Hasta que entro ante ni Daniel, cuyo nombre es Beltsasar, como el nombre de mi dios, y en quien mora el espíritu de los dioses santos. Conté delante de él el sueño. (Daniel 4:8)
Nabucodonosor estaba convencido de la supremacía del Dios de Daniel, pero puso al siervo del Dios Altísimo el nombre de su incompetente dios, mostrando con ello que no acababa de abrir su corazón a la influencia regeneradora del Espíritu Santo.
A veces nos aqueja ese mismo mal. Dios trata de enseñarnos algo, pero nuestro corazón está cerrado. Sin embargo, este rey no fue abandonado. Dios lo amaba, así como nos ama a ti y a mí. No importa cuánto le cueste limpiarnos, él está dispuesto a hacerlo. Nuevamente el Dios del cielo le daba otra oportunidad, otro sueño y otra búsqueda del verdadero Dios. Sin embargo, Nabucodonosor volvió a llamar a sus sabios, magos, astrólogos y adivinos. Sabia, por experiencias anteriores, que en todo su reino no había más que un hombre capaz de interpretar certeramente los sueños, pero quizás no quería escuchar la verdad de Dios y prefirió que le halagaran el oído.
¿Cuántas veces nos alejamos de la voz divina que nos presenta la verdad absoluta para buscar otra relativa que se acomode mejor a nuestros intereses? Convencido de que solo Dios tenía palabras para él, Nabucodonosor hizo llamar a Daniel y una vez más, el mensaje fue claro, valiente y fiel. Podría haberle costado la cabeza a Daniel semejante interpretación, pero el siervo fiel que había aprendido a confiar en el Dios del cielo no temía lo que otro mortal pudiera hacerle. ¡Qué hermosa fidelidad! No existe nada que pueda hacer tambalear nuestra fe ni apartarnos de Dios si, como Daniel, aprendemos a caminar cada día de la mano de Jesús.
Nabucodonosor no pasó los exámenes anteriores, por lo que Dios tuvo que enviarle uno mucho más duro. Comió hierbas como un animal y allí, en completa humillación, el endurecido corazón del monarca quedó limpio y dócil para poder bombear en las mansiones eternas. Esta es la lección que Dios tiene para ti hoy: Sé humilde y acepta las pruebas que prepararán tu carácter para el cielo.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
Nabucodonosor estaba convencido de la supremacía del Dios de Daniel, pero puso al siervo del Dios Altísimo el nombre de su incompetente dios, mostrando con ello que no acababa de abrir su corazón a la influencia regeneradora del Espíritu Santo.
A veces nos aqueja ese mismo mal. Dios trata de enseñarnos algo, pero nuestro corazón está cerrado. Sin embargo, este rey no fue abandonado. Dios lo amaba, así como nos ama a ti y a mí. No importa cuánto le cueste limpiarnos, él está dispuesto a hacerlo. Nuevamente el Dios del cielo le daba otra oportunidad, otro sueño y otra búsqueda del verdadero Dios. Sin embargo, Nabucodonosor volvió a llamar a sus sabios, magos, astrólogos y adivinos. Sabia, por experiencias anteriores, que en todo su reino no había más que un hombre capaz de interpretar certeramente los sueños, pero quizás no quería escuchar la verdad de Dios y prefirió que le halagaran el oído.
¿Cuántas veces nos alejamos de la voz divina que nos presenta la verdad absoluta para buscar otra relativa que se acomode mejor a nuestros intereses? Convencido de que solo Dios tenía palabras para él, Nabucodonosor hizo llamar a Daniel y una vez más, el mensaje fue claro, valiente y fiel. Podría haberle costado la cabeza a Daniel semejante interpretación, pero el siervo fiel que había aprendido a confiar en el Dios del cielo no temía lo que otro mortal pudiera hacerle. ¡Qué hermosa fidelidad! No existe nada que pueda hacer tambalear nuestra fe ni apartarnos de Dios si, como Daniel, aprendemos a caminar cada día de la mano de Jesús.
Nabucodonosor no pasó los exámenes anteriores, por lo que Dios tuvo que enviarle uno mucho más duro. Comió hierbas como un animal y allí, en completa humillación, el endurecido corazón del monarca quedó limpio y dócil para poder bombear en las mansiones eternas. Esta es la lección que Dios tiene para ti hoy: Sé humilde y acepta las pruebas que prepararán tu carácter para el cielo.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera