Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño. Salmos 32:1,2.
Perdóname.. Disculpe... Lo siento… Es lo que solemos decir cuando hemos hecho algo que molesta. A menudo no esperamos a que nos respondan. En realidad, es un perdón de muy poca relevancia. Pero David necesitaba un perdón de la máxima relevancia, porque su vida se apagaba. «Mi fuerza se fue debilitando como al calor del verano» (vers. 4).
Perdonar, es una de las cosas más difíciles para los seres humanos. En cambio, ser perdonado y que olviden nuestra falta es una de las experiencias más renovadoras. Reflexiona por un momento en el amplio significado del perdón, pues en nuestra sociedad hay muchas personas que cargan en una mano la culpabilidad, y en muchos casos, un agobiante fardo, cual no ha sido perdonado; y en la otra, un costal, no menos pesado, repleto de rencores y de ofensas de: He «perdonado», pero no he «olvidado». «Ya lo perdoné, pero que se olvide de mí si vuelve a pasar». «Sí, te perdono, pero no quiero volver a verte cerca». «¿Quieres que te perdone? No puedo. Me hiciste demasiado daño».
El versículo de la meditación de hoy hace una promesa alentadora llama dichoso, bienaventurado, feliz, afortunado, a quien ha sido perdonado. ¡Qué alivio! ¿No te parece? Esta bienaventuranza, sin embargo, incluye necesariamente, llamar al pecado por su nombre. En el texto, David se refiere a «pecado», «maldad», «transgresiones»... iniquidad, engaño. No ahorra palabras para describir su condición. No suaviza ni minimiza sus propios errores. Nos daremos cuenta del tamaño del perdón de Dios cuando consideremos el tamaño de nuestro pecado.
Puedes tener la certeza de que Dios perdona tus errores. Serás dichoso, bienaventurado, porque no es un perdón cualquiera; no es un «te perdono, pero acuérdate que...». Es un perdón con promesa, no con condición.
«La comprensión de que los pecados fueron perdonados proporcionará esa paz que desafía toda comprensión». MJ 71.
Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna
Perdóname.. Disculpe... Lo siento… Es lo que solemos decir cuando hemos hecho algo que molesta. A menudo no esperamos a que nos respondan. En realidad, es un perdón de muy poca relevancia. Pero David necesitaba un perdón de la máxima relevancia, porque su vida se apagaba. «Mi fuerza se fue debilitando como al calor del verano» (vers. 4).
Perdonar, es una de las cosas más difíciles para los seres humanos. En cambio, ser perdonado y que olviden nuestra falta es una de las experiencias más renovadoras. Reflexiona por un momento en el amplio significado del perdón, pues en nuestra sociedad hay muchas personas que cargan en una mano la culpabilidad, y en muchos casos, un agobiante fardo, cual no ha sido perdonado; y en la otra, un costal, no menos pesado, repleto de rencores y de ofensas de: He «perdonado», pero no he «olvidado». «Ya lo perdoné, pero que se olvide de mí si vuelve a pasar». «Sí, te perdono, pero no quiero volver a verte cerca». «¿Quieres que te perdone? No puedo. Me hiciste demasiado daño».
El versículo de la meditación de hoy hace una promesa alentadora llama dichoso, bienaventurado, feliz, afortunado, a quien ha sido perdonado. ¡Qué alivio! ¿No te parece? Esta bienaventuranza, sin embargo, incluye necesariamente, llamar al pecado por su nombre. En el texto, David se refiere a «pecado», «maldad», «transgresiones»... iniquidad, engaño. No ahorra palabras para describir su condición. No suaviza ni minimiza sus propios errores. Nos daremos cuenta del tamaño del perdón de Dios cuando consideremos el tamaño de nuestro pecado.
Puedes tener la certeza de que Dios perdona tus errores. Serás dichoso, bienaventurado, porque no es un perdón cualquiera; no es un «te perdono, pero acuérdate que...». Es un perdón con promesa, no con condición.
«La comprensión de que los pecados fueron perdonados proporcionará esa paz que desafía toda comprensión». MJ 71.
Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna