta puede sersí, no o espera.


Tomado de la Matutina el viaje Increible.

ALCEN LOS OJOS Y MIREN

¿No decís vosotros: «Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega?» He aquí os digo: «Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega». Juan 4: 35.

Los discípulos miran hacia donde el Señor les indica y lo que contemplan les llena el corazón de asombro. Hace todavía una hora recorrían las calles de Sicar, buscando provisiones. La gente los miraba con aire de desconfianza. Tampoco ellos se sentían a gusto en medio de los enemigos de su nación y de su culto. Ahora, apenas minutos después, aquellos mismos samaritanos medio paganos acuden en tropel a Jesús, y perciben que van a tener un puesto con ellos en el reino de los cielos.
Los discípulos habían estado con aquella gente mientras compraban alimentos en la ciudad. Intercambiaron con ellos únicamente las palabras indispensables para procurar las provisiones. Probablemente no se les ocurrió revelar su identidad a aquellos extranjeros, ni mucho menos confiarles que habían hallado al Mesías. No les habían dicho nada. No les hablaron nada de la espléndida causa a la que se habían consagrado totalmente. No les habían dejado traslucir nada acerca de su nueva vida por el poder de Jesucristo. ¡Qué tragedia! ¡Los discípulos de Jesús en la ciudad y nadie lo supo!
«Alzad los ojos y contemplad» es la orden del Maestro. La gente es menos mala de lo que imaginamos, y está menos alejada del evangelio de lo que muchas veces suponemos. Y vamos y venimos en medio de ellos, sin pensar siquiera en comunicarles algo de nuestro cristianismo, o sin atrevernos a hacerlo.
¿Cuándo nos decidiremos a romper de una vez los negros cristales con los que nos empeñamos en contemplar la vida y el mundo? ¿Dónde están esos campos de mies?
Como requisito de la asignatura de Evangelismo Personal, Joñas, un joven estudiante de una de nuestras universidades, visitaba un barrio de la ciudad, haciendo contactos misioneros. Mientras llamaba a las puertas para ofrecer la revista Prioridades, en uno de los hogares que visitó se encontró con una señora que, después de escuchar sus palabras, le dijo: «Usted es la respuesta a lo que he estado pidiendo a Dios. Me encuentro desesperada, a pesar de todo lo que poseo. Siento en mi corazón una profunda necesidad, que nada ni nadie puede llenar». Ese día comenzó un nuevo amanecer para esa angustiada señora. Jesús llegó a su corazón y llenó su vida con la paz que solo él puede ofrecer.
Los campos están maduros para la siega. Pasar inadvertidos o guardar silencio es un pecado grave. Muchos están esperando que compartas con ellos la gran salvación que has encontrado en Jesús.

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.