El chismoso separa a los mejores amigos (Proverbios 16:28).
El chisme es una de las armas más poderosas que utiliza el enemigo para destruir al ser humano. Provisto de un silenciador muy eficaz, el chisme es capaz de arruinar vidas sin límite de edad, sexo o profesión. ¿Cuántos han perdido sus posesiones materiales, sus empleos, sus principios morales y hasta su familia por el poderoso y eficaz cartero del mal? ¿Cuántas amistades sinceras sucumben ante un vendaval implacable de palabras ociosas?
A veces pensamos que en la iglesia estamos a salvo de esta plaga devastadora. Pero, ¿cuántas personas dicen ser profesos cristianos y llevan escondida la daga venenosa del chisme para utilizarla cuando menos lo esperamos? La experiencia cristiana no está marcada solo por acciones gratificantes, llenas de bondad y amor. La traición, la envidia, los celos, el chisme y la difamación, son latigazos que tenemos que saber recibir sin que por ello caigamos de bruces al suelo, derrotadas. Aprender esto puede causarnos mucho dolor, pero es necesario que nuestras piernas se afiancen y nuestro espíritu aprenda a soportar las adversidades para que, fortalecidas en Cristo, tengamos ánimo para tenderle, una mano al que la necesita.
Estrella y Yarda parecían estar unidas por lazos de amistad inquebrantables. Habían vivido juntas hermosas experiencias, pero el virus del chisme entró en la vida de Yania provocando una reacción en cadena que nada fue capaz de detener. La depresión se apoderó de ella con tal fuerza que tuvo que ser ingresada en un centro psiquiátrico. Y todo ello solo porque su amiga la había traicionado. Quizás tú hayas vivido una experiencia similar, seguramente no tan dramática, aunque sí dolorosa.
¿Cómo enfrentara este poderoso enemigo? Para que exista un chisme tienen que darse dos elementos indispensables: uno, el que lo extiende; dos, los que lo escuchan. Por lo que, si no quieres que el chisme corra, no le pongas zapatos. Por eso, ante esta arma tan peligrosa, recuerda las palabras del salmista: «Guarda tu lengua del mal y tus labios de hablar engaño» (Sal. 34:13).
Sea tu oración hoy: «Señor, que mis labios al hablar, solo hablen de tu amor.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
El chisme es una de las armas más poderosas que utiliza el enemigo para destruir al ser humano. Provisto de un silenciador muy eficaz, el chisme es capaz de arruinar vidas sin límite de edad, sexo o profesión. ¿Cuántos han perdido sus posesiones materiales, sus empleos, sus principios morales y hasta su familia por el poderoso y eficaz cartero del mal? ¿Cuántas amistades sinceras sucumben ante un vendaval implacable de palabras ociosas?
A veces pensamos que en la iglesia estamos a salvo de esta plaga devastadora. Pero, ¿cuántas personas dicen ser profesos cristianos y llevan escondida la daga venenosa del chisme para utilizarla cuando menos lo esperamos? La experiencia cristiana no está marcada solo por acciones gratificantes, llenas de bondad y amor. La traición, la envidia, los celos, el chisme y la difamación, son latigazos que tenemos que saber recibir sin que por ello caigamos de bruces al suelo, derrotadas. Aprender esto puede causarnos mucho dolor, pero es necesario que nuestras piernas se afiancen y nuestro espíritu aprenda a soportar las adversidades para que, fortalecidas en Cristo, tengamos ánimo para tenderle, una mano al que la necesita.
Estrella y Yarda parecían estar unidas por lazos de amistad inquebrantables. Habían vivido juntas hermosas experiencias, pero el virus del chisme entró en la vida de Yania provocando una reacción en cadena que nada fue capaz de detener. La depresión se apoderó de ella con tal fuerza que tuvo que ser ingresada en un centro psiquiátrico. Y todo ello solo porque su amiga la había traicionado. Quizás tú hayas vivido una experiencia similar, seguramente no tan dramática, aunque sí dolorosa.
¿Cómo enfrentara este poderoso enemigo? Para que exista un chisme tienen que darse dos elementos indispensables: uno, el que lo extiende; dos, los que lo escuchan. Por lo que, si no quieres que el chisme corra, no le pongas zapatos. Por eso, ante esta arma tan peligrosa, recuerda las palabras del salmista: «Guarda tu lengua del mal y tus labios de hablar engaño» (Sal. 34:13).
Sea tu oración hoy: «Señor, que mis labios al hablar, solo hablen de tu amor.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera