domingo, 18 de marzo de 2012

PÁSAME LA SAL POR FAVOR

«El agua que venía de arriba dejó de correr y se detuvo como formando un embalse, bastante lejos, en Adam, la ciudad que está junto a la fortaleza de Saretán. Y el agua que bajaba hacia el Mar Muerto siguió corriendo hasta que se terminó. Así se dividió el agua del río, y los israelitas lo cruzaron frente a la ciudad de Jericó» (Josué 3:16).

¡Lo que describe el versículo es un verdadero milagro!
Al caminar hoy con los israelitas, veremos a Dios amontonar las aguas en el río Jordán. El agua dejó de fluir lacia el «Mar de Sal», como también se conoce al mar Muerto. El Mar de Sal es realmente sorprendente. Si alguna vez has estado en la playa y has tragado un poco de agua, sabrás lo salada que es. Bueno, pues el Mar Muerto es siete veces más salado que el océano. Es tan salado, que si saltas al agua se te hará muy difícil sumergirte. ¡La sal te detendrá! También se llama Mar Muerto porque muy pocos animales pueden vivir en él. El agua es demasiado salada y repugnante para que algún ser viva en ella.
Sin Jesús, nuestra vida podría terminar de esa manera. Podría hacerse «repugnante» sin la pureza que Jesús nos brinda. ¡Entrégale hoy tu corazón a Dios y deja que purifique tu vida!

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

LA INFLUENCIA DE LA FAMILIA

Pues yo sé que mandará a sus hijos, y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová haciendo justicia y juicio (Génesis 18:19).

Esta declaración tan bella parecería que está ubicada en un pasado que difícilmente volverá a formar parte de la realidad. ¿Por qué? Porque hoy los padres de familia parecen estar más preocupados por proveer los bienes materiales que su familia necesita, que por velar por la vida espiritual de los suyos. Cada familia cristiana debería ser un ejemplo ante el mundo del poder del Señor y de su capacidad amplísima para el bien. Otras familias, al observar los resultados de un hogar semejante, podrían a su vez seguir su ejemplo.
Hace poco una maestra de una escuela primaria secular le preguntaba a una joven pareja de padres cristianos cómo habían inculcado en su hijo una cortesía y modales tan poco frecuentes en el siglo XXI. Ellos le respondieron que la educación cristiana prepara a la persona no tan solo para ser fiel a Dios, sino para ser útil y miembro activo de la comunidad.
Los ángeles celestiales visitan a menudo el hogar donde Dios empuña el timón. Bajo el poder de la gracia divina dicho hogar se convierte en un lugar de refugio para grandes y chicos. Allí no se permite que el yo imponga sus normas, sino que cada uno tendrá tanto derechos como deberes. La fe que obra por amor y purifica el alma debe dirigir las actividades de dicho hogar.
«Una familia bien ordenada y disciplinada influye más en favor del cristianismo que todos los sermones que se puedan predicar» (El hogar cristiano, cap. 4, p. 32). «Una luz, por pequeña que sea, si está siempre encendida puede servir para prender otras muchas» (El ministerio de curación, p. 333). «Nuestra esfera de influencia podrá parecer limitada, nuestras capacidades pequeñas, nuestras oportunidades escasas, reducidos nuestros recursos; no obstante, si sabemos aprovechar lo que nos ofrece nuestro hogar, podremos realizar maravillas» (Servicio cristiano, p. 258).
La influencia de una vida hogareña vigilada durante la infancia y la juventud, es la salvaguardia más segura contra la corrupción del mundo.
Señor, permítenos tener familias así. Que podamos honrar y dignificar tu santo nombre hoy y siempre.

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Eulogio Hernández

¿A QUIÉN QUIERES AGRADAR?

Vivan de manera digna del Señor, agradándole en todo. Colosenses 1:10, NVI

En su excelente obra The Moral Compass (La brújula moral, pp. 221, 222), William Bennet cuenta que un hombre, su hijo y un burro de carga iban rumbo al mercado. Caminaban delante del burro, cuando en el trayecto se toparon con un granjero.
—¿Cómo se les ocurre ir caminando hasta el pueblo? —les preguntó el granjero—. ¿No deberían montarse en el burro?
—La verdad es que no había pensado en eso —respondió el padre. Entonces, colocó a su hijo sobre el animal y siguieron su camino. Al poco rato, pasaron cerca de un grupo de hombres.
—¡Miren eso! —dijo uno de ellos—. El muchacho va sentado en el burro, mientras su padre va caminando. ¿No les parece que ese jovencito es muy perezoso?
Al escuchar estas palabras, el padre le pidió al joven que se bajara para subirse él en el burro. Pero no habían avanzado mucho cuando unas mujeres gritaron.
—¿Habían visto alguna vez a un hombre tan flojo? Mientras él va cómodamente sentado, el muchacho se fatiga caminando.
El hombre no sabía qué hacer. Quería complacer a la gente, pero hasta ahora sus esfuerzos habían fracasado. «Ya sé lo que voy a hacer —pensó—. Vamos a sentarnos los dos en el burro», le dijo a su hijo. Y así hicieron. Pero la sorpresa fue grande cuando, entrando al pueblo, escucharon las críticas de la gente.
—¿No les parece un abuso —les dijeron— que el pobre burro tenga que cargar con ustedes dos?
Y ahora sí que el pobre hombre estaba confundido. ¿Qué podía hacer? Buscó un palo largo y amarró las patas del burro en cada uno de sus extremos. Mientras él agarraba un extremo del palo, el hijo sostenía el otro. Con mucho esfuerzo, lograron levantar al burro, pero mientras pasaban sobre el puente, ocurrió lo inesperado. Las cuerdas que sostenían al burro del lado del joven se soltaron. Asustado, el muchacho soltó el palo, el burro rodó y finalmente cayó en el río, donde tristemente se ahogó.
Mientras pensaban en lo sucedido, el padre pronunció las siguientes palabras:
—Hijo mío —dijo— hoy hemos aprendido una importante lección:
EN LA VIDA ES IMPOSIBLE, COMPLACER A TODO EL MUNDO.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

NO SE PREOCUPE

«Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo» (Salmo 119:165).

Quizá me estrese, pero no hasta el punto de caer víctima de la ansiedad. Eso se lo dejo a mi esposa. Ella es la perfecta ansiosa. Una cosa es estar preocupado por lo que te está pasando en la actualidad y otra muy distinta es preocuparse demasiado por lo que pueda suceder en el futuro.
Jesús tiene algo que decir a los que se preocupan demasiado. En primer lugar, no dijo que no nos preocupemos por nada. ¿Sorprendido? Jesús no usó la palabra «preocupación». Él hablaba de angustiarse, que probablemente sea lo mismo que preocuparse, pero más.
El Gran Médico nos aconseja que no nos preocupemos por las cosas temporales porque son eso, temporales. «Temporal» significa mundano, terrenal, secular.
La ansiedad es algo enfermizo. Un médico de la Universidad John Hopkins dijo: «No se sabe por qué las personas que se preocupan en exceso mueren antes que las que saben controlar sus preocupaciones, pero es un hecho demostrado».
Jesús dijo que obsesionarse con lo que se come o se viste es idolatría. Estas son sus palabras: «No os angustiéis, pues, diciendo: "¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?", porque los gentiles se angustian por todas estas cosas, pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas ellas» (Mat. 6:31-32).
La cuestión no es si debemos comer y vestir adecuadamente. Esto no se discute. La cuestión es: «Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas» (Mat. 6: 33). Los paganos buscan primero lo temporal. El cristiano tiene que buscar primero lo espiritual.
¿Cómo podemos combatir el destructivo hábito de la ansiedad? Alguien dijo: «Cada noche deposito mis preocupaciones en Dios. Sea como sea, él estará despierto toda la noche». Recuerde que Dios es nuestro auxilio en la tribulación. Si se angustia es porque no tiene a nadie en quien confiar.
Señor, perdóname porque me angustio. Gracias, Jesús, porque podemos traerte todas nuestras preocupaciones. Ayúdame a poner en primer lugar lo más importante y preocuparme por lo que realmente merece la pena. (Basado en Mateo 6:34).

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill