Mírame y ten misericordia de mi (Salmon 8:16).
Buscando algunos sinónimos de la palabra «mirar» pude percibir mejor el clamor del salmista. Lo que el estaba diciendo realmente era: «No me pierdas de vista, Señor, y ten misericordia de mi».
He participado en actividades donde se comprueba la agilidad visual de las personas. Se muestran varios objetos, como por ejemplo pinturas, en los que hay una serie de diferencias, y después de algunos segundos la persona tiene que recordar la mayor cantidad de cosas que haya visto y las diferencias que ha encontrado. Es interesante darse cuenta de que resulta casi imposible retener el cien por ciento de lodo lo que vemos. Bajo esa misma perspectiva, nos dirigimos a Dios pensando que tal vez haya dejado pasar por alto algo que debió haber visto. ¿Te has sentido así?
La célebre poetisa Gabriela Mistral recogió este humano sentir en las poéticas palabras que presento a continuación: «Padre nuestro que estas en los cielos, / ¿por qué te has olvidado de mí? / Te acordaste del fruto en febrero / al llegar su pulpa rubí».
¡Paradójica declaración! El Dios que miro la insignificante pulpa de rubí para que retoñara a su debido tiempo, no era capaz de mirar a su hija que sufría. ¿No te has sentido tu igual en algún momento de tu vida?
«Ha venido el cansancio infinito / a clavarse en mis ojos al fin, / el cansancio del día que muere / y del alba que habrá de venir. / El cansancio del cielo de otoño / y el cansancio del cielo de añil».
¡Que desesperada condición la del ser humano! Nacemos, vivimos bajo el sufrimiento y la enfermedad, y experiméntanos pocas alegrías, para finalmente dejar de existir.
¿Te sientes cansada, piensas que ya tu otoño anuncia el fin? Alza tu vista sedienta de luz celestial y encontraras los rayos del sol divino, que bañan tu rostro de paz. Aquella mujer que dejaba una estela de llanto y desesperación, termino esos mismos versos diciendo:
« Padre nuestro que estas en los cielos sea santo tu nombre hasta el fin».
La misericordia divina nunca te abandonara. El sigue siendo tu Padre.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
Buscando algunos sinónimos de la palabra «mirar» pude percibir mejor el clamor del salmista. Lo que el estaba diciendo realmente era: «No me pierdas de vista, Señor, y ten misericordia de mi».
He participado en actividades donde se comprueba la agilidad visual de las personas. Se muestran varios objetos, como por ejemplo pinturas, en los que hay una serie de diferencias, y después de algunos segundos la persona tiene que recordar la mayor cantidad de cosas que haya visto y las diferencias que ha encontrado. Es interesante darse cuenta de que resulta casi imposible retener el cien por ciento de lodo lo que vemos. Bajo esa misma perspectiva, nos dirigimos a Dios pensando que tal vez haya dejado pasar por alto algo que debió haber visto. ¿Te has sentido así?
La célebre poetisa Gabriela Mistral recogió este humano sentir en las poéticas palabras que presento a continuación: «Padre nuestro que estas en los cielos, / ¿por qué te has olvidado de mí? / Te acordaste del fruto en febrero / al llegar su pulpa rubí».
¡Paradójica declaración! El Dios que miro la insignificante pulpa de rubí para que retoñara a su debido tiempo, no era capaz de mirar a su hija que sufría. ¿No te has sentido tu igual en algún momento de tu vida?
«Ha venido el cansancio infinito / a clavarse en mis ojos al fin, / el cansancio del día que muere / y del alba que habrá de venir. / El cansancio del cielo de otoño / y el cansancio del cielo de añil».
¡Que desesperada condición la del ser humano! Nacemos, vivimos bajo el sufrimiento y la enfermedad, y experiméntanos pocas alegrías, para finalmente dejar de existir.
¿Te sientes cansada, piensas que ya tu otoño anuncia el fin? Alza tu vista sedienta de luz celestial y encontraras los rayos del sol divino, que bañan tu rostro de paz. Aquella mujer que dejaba una estela de llanto y desesperación, termino esos mismos versos diciendo:
« Padre nuestro que estas en los cielos sea santo tu nombre hasta el fin».
La misericordia divina nunca te abandonara. El sigue siendo tu Padre.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera