Lugar: Austria
Palabra de Dios: Salmo 42:11
Al concluir la última obra, la multitud rompió en aplausos. «¡Bravo! ¡Bravo!», gritaban. Paul Wittgenstein, el joven pianista, se puso de pie e hizo una reverencia. Todos concordaban en que tenía por delante una brillante carrera musical. Pero, cuando comenzó la Primera Guerra Mundial, Paul fue llamado a unirse al ejército. «Ojala esta guerra termine pronto», pensaba a menudo. «Ojala pudiera irme a casa, a tocar el piano».
Y entonces, un día, algo trágico sucedió. Una bala enemiga le destroza el brazo derecho a Paul. La herida era tan seria que el médico no tuvo otra opción que amputarle el brazo. El amor que Paul sentía por la música evitó que se desanimara. ‘No se cómo voy a hacerlo, pero igual voy a ser un gran pianista».
Al volver a su casa, Paul comenzó inmediatamente a trabajar en pro de su meta. Era muy difícil tratar de tocar una obra complicada con solamente una mano, pero persevere, practicando entre seis y siete horas por día. Pronto, su música comenzó a sonar como si estuviera tocando con las dos manos. Eventualmente, sus esfuerzos dieron frutos, y pudo tocar otro concierto.
Una vez más, la multitud lo escuchó embelesada. Los dedos de Paul volaban por las teclas negras y blancas. A pesar de haber perdido un brazo en la guerra, Paul Wittgenstein cumplía su sueño de llegar a ser un gran pianista, tocando tan bien como cualquier pianista con dos manos. Tocó el piano durante más de cuarenta años, hasta que murió en 1961.
La Biblia dice: «¿Por qué voy a inquietarme? ¿Por qué me voy a angustiar? En Dios pondré mi esperanza, y todavía lo alabare. !El es mi Salvador y mi Dios!» ¿Te sientes desanimado, a veces? No permitas que las circunstancias te arrastren. Pon tú esperanza en Dios y sigue tus sueños.
Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson