jueves, 30 de julio de 2009

NO ESTÁS SOLA

Anoche se me apareció un ángel del Dios a quien pertenezco y a quien sirvo (Hechos 27: 23).

Los cristianos solemos olvidarnos de las maravillosas bendiciones que constantemente Dios nos presenta. Una de ellas es habernos asignado un acompañante, es decir, un ángel para que en las cosas más difíciles no nos sintamos solas. Pero muchas veces olvidamos esta maravillosa verdad. Me he preguntado recientemente si he experimentado palpablemente un momento difícil en el cual tuvo que intervenir mi ángel, y al hacer memoria, realmente no me ha pasado nada grave, claro, gracias a Dios. ¿Pero por qué esperar a que nos pase algo lamentable para recordar que tenemos un ángel que nos cuida? Imagínate cuando estás en medio de una tentación y tu ángel trata de ayudarte para que no caigas en el pecado, escuchas una voz muy familiar pero en ese momento no recuerdas de dónde viene, pero toca lo más profundo de tu corazón y dices: «¿Cómo es posible que haya olvidado que tengo un ángel junto a mí y que me guía?» Hechos 27: 23 nos recuerda que los ángeles se personifican cada vez que es necesario: «Anoche se me apareció un ángel del Dios a quien pertenezco y a quien sirvo». Los ángeles de Dios están a nuestro alrededor. Nunca debemos perder la conciencia de esta realidad. Creo que necesitamos comprender mejor la mi­sión de los ángeles y tratar de entender cómo es que obtienen tanto gozo en el servicio al prójimo. Los ángeles son poderosos en fortaleza divina, que cumplen la voluntad de Dios y le obedecen; son mensajeros que trasmiten importantes verdades a los hijos de Dios. Cuando Jesucristo venga en las nubes de los cielos tú conversarás con el ángel que vigiló tus pasos y cubrió tu cabeza en el día del peligro y que no te dejó sola en el valle de la sombra de la muerte. Él será el primero en saludarte en el día de la resurrección. No estás sola, siempre tendrás un ángel junto a ti.

Ana Mana Tello García
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor

LOS PEREZOSOS NUNCA PROSPERARÁN

Pero el que siga firme hasta el fin, se salvará. Mateo 24: 13

En el periódico local apareció el siguiente anuncio: «Bicicleta estática: 50 dólares; cinta para correr, 250 dólares; máquina de remar, 75 dólares. Todo en perfecto estado de uso. Casi nuevo. 657-5674.» No conozco a las personas que vendían esos objetos, pero estoy casi segura de que en algún momento de su vida (quizá cuando hacían los propósitos para el año nuevo) decidieron que se pondrían en forma. Por eso, quizá, primero compraron la bicicleta estática. Pero cuando la bicicleta dejó de ser algo divertido, probaron con la cinta para correr. Y luego la máquina de remar. Aparentemente, no usaron mucho ninguna de las, máquinas porque admitían que estaban casi nuevas. Es muy fácil excitarse con un nuevo proyecto, en particular cuando nos da un motivo para gastar dinero. Pero después de haber trabajado un poco en él, la novedad desaparecen y buscamos algo nuevo que nos dé un poco más de emoción. Una de las características de la madurez es la capacidad de seguir haciendo algo aun cuando ya no nos divierta. Quizá sea un empleo de verano aburrido que nos obligue a hacer lo mismo un día tras otro. O puede que sea tu trabajo de historia, cuando lo que preferirías es ir a esquiar con los amigos. También sería el equipo de voleibol después de no ganar ni un solo partido y ser el peor jugador de toda la liga. Cuando nos comprometemos a hacer algo, debemos cumplir la palabra dada. Nos ayuda a aprender a ser disciplinados y hace que en el futuro sea más fácil llevar adelante los proyectos. El compromiso es también una parte vital de la salvación. En un momento u otro, muchas personas aceptarán a Jesús y dirán de sí mismas que son cristianas. Pero solo permanecerán en la familia de Dios los que continúen su relación con él. Ahora que has empezado un viaje increíble, no permitas que nada te detenga.

Tomado de la Matutina El viaje siempre increíble.

OLVIDA LAS FALTAS DE TUS HERMANOS

Solo Lucas está conmigo. Toma a Marcos y tráele contigo, porque me es útil para el ministerio.2 Timoteo 4: 11

Perdono, pero no olvido». «Mantengo fresco en mi mente lo que me hiciste, como si hubiera ocurrido ayer». «Jamás lo olvidaré». «Aunque transcurra un siglo, siempre lo recordaré». ¿Te resultan familiares estas frases? Son muy conocidas, ¿verdad? Muchos sienten satisfacción y orgullo al expresarse así. ¿Deseas poner obstáculos a tu vida cristiana? ¿Quieres vivir infeliz todos los días de tu vida? Entonces recuerda las faltas cometidas por tus hermanos. El apóstol Pablo le suplicó a Timoteo que le llevara a Marcos. ¿A Marcos? ¿El desertor ? ¿El cobarde? ¿El que los había abandonado en el primer viaje misionero? Sí, el paladín del evangelio, pide que le traigan al desertor. Lo consideraba útil y estaba dispuesto tomarlo como ayudante. Pablo terminó su carrera con gozo porque no permitió que el recuerdo de las faltas de sus hermanos estorbara su viaje hacia la meta. Los meses se convirtieron en años, y los años en décadas; y ahora el anciano escribe a Timoteo. «Toma a Marcos y tráele contigo, porque me es útil para el ministerio». De alguna manera, en el transcurso de aquellos años, Pablo había olvidado y perdonado los fracasos de Marcos. Muchas personas viven su vida como si jamás pudieran olvidar las ofensas recibidas. Son incapaces de olvidar un agravio. Conservan una lista de todas las ofensas que han cometido contra ellas. Si deseas vivir una vida absolutamente miserable, entonces pon una marca indeleble en tus ofensores para no perderlos de vista. El perdón sana las heridas. Las heridas que no han sanado son las que producen amargura. La amargura que produce un espíritu crítico y mordaz parece difícil de curar. La amargura envenena la vida de oración, arruina la vida familiar, destruye la carrera profesional, el trabajo y la vida espiritual. Si la vida cristiana es una lucha, entonces recibirás heridas. Si es una carrera, en algún momento recibirás un golpe. Escuché la historia de un padre cuyo corazón fue herido por su hija. Ella se había casado, contra la voluntad de su progenitor, con un hombre divorciado. Su corazón se llenó de resentimiento y amargura contra su hija hasta el extremo de que nunca la perdonó. Quizá por su profundo resentimiento, enfermó gravemente y fue hospitalizado. cuando su hija fue a visitarlo, volvió su rostro hacia la pared. No podía olvidar su falta y por lo tanto, no podía perdonarla. ¿Hay algún Marcos en tu vida? Hoy es un buen día para pedir que te lo traigan. Perdona y olvida las faltas de tus hermanos para que Dios perdone y olvide las tuyas.

Tomado de la matutina Siempre Gozosos.