domingo, 11 de marzo de 2012

SALTA COMO UNA LANGOSTA

«Sembraros mucha semilla, pero recogerás poco fruto porque la langosta lo devorará» (Deuteronomio 28:38).

¿Alguna vez has atrapado un saltamontes? No es un insecto fácil de atrapan ¿verdad? Si tuviste la velocidad necesaria para hacerlo, ¿pudiste ver las grandes tenazas que tiene en su boca? Los saltamontes usan esas tenazas para comer grandes cantidades de comida. Si hay saltamontes en los alrededores de tu casa, quizá los has visto comiendo las hojas de algunas plantas. ¡Un solo saltamontes puede comer mucho! Ahora, imagínate una especie de saltamontes dos veces más grande, y en enjambres de millones. ¡En cuestión de minutos tu jardín habrá desaparecido!
De eso habla Deuteronomio 28:38. Estos saltamontes grandes y hambrientos existen, y se llaman langostas. Ahora acabamos de encontrar un enjambre de langostas. Si el pueblo de Dios pone su confianza en él y lo obedece, él los protegerá. Pero si rechazan la protección de Dios, no podrán recoger sus cosechas porque las langostas acabarán con ellas.
Dios no quiere que a nosotros nos pase nada malo, pero si escogemos apartarnos de él estamos diciendo que no queremos su protección. Yo no quiero estar fuera de la protección de Dios, ¿y tú? Saltemos hacia sus brazos, que él nos mantendrá seguros.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

CLAMA AL SEÑOR

Y entró espíritu en ellos, y vivieron se pusieron en pie (Ezequiel37: 10).

Una de las acepciones de la palabra «clamar» que recoge el Diccionario de la Real Academia es: «Manifestar necesidad de algo». Y yo te pregunto esta mañana: ¿Cuándo fue la última vez que le manifestaste a Dios con vehemencia alguna necesidad?
¡Todos tenemos numerosas y diferentes necesidades! Quizá pensemos que únicamente debemos clamar a Dios cuando un miembro de nuestra familia cae enfermo de gravedad, cuando sufrimos un terrible revés económico, o cuando atravesamos una situación angustiante.
Querida amiga, contamos con muchas promesas. Una de ellas nos dice: «Claman los justos y Jehová los oye» (Sal 34:17). Dicho de otra forma: los justos manifiestan sus necesidades y Dios los oye. ¿Por qué no clamar con vehemencia al Señor por otras cosas que hasta aquí no hemos sentido el deseo de presentárselas? A lo mejor actuamos así a causa de la pobreza de nuestra vida espiritual, que nos despierta escasos deseos de orar o de servirle; a la falta de interés en el crecimiento espiritual o en desarrollar una relación con nuestro Padre que nos llene de vida, de esperanza y de poder.
No abriguemos dudas respecto a si Jesús encontrará fe en nosotros a su regreso. Tampoco si tendremos las fuerzas que necesitamos para permanecer firmes en el tiempo de angustia, o si nuestros pies pisarán las calles de oro de la Santa ciudad. Ya que tenemos a mano el gran recurso de la oración, alcemos nuestras voces ante el Señor hoy mismo, pues se nos promete que él nos oirá. Clamemos para que los sequedales de nuestras vidas reverdezcan; para que en nuestros corazones corran ríos de aguas vivas; para que nuestros huesos secos se llenen de carne y se cubran de piel.
Ojalá que el Señor ponga aliento de vida en nosotras, ya que él puede abrir cualquier sepulcro espiritual y resucitarnos, ¡dotándonos de su Espíritu para que vivamos!

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Isabel Salinas es argentina y vive en Venezuela.

¿NO PECARON LOS DOS?

Por tu amor oh Dios, ten compasión de mí; por tu gran ternura, borra mis culpas. Salmo 51:1.

Saúl y David: ambos fueron reyes de Israel. Dios los amó y los exaltó. Pero al final, aceptó a uno y rechazó al otro. ¿Por qué? ¿Acaso no pecaron los dos?
Sí, pecaron los dos. Pero uno tenía el corazón íntegro; el otro, dividido. El corazón de David pertenecía a Dios. Por eso siempre procuró hacer lo recto. Y cuando cometió un grave pecado con Betsabé, su arrepentimiento fue sincero y profundo. Escuchemos su oración después de pecar: «Por tu amor, oh Dios, ten compasión de mí [...]. ¡Lávame de mi maldad! ¡Límpiame de mi pecado!» (Sal. 51:1-2).
Saúl, en cambio, por momentos parecía querer agradar a Dios, pero terminaba agradando a la gente. Decía una cosa, pero luego hacía otra. Y cuando pecó al ofrecer sacrificios sin autorización de Dios (ver 1 Sam. 13), no dio ninguna muestra de arrepentimiento, sino que se limitó a ofrecer excusas. Cuando Samuel le notifico que por haber desobedecido a Dios se le quitaría el reino, ¿qué hizo Saúl? Escuchemos su pedido a Samuel: «Te ruego que ante los ancianos de Israel y ante todo el pueblo me sigas respetando como rey» (1 Sam. 15: 30). O sea, se preocupó por cuidar su reputación.
¿Cuál es la lección? Una muy importante: la razón por la que mucha gente se perderá eternamente no será porque pecaron, sino porque no quisieron arrepentirse.
¿Sientes que hay algo que tienes que decirle a Dios? ¿Has hecho algo malo en estos últimos días o hace ya mucho tiempo, sin pedir a Dios que te perdone? ¿Has herido algún corazón? ¿Has permitido que entren a tu mente imágenes obscenas? Cualquiera sea el caso, las siguientes palabras te pueden ayudar: «Quien quiera que bajo la reprensión de Dios humille su alma con la confesión y el arrepentimiento, tal como lo hizo David, puede estar seguro de que hay esperanza para él [...]. Jamás rechazará el Señor a un alma verdaderamente arrepentida» (Patriarcas y profetas, p. 717).
Si lo deseas, ahora mismo puedes cerrar los ojos y pedir a Dios que te perdone. Su promesa es que la sangre de Cristo te limpiará de todo pecado (ver Juan 1: 7).

Padre celestial, te pido de todo corazón que la sangre precios de tu hijo me limpie de todo pecado.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

¿ES ÚTIL EL AYUNO?

«Ahora, pues, dice Jehová convertíos ahora a mí con todo vuestro corazón, con ayuno, llanto y lamento. Rasgad vuestro corazón y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová, vuestro Dios; porque es misericordioso y clemente» (Joel 2:12-13).

¿Ha ayunado alguna vez? No me refiero a si alguna vez ha hecho dieta. Ayunar y hacer dieta no son lo mismo, aunque a veces queramos que los demás piensen que adelgazamos porque somos piadosos cuando, en realidad, sufrimos un ataque de vanidad.
El ayuno es la abstinencia total de alimentos, o la ingestión de muy poca cantidad, como un acto de disciplina religiosa o de abnegación. Si usted nunca ha ayunado, quizá se pregunte cómo se sentiría. Si ya lo ha hecho alguna vez, jamás lo olvidará.
Hay dos tipos de ayuno. El ayuno puede ser voluntario, porque la persona, de manera consciente, y por la razón que sea, toma la decisión de no comer; o involuntario, porque, aunque se quiera, no hay alimentos que llevarse a la boca.
La Organización Mundial de la Salud estima que un tercio de la población del mundo está bien convertíos ahora a mi alimentado, otro tercio sufre malnutrición y una tercera parte se muere de hambre. Desde que empezó a leer la meditación de hoy, al menos doscientas personas han muerto de hambre. Este año morirán más de cuatro millones. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la alimentación, uno de cada doce habitantes de la tierra está malnutrido, entre los cuales se cuentan ciento sesenta millones de niños menores de cinco años.
El ayuno por voluntad propia puede consistir en la reducción de los alimentos ingeridos o de algún alimento determinado. Las causas pueden ser por prescripción médica o por motivos de salud y bienestar.
Hay quien se abstiene de comer o beber ciertas cosas como ejercicio de autocontrol. También se puede ayunar como señal de una intensa sinceridad. Ester ayuno antes de presentarse ante el rey. Daniel ayunó mientras esperaba la interpretación del sueño del rey. Cuando Pedro fue encarcelado, toda la iglesia participó en el ayuno y la oración (ver Los hechos de los apóstoles, cap. 15, p. 110). ¿Es bueno ayunar?. Sí, puede serlo. Depende de la salud de la persona, de las condiciones en que se practica y de la condición espiritual (los motivos) de quien lo practica. Al ayunar es preciso que nos preguntemos: «¿Por quién ayuno: por Dios o por mí mismo? Basado en Mateo 6: 16-18

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill