El que dice que está unido a Dios, debe vivir como vivió Jesucristo. 1 Juan 2:6.
Si ayer leíste la matutina recordarás la idea central de la lectura: Si digo que creo en Dios, entonces tengo que vivir como él manda. El siguiente relato, que cuenta Desmond Hill, ilustra bien esta verdad.
Un día el abogado James Henderson caminaba por las calles de Londres cuando un ladrón intentó sacarle la billetera. Al percatarse de las intenciones del ladrón, el abogado reaccionó rápidamente:
—¿Por qué estás tratando de robarme?
—Porque estoy sin trabajo y tengo hambre —respondió el ladrón.
Cuando escuchó esta respuesta, el abogado le dijo al hombre que si ese era el problema, entonces le daría de comer. Así que fueron a un restaurante y ahí entablaron una cordial conversación.
—No he podido conseguir trabajo —afirmó el ladrón—, porque mi nombre está manchado.
—¿Qué te parece si te autorizo a usar mi nombre? —le propuso el abogado. Sorprendido de escuchar semejante propuesta, el ladrón apenas alcanzó a responder.
—Usted está bromeando.
—No estoy bromeando. Usted se llamará James Henderson. Solo le pongo una condición: que mantenga mi nombre limpio.
Dice la historia que además de «prestarle» su nombre, el abogado recomendó al hombre a una industria manufacturera, donde consiguió trabajo.
Pasaron los años y los dos hombres perdieron contacto, hasta un día que el abogado recibió en su bufete la visita de un tal «James Henderson».
—Aquí estoy, señor, para decirle que he sido nombrado socio de la firma a la que me recomendó hace quince años. Y para decirle que durante este tiempo su nombre no ha sido manchado. ¡Gracias por haber confiado en mí! (Signs of the Times [Señales de los tiempos], junio de 2004, p. 32).
Padre celestial, capacítame hoy para representar bien el nombre del Señor Jesús.
Cuando aceptamos a Cristo como Salvador, tú y yo recibimos un nuevo nombre: cristianos. No estamos hablando aquí de una etiqueta que nos ponemos solo cuando vamos a la iglesia. No. En la casa, en la calle, en el colegio o la universidad, en el campo de deportes, en el trato con nuestros amigos: doquiera estemos y no importa lo que hagamos, honremos nuestro nuevo nombre. Es el nombre que nos recuerda el sacrificio que hizo por nosotros en la cruz por nuestro amante salvador, Cristo el Señor.
Padre Celestial capacítame hoy para representar bien el nombre del Señor Jesús.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala