Lugar: Turquía
Palabra de Dios: Salmo 48:14
Pavlos se apresuró a volver a la aldea, esperando que las cabras hubieran encontrado por su propia cuenta el camino a casa. Se suponía que el debía cuidarlas, pero de alguna manera habían desaparecido; mientras, el estaba preocupado. «Estoy seguro de que volvieron a casa sin mí, pensó.
Pero, las cabras no habían vuelto, y cuando el dueño se enteró de lo que había sucedido, se molestó muchísimo.
Vuelve allá y encuéntralas le ordenó. No las puedes dejar alla afuera, solas.
En ese momento, se oyó el aullido de un chacal a la distancia. El sonido asustó a Pavlos. El no quería salir solo, pero sabía que debía hacerlo. Reuniendo todos los pedacitos de coraje que tenía, se adentró en la oscuridad, alejándose de las luces de la aldea. Las estrellas brillaban sobre el.
Mientras caminaba por los cerros, tropezándose con las piedras y las ramas, prestaba atención, tratando de oír el sonido de las campanitas de bronce que usaban las cabras. Perdió todo sentido de dirección, mientras buscaba el rebaño perdido. Cuando finalmente encontró a las cabras todas amontonadas, sintió un gran alivio.
Vamos a casa dijo.
En ese momento, se dio cuenta de que estaba en problemas. No sabía por dónde volver. Miró a su alrededor, pero todo lo que podía ver era oscuridad. Algunos cerros escondían las luces de su aldea. Pavlos sabía que su aldea quedaba al norte de los cerros, pero ¿dónde quedaba el norte? Miró hacia arriba. ¡La Estrella del Norte! ¡Eso era! La estrella lo guiaría de vuelta a casa.
Siguiendo la Estrella del Norte, Pavlos pudo encontrar el camino de regreso a su aldea. Ella fue su guía. Nosotros también tenemos un guía, alguien que puede evitar que nos perdamos. «‘Este Dios es nuestro Dios eterno! 1E1 nos guiara para siempre!»
Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson