martes, 4 de octubre de 2011

CONSTRUYENDO EL CARÁCTER – 1ª PARTE

De esta manera la harás: de trescientos codos será la longitud del arca, de amento codos su anchura de treinta codos su altura (Génesis 6:15).

Se necesitaba precisión en las medidas del arca, pues tenía que ser una construcción capaz de resistir la furia de la naturaleza, por lo que no había lugar para equivocaciones. Dios mismo tomó precauciones al respecto y dio en forma personal las instrucciones para hacerla. Si Noé las seguía, el arca sería todo un coloso de la ingeniería náutica. Pero una embarcación no era lo único necesario para salvar a la gente. Dios había dado las instrucciones, los materiales estaban disponibles y los trabajadores acometieron la obra sin dilación, pero faltaba la entrada en escena de la voluntad humana.
Me gusta comparar la construcción del arca con la edificación del carácter. Nosotros nos enfrentamos constantemente a la furia del pecado que, como un vendaval, lanza nuestra débil embarcación de un lado a otro. Las olas descargan toda su furia tratando de quebrar la madera con que estamos hechos. Dios mismo lo sabe, y nos alerta de que nuestra pelea no es contra carne ni sangre, sino contra todas las huestes del mal. Un mal que, desesperado, busca a quien devorar. Entonces recibimos instrucciones precisas: «Ama a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo». «Ocúpate en la lectura y persevera en la oración». «Cultiva los frutos del espíritu». «No dejes de congregarte». «Testifica a otros del amor de Dios».
Muchas son las indicaciones que nos da Dios para que nuestra embarcación resista el mal. Si se han dado las instrucciones, si tenemos a disposición los materiales de la Biblia y la oración, si los trabajadores están trabajando, ¿qué falta por entrar en juego? La voluntad humana.
¿Deseas la salvación eterna? Todo está preparado, solo falta que le pidas a Dios que obre en ti. Acepta sus instrucciones, atérrate a sus planes, no a los tuyos, y como buen navegante estudia la trayectoria de navegación, asiéndote del timón de la oración y mirando siempre la estrella polar que te llevará al puerto seguro.
Hay un solo obstáculo para que no te salves: tú misma.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

SIN DIOSES AJENOS

No tendrás dioses ajenos delante de mí. Éxodo 20:3.

Para los israelitas no fue fácil apartarse de los dioses ajenos. Los ochocientos años que abarcaron desde la salida de Egipto hasta el exilio en la Babilonia de Nabucodonosor, los dioses de las naciones extranjeras compitieron con el verdadero Dios por ocupar el primer lugar.
Esos dioses ajenos fueron tomando diversas formas y nombres a lo largo de la historia bíblica. Todavía en el desierto, el becerro de oro fue proclamado como el autor de la liberación de Israel de manos de Egipto (Éxo. 32:4). En tiempo de los jueces, Gedeón debió derribar el altar de Baal y la imagen de Asera, a los cuales Israel se había inclinado (Jue. 6:25). Cuando Salomón estaba en el poder, adoró a "Astoret, diosa de los sidonios, y a Milcom, ídolo abominable de los madianitas" (1 Rey. 11:5); e indujo a los israelitas a seguir esa falsa adoración. Ezequías, uno de los últimos reyes que gobernó sobre Judá, debió destruir la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque el pueblo la había tomado como objeto de culto (2 Rey. 18:4).
En nuestros días, el enemigo de Dios no tienta a los adventistas con imágenes para que quebranten el primer mandamiento, pero ha ocultado bajo máscaras muy respetadas y queridas el lugar que debiera ocupar Dios en el corazón. Uno de esos dioses ajenos, sumamente apreciado, es el amor al dinero. Hay personas que se desviven, que son capaces de robar, de traicionar y de mentir con tal de sentirse más ricos.
Otros dioses ajenos son la diversión y el sexo "libre". Jóvenes que debieran estar ocupados para que la obra de Dios se termine en esta tierra y Jesús vuelva a renovar todas las cosas, se encuentran distraídos espiritualmente con las diversiones. No pueden dejarlas, no saben cómo librarse de ellas, semana a semana sienten el deseo de salir y lo concretan, y necesitan que otro tome la decisión por ellos, así como Ezequías debió destruir la serpiente de bronce.
Otras personas luchan contra el dios del "yo". Tienen un egoísmo muy arraigado, no ven las necesidades ajenas y su "yo" adquiere dimensiones extraordinarias. Ese "yo" los impulsa a realizar siempre su voluntad y se enojan cuando se los ignora; no pueden tolerar que otro tome el control de una situación, ni siquiera aceptan la voluntad bíblica.
Hoy, el Señor te llama a abandonar cualquier cosa que ocupe el primer lugar en tu corazón, y te dice: déjame ser Dios en tu vida.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

CÓMO CONOCER LA VOLUNTAD DE DIOS

¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo? Amos 3:3.

“Pastor", me preguntaba un adolescente, "¿cómo puedo saber si estoy haciendo la voluntad de Dios?" Esa es la pregunta de todos. El razonamiento es simple: si hago la voluntad de Dios, seré bendecido; pero, ¿cómo puedo conocer la voluntad de Dios?
La expresión "acuerdo", encontrada en el texto de hoy, proviene del hebraico miphal, que significa "encontrar"; es decir, para que dos personas anden juntas, hagan un viaje juntas o sigan la jornada juntas, es necesario primero que se encuentren.
Pastor, ¿cómo saber cuál es la voluntad de Dios para mi vida? El secreto es simple: encuéntrate con Dios. Si yo quiero andar la jornada de mi vida con Dios, haciendo su voluntad y recibiendo sus bendiciones, primero necesito encontrarme con él.
¿Qué significa encontrarse con Dios? Continuemos usando el ejemplo del viaje. Antes de iniciar un viaje es necesario hacer planes. Y si voy a viajar con alguien, esos planes deben ser compartidos.
Con Dios funciona de la misma forma. Voy a su presencia y le muestro mis planes, le abro mi corazón. Le digo mis miedos, mis dudas, mis limitaciones, adonde quiero ir, lo que quiero y necesito hacer, todo. Eso es orar.
Pero en un viaje no habla solo uno. Con Dios es lo mismo. Ahora que terminaste de hablar es hora de escuchar lo que él tiene para decirte, cuáles son sus planes, los caminos que tiene para ti, por dónde quiere conducirte, los cuidados que debes tomar.
¿Pero cómo oír su voz? Si hablar es orar, oír es leer. Leer la Biblia, beber de la Palabra de Dios, profundizarte en las revelaciones que Dios dejó en su Palabra.
Algunas personas esperan que Dios les revele algo nuevo y diferente de lo que está escrito en la Biblia. Generalmente esa es una disculpa para hacer lo que ya vieron que Dios no aprueba.
¿Quieres ser feliz? ¿Quieres vivir un día de bendiciones? El secreto es simple. Ve al encuentro de tu Dios, porque "¿andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?"

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón