viernes, 12 de octubre de 2012

UNA HISTORIA «SAVIA»


«Aprendan esta enseñanza de la higuera: Cuando sus ramas se ponen tiernas, y brotan sus hojas, se dan cuenta ustedes de que ya el verano está cerca» (Marcos 13:28).

¡Qué divertido es salir de aventura por el bosque durante la primavera! ¿Te acuerdas que lo hicimos hace varios meses? A veces el piso y el ambiente están un poco húmedos, pero a mí me encanta ver cómo brota de nuevo la vida en los árboles. Las ramas se ven tan tiernas y huelen tan bien. La razón por la que huelen así de bien es porque están llenas de savia, la cual fluye desde las raíces hasta las ramas. La savia ayuda al árbol a crecer fuerte y saludable.
Jesús dice en el versículo de hoy que cuando veamos que las ramas se ponen tiernas es porque ya viene el verano. Si lees Marcos 13 te darás cuenta de que Jesús estaba hablando de su segunda venida. Él dijo que habría señales que nos ayudarían a saber que él está por regresar
Me alegra tanto saber que Jesús ya viene. Estoy ansioso por ver la gran sonrisa que tendrá cuando atraviese las nubes para venir a buscarnos y llevarnos al cielo. ¡Anhelo ver pronto ese día! Así como la savia llena de vida a los árboles durante la primavera, Jesús nos llenará de vida abundante y eterna cuando regrese por segunda vez.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

NO DUDANDO NADA


Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. (Santiago 1:6).

He aquí un secreto para alcanzar lo que pedimos: no dudar. La duda nos impide prepararnos para recibir lo que estamos pidiendo y además interrumpe la conexión que debemos tener con el cielo. El Señor Jesús amonestó a los discípulos a no dudar y a aceptar que las promesas se pueden hacer realidad a través de una fe viva. Por esta razón los estimulaba a no dudar: «¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?» (Mat. 14:31). Esas palabras se escapaban de un alma que sentía el dolor de ver el fracaso de sus seguidores.
Jesús se acerca hoy de la misma manera a nuestras vidas y nos hace varias preguntas: ¿Por qué dudamos? ¿Acaso no hemos presenciado innumerables milagros, y disfrutado a la vez de sus consecuencias gloriosas? ¿Por qué perdemos la fe cuando se presenta el momento de la prueba?
«Respondiendo Jesús, les dijo: "De cierto os digo que si tenéis fe y no dudáis, no solo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte le decís: ¡Quítate y arrójate al mar!', os será hecho"» (Mat. 21: 21). Cuando Jesús pronunció estas palabras, sus discípulos, asombrados al ver cómo se había secado la higuera, no captaban la dimensión real de lo que la fe puede efectuar y de lo que la duda puede impedir. Aunque Jesús hablaba en forma figurada al decir que podríamos mover una montaña y echarla en el mar, nos estaba diciendo que mediante una fe poderosa, podremos manejar cualquier situación difícil.
¡Creamos en las promesas del Señor! No dudemos, sino actuemos más bien de la misma forma que Abraham, quien «creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes» (Rom. 4:18). Participemos de todas las promesas ofrecidas por el Padre y, al igual que Abraham, seamos fortalecidas en el Señor.
«Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios» (Rom. 4: 20).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Lidia de Pastor

¿PRISIONERO YO?


Así que, si el Hijo los hace libres, ustedes serán verdaderamente libres. Juan 8:36

Según cuenta una historia, en el siglo XIV vivió un duque llamado Raynald III, mejor conocido como «el Gordo».* Cuando su padre murió, Raynald y su hermano Edward se disputaron el gobierno de Guelders (lo que hoy es Bélgica). Después de varios enfrentamientos entre los dos hermanos, en 1361 Edward prevaleció y «encarceló» a su hermano Raynald.
Lo curioso del caso es que no se trataba de una cárcel en sí, sino de un cuarto con una puerta más pequeña de lo común. Edward conocía muy bien que la mayor debilidad de su hermano era el apetito. De manera que hizo construir alrededor de Raynald un cuarto con una pequeña puerta por la que Raynald podía salir en cualquier momento, pero solo si rebajaba de peso. La prueba, sin embargo, no era nada fácil. Cada día, Edward enviaba los platos más exquisitos al cuarto de su hermano. Raynald debía decidir si los comía, con el riesgo de seguir engordando, o se abstenía, para salir algún día por la pequeña puerta. En lugar de perder peso, Raynald engordó más.
Cuando la gente acusaba a Edward de mantener preso a su propio hermano, su respuesta era: «Él no es mi prisionero. Puede salir de su cuarto cuando quiera». Pero Raynald no salió, al menos por su propia cuenta. Durante diez años permaneció en su propia prisión hasta que su hermano Edward murió.
Y ahora te pregunto: ¿De quién era Raynald prisionero? De su apetito desordenado. De sus malos hábitos. De sus pésimas decisiones.
Y es que, pensándolo bien, uno no tiene que estar en la cárcel para ser un prisionero. Algunos son reos de sus propios vicios: el cigarrillo, el alcohol, la droga. Otros, de sus pasiones sexuales, de la pornografía, del amor al dinero, de la moda, de Internet.
Creo que captas la idea: Si Cristo no está en el trono de nuestro corazón, entonces alguien o algo estará usurpando ese lugar y, al final, se convertirá en un tirano. Pero no tiene por qué ser así. Tú tienes la última palabra. Y sabes, además, que no hay verdadera libertad sin Cristo.  
Señor Jesús, ocupa hoy y siempre el trono de mi corazón.

* En algunos documentos su nombre es Reginald III.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

BENDICIONES DE DIOS


«Para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús» (Efesios 2:7).

La oración modelo nos lleva de vuelta a lo básico. Se refiere de manera sencilla a nuestras necesidades materiales: «El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy» (Mat. 6:11). Esta perspectiva no entra en conflicto con el mandamiento de Jesús, según el cual tenemos que buscar primero el reino de los cielos y su justicia. Si bien podemos orar por lo que es necesario para nuestro sustento, la oración del corazón tendría que pedir las verdaderas riquezas que se encuentran en el Señor Jesucristo. «¡Profundidad de las riquezas, de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos!» (Rom. 11:33).
Nos enfrentamos al tiempo en que las riquezas de este mundo no serán nada. «"¡Ay, ay de la gran ciudad, que estaba vestida de lino fino, púrpura y escarlata, y estaba adornada de oro, piedras preciosas y perlas!, porque en una sola hora han sido consumidas tantas riquezas". Todo piloto y todos los que viajan en naves, los marineros y todos los que trabajan en el mar, se pusieron lejos, y viendo el humo de su incendio dieron voces, diciendo: "¿Qué ciudad era semejante a esta gran ciudad?" Y echaron polvo sobre sus cabezas y dieron voces, llorando y lamentando, diciendo: "¡Ay, ay de la gran ciudad, en la cual todos los que tenían naves en el mar se habían enriquecido de sus riquezas! ¡En una sola hora ha sido desolada!"» (Apoc. 18:17-19).
Probablemente desconozcamos el papel exacto que desempeñará cada uno de los actores que intervienen en el texto anterior, pero el mensaje es claro: Si ponemos nuestra confianza en el dinero y las cosas materiales, podemos perderlos en un instante.
Ahora no es momento de orar: «Señor, dame riquezas», sino que es tiempo de negarnos a nosotros mismos, de cargar nuestra cruz y seguir a Aquel que lo dio todo por nosotros. Somos extranjeros y peregrinos. Esta tierra no es nuestra casa, estamos de paso. Nuestros tesoros se establecen en algún lugar más allá de las nubes.
Tanto si los bienes de este mundo nos escasean como si nos sobran, pertenezcamos a la clase social que pertenezcamos, como cristianos, el centro de nuestras oraciones tendría que ser el de Moisés, quien tuvo «por mayores riquezas el oprobio de Cristo que los tesoros de los egipcios, porque tenía puesta la mirada en la recompensa» (Heb. 11:26).
No mida las bendiciones que Dios le da según el saldo de su cuenta bancaria. Somos hijos del Rey. Nuestra herencia está en el cielo. Basado en Lucas 18:1-8.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

EL AMOR SIEMPRE PROTEGE


[El que ama] defiende con firmeza (1 Corintios 13:7,BAD, paráfrasis).

Muchos elementos conforman el matrimonio; entre ellos, las alegrías, las penas, los logros y los fracasos. Sin embargo, cuando piensas cómo quieres que sea el matrimonio, lo último que se te ocurre es un campo de batalla. No obstante, deberías estar más que dispuesto a pelear algunas batallas para proteger a tu cónyuge. Por desgracia, tu matrimonio tiene enemigos exteriores.
Vienen en distintas formas y utilizan distintas estrategias, pero sin dudas, conspirarán para destruir tu relación, a menos que sepas cómo protegerte y proteger tu matrimonio. Algunos enemigos son inteligentes y parecen atractivos, pero debilitan el amor y el aprecio entre ustedes. Otros, intentan alejar tu corazón de tu cónyuge, proporcionándote fantasías dañinas y comparaciones poco realistas: Es una batalla que debes pelear para proteger tu matrimonio: una batalla en la cual el amor se coloca la armadura y toma una espada para defender lo que le pertenece. Tu cónyuge y tu matrimonio necesitan tu protección constante de obstáculos como estos:
Las influencias dañinas. ¿Permites que ciertos hábitos envenenen tu hogar? Internet y la televisión pueden ser adquisiciones productivas y placenteras para tu vida, pero también pueden proveer un contenido destructivo y quitarle preciosas horas a tu familia. Lo mismo sucede con los horarios de trabajo, que los mantienen separados durante una cantidad de tiempo poco saludable, los constantes juegos que no involucran a tu familia, algunos hábitos no saludables. Puedes agregar otros elementos a esta lista, menciónalos a continuación:
1. __________________________________________________________
2. __________________________________________________________
3. __________________________________________________________
Ora a Dios para que te ayude a proteger tu relación, por ende, el matrimonio.

Tomado del 50 días de Oración
Por Pr. Juan Caicedo Solís
Secretario Ministerial, Dir. Hogar y Familia
Unión Colombiana del Sur