miércoles, 19 de agosto de 2009

EL PODER DE LA ORACIÓN - 2

El Señor aborrece las ofrendas de los malvados, pero se complace en la oración de los justos (Proverbios 15: 8).

Recientemente, mi hermana Elena solicitó una beca de estudios para una residencia médica; aprobó el competido examen nacional y me pidió que la acompañara a la Ciudad de México para continuar los trámites requeridos: examen de Certificación médica ante la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), examen psicométrico, entrega de documentos en el hospital de la residencia y finalmente el examen médico. El hecho de haberse trasladado de una ciudad al nivel del mar a la Ciudad de México y el estrés hicieron que presentara cifras ligeramente altas de presión arterial. Una doctora de mucha antigüedad en el servicio de medicina del trabajo fue quien la atendió haciéndole el siguiente comentario: «No debería yo estar aquí, mi turno terminó, y todavía tengo que atenderla». Al examinarla le comentó: «Yo en su lugar ya no estudiaría, mire nada más lo alto de su presión arterial». No resolvió nada acerca del examen y le indicó que regresara al día siguiente para comentar el caso con sus jefes; todo hacía suponer que su dictamen seria desfavorable para Elena. Por la noche, al iniciar mis oraciones, le comenté: «Voy a pedirle al Señor que nos ayude, que se haga su voluntad y que te conceda lo que sea lo mejor para ti y tu familia, y acataremos su voluntad». Nos arrodillamos y le suplicamos a Dios que le diera paz al corazón de la doctora que la atendió, pensábamos en que algún pesar debería tener que la hacía sufrir y no disfrutar de su trabajo. A la mañana siguiente, la doctora recibió a Elena muy amablemente, su semblante era otro. Luego le comentó que su mamá estaba enferma, que tenía cáncer, y que atravesaba por una serie de problemas laborales, también se disculpó por su comportamiento del día anterior. Además le preguntó a Elena: «Doctora, ¿qué me hizo usted que anoche no podía conciliar el sueño pensando en usted, y poco después caí en un profundo y reparador sueño que no había tenido en mucho tiempo?» Elena le respondió: «Solamente oramos a Dios por usted». Se despidieron y prometieron volver a verse cuando estudiara en su residencia. Al salir de la oficina de la doctora me contó lo sucedido. Le dije que para Dios no hay imposibles.

Luz María Figueroa Zambrano
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor.

EL VIAJE AL CIELO

No tengan miedo ni se asusten [...] porque esta guerra no es de ustedes sino de Dios. 2 crónicas 20: 15

En su libro el peregrino, John Bunyan cuenta la historia de Christian, un hombre que decide dejar su casa en la ciudad de Destrucción para ir en busca de un lugar maravilloso llamado Ciudad Celestial. A lo largo del camino, Christian se encuentra con una prueba tras otra. Cae en el Pozo del Desaliento, cruza la Feria de las Vanidades y pasa un tiempo en el Castillo de la Duda. Parece como si, tan pronto consigue salir de una dificultad, se metiese en otra. La historia de Bunyan es nuestra historia. Los que hemos empezado el increíble viaje descubriremos que no es un paseo por el parque. Toda nuestra vida será una serie de altibajos. Pero, como Christian, debemos seguir avanzando. Satanás intentará que abandonemos, que nos rindamos. Querrá convencernos de que si fuésemos cristianos de verdad no nos sentiríamos tentados a hacer el mal y, por supuesto, no cederíamos a la tentación. Pero ser cristiano no tiene nada que ver con vivir una vida perfecta. Tiene que ver con ser amigos del Único que vivió esa vida perfecta por nosotros. Cada vez pongas la vista en tus actos para ver si lo haces cada vez mejor, te desanimarás. Hacer una lista de tus fracasos tampoco te ayudará. La única manera de cambiar dejar de luchar contra el pecado valiéndote de tus propias fuerzas. Nuestra tarea no es combatir el pecado. No podemos hacerlo porque Satanás nos supera en todo. Pero podemos pedirle a Jesús que combata el pecado por nosotros. Nuestra parte es tomar la decisión de poner a Jesús en primer lugar. Cuando eso suceda, el poder de Satanás sobre nosotros desaparecerá.

Tomado de la Matutina El viaje Increíble.

¿DE QUÉ TAMAÑO ES TU DIOS?

Bienaventurado todo aquel que teme a Jehová, que anda en sus caminos. Salmo 128: 1

Según las Sagradas Escrituras, las personas felices son las que reverencian al Señor, las que experimentan en su presencia un sagrado temor. La Biblia da por sentado que todos creemos en Dios, y hace hincapié, sobre todo, en la forma en que respondemos a esa creencia en la existencia del Creador de todas las cosas. ¿Permitimos que Dios sea como realmente es: digno de adoración, soberano y dueño del universo, majestuoso y santo, vasto y maravilloso? ¿O intentamos frecuentemente reducirlo al tamaño de nuestra propia mente? ¿Insistimos en confinarlo a los límites de nuestra propia comodidad y rehusamos pensar en él de otra manera que no sea compatible con nuestro estilo de vida? Conversaba con el autor de una de las columnas periodísticas más leídas en El Salcador y me decía un tanto incómodo, hablando de un predicador famoso en ese país: " Ese pastor ha hecho un Dios a su medida, un Dios del tamaño de sus razonamientos, de sus ambiciones, metas, deseos, gustos, e intereses; un Dios sujeto a sus caprichos personales»; ¿De qué tamaño es tu Dios? Muchos tienen un Dios diferente del que se revela en las Escrituras. No es el Dios de la creación, el Dios que, aunque todo lo trasciende, condesciende a tratar de manera personal a cada una de sus criaturas. Es, más bien, una reproducción barata creada a su imagen, generalmente con fines comerciales. ¿Qué puede protegernos de ese concepto blasfemo del Dios todopoderoso? La Biblia enfatiza la necesidad de temer a Dios no para atemorizarnos, sino para atraer nuestra atención a su grandeza y poder. Si andas en los caminos del Señor, estarás dispuesto a obedecer sus órdenes y ejecutar todas sus obras. Serás obediente a su mandato: «Este es el camino, andad por él» (Isa. 30:21). Irás a donde él te ordene acudir, y no irás a aquellos lugares que él prohíbe visitar. Seguirás sus indicaciones, obedecerás sus normas, actuarás de acuerdo a los valores del cielo y no según las circunstancias. Tendrás una disciplina espiritual que practicarás cada día, y una relación personal con él que desarrollarás constantemente. Transita hoy por los caminos del Señor. Se supone que debes ser perfecto y no cometer errores, pero hay provisiones divinas si no alcanzas ese ideal (1 Juan 2: 1). Guarda sus mandamientos y serás dichoso. Reverencia al Señor y tendrás un final feliz. El camino es sencillo; transita por él.

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.