miércoles, 17 de marzo de 2010

PERDONAR, ¡QUÉ SATISFACCIÓN!

Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño. Salmos 32:1,2.

Perdóname.. Disculpe... Lo siento… Es lo que solemos decir cuando hemos hecho algo que molesta. A menudo no esperamos a que nos respondan. En realidad, es un perdón de muy poca relevancia. Pero David necesitaba un perdón de la máxima relevancia, porque su vida se apagaba. «Mi fuerza se fue debilitando como al calor del verano» (vers. 4).
Perdonar, es una de las cosas más difíciles para los seres humanos. En cambio, ser perdonado y que olviden nuestra falta es una de las experiencias más renovadoras. Reflexiona por un momento en el amplio significado del perdón, pues en nuestra sociedad hay muchas personas que cargan en una mano la culpabilidad, y en muchos casos, un agobiante fardo, cual no ha sido perdonado; y en la otra, un costal, no menos pesado, repleto de rencores y de ofensas de: He «perdonado», pero no he «olvidado». «Ya lo perdoné, pero que se olvide de mí si vuelve a pasar». «Sí, te perdono, pero no quiero volver a verte cerca». «¿Quieres que te perdone? No puedo. Me hiciste demasiado daño».
El versículo de la meditación de hoy hace una promesa alentadora llama dichoso, bienaventurado, feliz, afortunado, a quien ha sido perdonado. ¡Qué alivio! ¿No te parece? Esta bienaventuranza, sin embargo, incluye necesariamente, llamar al pecado por su nombre. En el texto, David se refiere a «pecado», «maldad», «transgresiones»... iniquidad, engaño. No ahorra palabras para describir su condición. No suaviza ni minimiza sus propios errores. Nos daremos cuenta del tamaño del perdón de Dios cuando consideremos el tamaño de nuestro pecado.
Puedes tener la certeza de que Dios perdona tus errores. Serás dichoso, bienaventurado, porque no es un perdón cualquiera; no es un «te perdono, pero acuérdate que...». Es un perdón con promesa, no con condición.
«La comprensión de que los pecados fueron perdonados proporcionará esa paz que desafía toda comprensión». MJ 71.

Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna

AGOBIO POR EL PECADO

Desde entonces comenzó Jesús a predicar: «Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos está cerca» (Mateo 4: 17).

Resulta interesante que, desde el punto de vista bíblico, Dios es el que produce el arrepentimiento. Veamos: «Por su poder, Dios lo exaltó como Príncipe y Salvador, para que diera a Israel arrepentimiento y perdón de pecados» (Hech. 5: 31). «Al oír esto, se apaciguaron y alabaron a Dios diciendo: "¡Así que también a los gentiles les ha concedido Dios el arrepentimiento para vida!"» (Hech. 11: 18).
Debemos entender el lenguaje bíblico. El hecho de que Dios produzca el arrepentimiento, no quiere decir que él hace que los hombres se arrepientan aun contra su propia voluntad; como si Dios lo forzara. Si así fuera el caso, entonces Dios obligaría a las personas a arrepentirse, lo que evidentemente no es cierto, porque Dios respeta el libre albedrío que nos concedió en la creación. También esto vale para lo opuesto: nadie puede acusar a Dios de parcialidad por no haber provocado el arrepentimiento en su corazón.
Lo que la Biblia quiere decir es que Dios guía al arrepentimiento. Notemos: «¿No ves que desprecias las riquezas de la bondad de Dios, de su tolerancia y de su paciencia, al no reconocer que su bondad quiere llevarte al arrepentimiento?» (Rom. 2: 4). Dios, en su infinita bondad, quiere guiar a todos al arrepentimiento. Como él no fuerza a los seres humanos, hay muchos que no desean arrepentirse. Dios quisiera que todos se arrepintieran, pero respeta la decisión de cada uno. Es en este contexto que los llamamientos divinos al arrepentimiento tienen razón de ser. Dios invita, pero no fuerza. Después de todo, la salvación es una oferta, no una imposición. Podemos oír su llamado, y aceptar o rechazar su invitación.
El agente divino para guiarnos hacia el arrepentimiento es el Espíritu Santo. Es el representante de la divinidad que llama a nuestra conciencia al arrepentimiento. Es extremadamente importante no cerrar nuestra conciencia a su llamado insistente.

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C