lunes, 27 de agosto de 2012

¡ELÉVATE CADA VEZ MÁS ALTO!


«Pero aunque vueles a lo alto como águila, y tu nido esté puesto en las estrellas, de allí te arrojaré —afirma el Señor» (Abdías 1:4, NVI).

En nuestra exploración de hoy estamos viendo un águila en pleno vuelo. Parece que vuela en círculos y se eleva cada vez más. Se ve tan ligera como si estuviera flotando. Es como si desobedeciera las leyes de la gravedad. ¿Por qué crees que el águila se eleva cuando vuela?
La razón no la podemos ven ¿Sabes por qué? Porque es a causa del aire. Así como lo oyes, el águila se eleva gracias al aire caliente. Ya hablamos anteriormente de que el aire caliente sube. Cuando hay una columna de aire caliente ascendiendo al cielo, el águila solo se coloca encima de ella, la aprovecha y se eleva. ¡Qué divertido debe de ser poder hacer eso!
Cada vez que sonríes la gente que te rodea tal vez se pregunta qué te hace tan feliz. Te voy a nombrar algunas de las razones por las que podemos estar felices. Jesús dio su vida para salvarnos. En este momento él está construyendo una mansión para ti y algún día vendrá sobre una nube para llevarte al cielo a vivir con él. Estas son verdaderas razones para estar feliz. Así como el aire caliente eleva al águila hasta el cielo, tú también puedes «elevarte» de felicidad al saber que el Rey del universo te ama.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

LA EDUCACIÓN INTEGRAL


Y vosotros, padres no provoquéis ira vuestros, sino criadlos en disciplina y amonesta del Señor (Efesios 6:4).

Muchos expertos en Pedagogía y Psicología infantil opinan que el concepto que el niño tiene de sí mismo, y la forma en que reacciona frente a determinadas situaciones dependen en gran manera de la actitud que los mayores, y especialmente los padres, tengan con respecto a ellos. Por lo general, como padres, no nos damos cuenta de que en la mayoría de los casos, actuamos como espejos para nuestros hijos.
—Oh, querida, mírate la cara sucia en el espejo, —le dijo la mamá a una niña de cuatro años que jugaba despreocupadamente en la cocina.
—No puedo, —contestó la niña.
Su breve respuesta fue la misma que daría una persona que se encontraba muy ocupada en algo de gran importancia. La niña no se podía ver la cara. Tampoco necesitaba hacerlo: su madre era su espejo. Siempre le decía cómo estaba.
Si deseamos que nuestros hijos tengan un buen concepto de sí mismos, debemos ser cuidadosos de la imagen que de ellos proyectamos en el «espejo», y además de las palabras con que los etiquetamos: «No seas dormilón», «Eres medio tonto», «Vas a ser tan malo como tu tío», «Nunca haces nada bien». ¡Cuidado!
«Hermana mía, Cristo le ha encomendado la obra sagrada de enseñar sus mandamientos a sus hijos. A fin de capacitarse para esta obra, usted misma debe vivir en obediencia a todos sus preceptos. Cultive el hábito de observar cuidadosamente cada palabra y acción. Cuide con mucha diligencia sus palabras. Venza todo arranque temperamental; porque si manifiesta impaciencia, ayudará al adversario a hacer que la vida del hogar sea desagradable para sus hijos» (Conducción del niño, cap. 8, p. 68).
En vista de la responsabilidad de las madres, cada mujer debería desarrollar una mente equilibrada y un carácter puro, que reflejen únicamente la verdad, el bien la hermosura. La voz áspera, los castigos corporales y la impaciencia, rebajan la autoestima del niño. Lo hacen sentirse como un ser incapaz de hacer algo por sí mismo. Nos ha sido confiada una hermosa, pero difícil tarea. No permitamos que las actitudes negativas y la frustración se reflejen en el espejo de sus rostros.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Guillermina de Hernández 

MI «SALÓN DE LA FAMA»


A los fieles guarda Jehová. Salmo 31:23, RV95

En mi «Salón de la Fama de la Biblia», ocupan un lugar de honor varios héroes juveniles: José, Daniel y sus tres amigos, Ananías, Misael y Azarías. ¿Por qué merecen esa distinción? Pensemos por un momento en algunos de los relatos bíblicos donde ellos desempeñan papeles protagónicos:

  1. José rechaza el acoso sexual de la esposa de Potifar, su jefe egipcio.
  2. Daniel y sus tres amigos hebreos rehusan comer alimentos impuros en la corte babilónica.
  3. Ananías, Misael y Azarías se niegan a arrodillarse ante la estatua de oro que erigió Nabucodonosor.

Lo primero que salta a la vista es que, en cada caso, estos jóvenes enfrentaron pruebas donde claramente llevaban todas las de perder: eran minoría, eran extranjeros y eran jóvenes inexpertos, que luchaban contra poderosas fuerzas que con solo una palabra podían aniquilarlos.
Lo segundo que llama la atención es que, al estar lejos de familiares y amigos, podían haber razonado que nadie se enteraría si hacían algo malo una sola vez. ¡Y sobraban las «razones» para justificar una conducta inapropiada! ¿No enfrentaban el peligro de muerte? ¿Qué utilidad podrían brindar a Dios en el cementerio, o en la cárcel? ¿Y qué de malo tendría hacer cosas que, a fin de cuentas, todo el mundo hacía!
Sin embargo, ninguna de estas excusas prevaleció. Los padres de estos jóvenes les habían enseñado: (1) el respeto a los principios de la Palabra de Dios; (2) el cuidado de su cuerpo y su mente; y (3) la responsabilidad por sus actos ante Dios, de quien eran representantes (La educación, p. 52). Pero cuando llegó el momento de la prueba, cuando nadie más podía decidir por ellos, resolvieron ser fieles a las lecciones aprendidas durante su niñez.
¿Por qué, entonces, tuvieron éxito? Porque decidieron hacer lo correcto y porque confiaron en que Dios no los abandonaría en la hora difícil. El resultado fue que, en sabiduría y belleza física, estos jóvenes no tuvieron rivales; y mejor aún, gracias a su testimonio, reyes y pueblos paganos reconocieron la superioridad del Dios de Israel. Tú también eres un representante de Dios. Decide hoy poner en alto su nombre y Dios no te abandonará en el momento de la prueba.
Padre amado, ayúdame a vivir de modo que quienes me rodeen glorifiquen tu nombre.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

LO QUE SE PERDIÓ ES ENCONTRADO


«Jehová está en medio de ti; ¡él es poderoso y te salvará! Se gozará por ti con alegría, callará de amor, se regocijará por ti con cánticos» (Sofonías3:17).

¿Le gusta echar a volar la imaginación? ¿Puede hacer que a su mente acudan imágenes de cosas? A algunas personas les resulta más fácil que a otras. Son capaces de recordar los detalles de acontecimientos que sucedieron mucho tiempo atrás porque parece como si, mentalmente, tomaran una instantánea que les queda grabada en la memoria. Son capaces de recordar olores, colores, conversaciones y sonidos del pasado como si se hubieran producido ayer mismo.
Si puede, trate de imaginar lo sucedido en la historia del Buen Pastor. Es una de las imágenes bíblicas más alegres, emotivas y conmovedoras
El pastor sale de noche en busca de la oveja. La llama una y otra vez hasta que queda ronco de tanto llamar. Está tan oscuro que apenas si ve algo unos pasos adelante. Luego, suspirando de alivio, oye un débil gemido en la distancia. Siguiendo el sonido, y arriesgando la propia vida, trepa hasta el borde mismo del precipicio. Mientras busca aquí y allá, se da cuenta de que el gemido es cada vez más débil. La oveja está a punto de morir. Pero al final su esfuerzo se ve recompensado: encuentra a la extraviada.
¿Se imagina la alegría y el alivio que siente el pastor cuando encuentra a su oveja perdida? Ríe y llora a la vez. Con cuidado, examina a la oveja para ver si tiene algún rasguño o un hueso roto. ¿Piensa que regaña a la oveja o la castiga golpeándola con la vara por haberse alejado? No, al contrario; con alegría, la toma en brazos. Seca el pelaje lanoso con el manto mientras le habla como quien habla a un bebé. Se lleva la oveja a los hombros y, cantando, la trae de regreso al redil. Entonces el pastor llama a sus amigos y vecinos, diciendo: «Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido» (Luc. 15:6).
Quiero recordar siempre esta imagen de Jesús, el Buen Pastor, porque todos hemos sido como esa oveja: estuvimos perdidos, nos encontró y nos llevó en hombros. Basado en Lucas 15:4-7

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill