Pero yo, Señor, te imploro en el tiempo de tu buena voluntad. Por tu gran amor, oh Dios, respóndeme (Salmo 69: 13).
Me encontraba desesperada. No sabía cómo resolvería el problema que enfrentaba. A unos días de terminar el semestre recibí la noticia que el lugar en el que yo trabajaba para ayudarme financieramente no estaría más en servicio, así que no tenía trabajo, ¿cómo haría para la colegiatura? Era tanta mi preocupación y desesperación que empecé a contactar a personas que sabía podrían ayudarme a conseguir el trabajo que necesitaba. Busqué distintas posibilidades y ninguna tenía respuesta a mi favor. Era claro no había posibilidad de volver a la universidad, todo estaba perdido. Pasaron los últimos días y una mañana me acordé de orar. Me arrodillé y dije: «Cristo Jesús, ya no puedo más con esta situación, perdóname por buscar la solución solo en los hombres, perdóname por no haber venido a ti con mis preocupaciones. Por favor, sé que para ti nada es imposible, ¡ayúdame! Sabes que necesito un trabajo para continuar estudiando, provee conforme a tu voluntad, en el nombre de Jesús, amén». Y fue así que en cuestión de segundos mi alma volvió a la calma, la desesperación y angustia se fueron de mí y una seguridad de que Dios estaba ahora al control dio paz a mi corazón. El Señor satisfizo mi necesidad, en cuestión de días obtuve la respuesta a mi pedido. Aprendí que Dios está dispuesto siempre a ayudarnos. Es verdad que no siempre la respuesta podrá ser positiva o como nosotros quisiéramos, en algunas ocasiones dirá «no», no es lo mejor para ti. Esta mañana te invito a no desesperarte por la situación en la que te encuentres, no hagas las cosas al revés, busca primero a Dios y lo demás vendrá por añadidura. Recuerda el versículo de esta mañana: «Antes que clamen, responderé; mientras aún hablan yo habré oído».
Me encontraba desesperada. No sabía cómo resolvería el problema que enfrentaba. A unos días de terminar el semestre recibí la noticia que el lugar en el que yo trabajaba para ayudarme financieramente no estaría más en servicio, así que no tenía trabajo, ¿cómo haría para la colegiatura? Era tanta mi preocupación y desesperación que empecé a contactar a personas que sabía podrían ayudarme a conseguir el trabajo que necesitaba. Busqué distintas posibilidades y ninguna tenía respuesta a mi favor. Era claro no había posibilidad de volver a la universidad, todo estaba perdido. Pasaron los últimos días y una mañana me acordé de orar. Me arrodillé y dije: «Cristo Jesús, ya no puedo más con esta situación, perdóname por buscar la solución solo en los hombres, perdóname por no haber venido a ti con mis preocupaciones. Por favor, sé que para ti nada es imposible, ¡ayúdame! Sabes que necesito un trabajo para continuar estudiando, provee conforme a tu voluntad, en el nombre de Jesús, amén». Y fue así que en cuestión de segundos mi alma volvió a la calma, la desesperación y angustia se fueron de mí y una seguridad de que Dios estaba ahora al control dio paz a mi corazón. El Señor satisfizo mi necesidad, en cuestión de días obtuve la respuesta a mi pedido. Aprendí que Dios está dispuesto siempre a ayudarnos. Es verdad que no siempre la respuesta podrá ser positiva o como nosotros quisiéramos, en algunas ocasiones dirá «no», no es lo mejor para ti. Esta mañana te invito a no desesperarte por la situación en la que te encuentres, no hagas las cosas al revés, busca primero a Dios y lo demás vendrá por añadidura. Recuerda el versículo de esta mañana: «Antes que clamen, responderé; mientras aún hablan yo habré oído».
Esmeralda L. Montes Casillas
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor.
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor.