domingo, 19 de julio de 2009

SÍ, EXISTE NUESTRO ÁNGEL

Así que ayunamos y oramos a nuestro Dios pidiéndole su protección, y él nos escuchó (Esdras 8: 23).

He trabajado desde muy joven, combinando las labores del hogar y las de mi centro laboral. Uno de mis grandes problemas era que no podía llevar a mi hija de seis años a la escuela, así que todos los días la subía en el autobús y mi mamá la recogía en una parada que estaba cerca de su casa. Pero esa vez la niña no se bajó del transporte público y, por supuesto, mi mamá se preocupó mucho. De inmediato me habló por teléfono para que supiera del problema. No supe por dónde comenzar. Pensé en algunas opciones, pero lo primero que se me ocurrió fue orar fervientemente a Dios para que la cuidara y protegiera de cualquier peligro, ya que me asaltaba la idea de no volverla a ver. Después de pasadas algunas horas en las que mi mamá me había hablado varias veces, me dio la noticia de que la niña había llegado bien a la casa. Resulta que un hombre la había llevado exactamente al domicilio de mamá sin que la pequeña le hubiera dado la dirección ni el teléfono. La niña se había dormido en el trayecto y habla despertado en la base de los autobuses. Dios es tan maravilloso que nos da un ángel que está a nuestro cuidado, porque creo que él fue el que guió a mi hija hasta la puerta de la casa de mi mamá. El hecho de saber que contamos con un ángel es una hermosa promesa que nos ayuda a seguir en esta vida de tantos peligros. Esta promesa nos da la seguridad de que contamos con alguien muy importante que nos protege de todos los percances que pasamos a través de toda nuestra vida en esta tierra. Espero que sepamos apreciar el don que recibimos de tener un ángel a nuestro lado, porque si así no fuera, estaríamos desprotegidos y sufriríamos más todavía. Que la bendición de nuestro Dios sea con nosotras a cada instante.
Martina Coral
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor

NO ES TAN DULCE

No hace bien comer mucha miel. proverbios 25: 27

Cuando era niña, tenía mucha envidia de mi amiga Nancy Greski. Eran tan afortunada... Nancy era hija única y parecía que sus papas le daban todo cuanto se le antojaba. Una cosa que a Nancy le encantaba era la comida basura, en especial el refresco de limón. Siempre que iba a casa de Nancy en el porche había varias cajas de refrescos apiladas. ¡Cajas, imagínate! Mi mamá ni siquiera compraba alguna lata de vez en cuando. —No es bueno para los dientes —decía. A mí no me importaban en absoluto los dientes. Yo solo quería el placer de una botella bien helada de 7 Up, cerveza de raíz o refresco de uvas. Después de la graduación de octavo fui a un internado y perdí el contacto con los amigos del barrio. Durante las vacaciones de Navidad de mi primer año, mamá mencionó que había visto a Nancy en la tienda de comestibles. —No podía creerlo —dijo—. A Nancy no le quedaba ni un diente en la boca. Me dijo que se los tuvieron que arrancar todos porque estaban muy deteriorados. Está a la espera de unos dientes postizos. Todo cuanto pude pensar fue en cómo la abuela se sacaba la dentadura cada noche y la metía en un vaso, encima de la mesilla de noche. Me costaba imaginar que alguien de mi edad hiciese lo mismo. Al fin y al cabo, quizá Nancy no era tan afortunada. El azúcar tiene un buen sabor, pero no les hace ningún favor a los dientes. También debilita el sistema inmunitario, lo cual hace que tu cuerpo no pueda combatir tan bien las enfermedades. Si quieres sentirte estupendamente y tener el mejor aspecto, no te preocupes por «I azúcar. Si te apetece algo dulce, prueba con una fruta.

Tomado de la Matutina El viaje increíble.

YO IRÉ, SEÑOR

Después oí la voz del Señor, que decía: «¿A quién enviaré, y quien irá por nosotros?» Entonces respondí yo: «Heme aquí, envíame a mí» Isaías 6:8

Al profeta Isaías se le permitió ver la plena majestad de Dios y escuchar el gran júbilo de la adoración celestial: «Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria» (Isa. 6: 3). La visión de Dios era tan pura y tan santa que Isaías tuvo la inmediata percepción de su propia pecaminosidad: «Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos» (Isa. 6: 5). No obstante, Dios respondió inmediatamente: «He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado» (Isa. 6: 7). Dios tenía un propósito al revelarse a Isaías. El Señor buscaba un mensajero que hiciera llegar su palabra al pueblo de Israel. «¿A quién enviaré, y quien irá por nosotros?» (Isa. 6: 8). Isaías contestó al instante: «Heme aquí, envíame a mí».
¿Cómo contestaríamos si se nos hiciera hoy la misma pregunta? Quizás pediríamos más detalles antes de comprometernos. Quizá exigiríamos saber adonde se nos enviaría. Es probable que pidiéramos que se nos diera una detallada descripción del empleo. Pero Isaías había experimentado la plena gloria de Dios. Había presenciado la perfección absoluta, y había reconocido su condición pecaminosa. Además, había recibido el perdón completo de su Padre amante. Con ese conocimiento de Aquel que le hacía la solicitud, Isaías solo tuvo una respuesta: «Heme aquí, envíame a mí» (Isa. 6: 8).
Isaías no imaginó que su respuesta implicaría sesenta años de arduo ministerio. No tenía la menor idea de las dificultades que su respuesta le produciría en toda su vida, especialmente en su vejez. Tampoco vislumbró el gozo imperecedero que sentiría toda su vida por caminar a diario en la presencia de Dios. Pero Isaías conocía a Aquel que hacía el llamamiento. Isaías reconocía esa dulce voz desde hacía mucho tiempo, y por eso no dudó en responder: «Envíame a mí».
El Señor todavía está buscando adoradores que sometan su voluntad a la voluntad de Dios. El Señor quiere hacer a través de ti una obra similar a la que hizo con el ministerio de Isaías. Isaías estuvo dispuesto a pagar el precio. Hoy el Señor quiere enviar un mensaje. ¿Responderás tú? Él quiere que restaures matrimonios y alientes al desvalido. Pero esto ocurrirá solo si has sido tocado con el carbón del altar. ¿Lo has sido?

Tomada de la Matutina Siempre Gozosos