lunes, 24 de agosto de 2009

INMEDIATA INTERVENCIÓN DIVINA

Crean que ya han recibido todo lo que estén pidiendo en oración, y lo obtendrán (5. Marcos 11:24).

Eran como las diez de la noche cuando sonó el teléfono. Era mi hija mayor que me dijo apresuradamente: «Mamá, ora por Doris, pues el automóvil está fallando. Ella va de la iglesia rumbo a su casa y tiene problemas con su auto, yo te vuelvo a hablar en veinte minutos». De inmediato llamé a dos señoritas que estaban en casa, ya que mi esposo se encontraba de viaje, y en ese mismo instante nos arrodillamos: «Señor, guarda a mi hija de cualquier peligro, permite que ella sienta la seguridad de tu compañía, no permitas que nada malo le suceda». Mi oración fue corta, pero la hice con mucha fe. No pude esperar los veinte minutos que me dijo Fanny, así que tomé el teléfono y le marqué a Doris. Entonces, me respondió: «Mamá, acabo de tener un accidente». «Hija, ¿estás bien?», le pregunté angustiada. «Sí mamá, luego te hablo. La policía está aquí, la ambulancia y los bomberos, pero estoy bien, comentó con cierta seguridad». Después de lo que me pareció una larga espera, me habló y me contó lo que le había sucedido. A su auto le falló el alternador y se detuvo en medio de la carretera, en un lugar apartado. Ella había tratado de volver a encenderlo, pero había sido inútil. De repente aparecieron dos hombres que le ofrecieron ayuda y trataron de sacar el vehículo de la carretera, pero no fue posible. Así que le dijeron que debía salirse del auto porque estaba en peligro de que alguien viniera por detrás y le pegara. Ella se salió en seguida. Mientras marcaba el número de teléfono de emergencias, sucedió lo que aquellos dos hombres le habían dicho. Tengo la seguridad que fue Dios quien envió a esos señores para ayudarla y orientarla. Estoy segura de que Dios salvó a mi hija esa noche, pues el auto fue de­clarado como pérdida total, pero ella no sufrió ni un rasguño. ¿Has experimentado la oración en momentos difíciles? Te invito a que durante este día entres en plena comunión con Dios, ya sea que tengas un día de bonanza, o ya sea que tengas en él dificultades. Recuerda, Dios siempre está listo para darnos lo que necesitamos.

Rocio Barrera de Velásquez
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor.

ES SUFICIENTE

Honra al Señor con tus riquezas.proverbios 3:9

La Sra. Popp y su hija Lauren se dirigían al centro comercial. Era hora de comprar ropa para el nuevo curso escolar. Pero su aventura comercial anual iba a ser ligeramente distinta a como había sido en años anteriores. Lauren y su mamá habían hecho una lista de las cosas que Lauren debería comprar y calcularon que el valor total sería de 150 dólares. La Sra. Popp había dado a Lauren el dinero, junto con la responsabilidad de comprar el nuevo guardarropa. Pero cuando estaban de camino, la Sra. Popp se dio cuenta de que Lauren no había apartado el diezmo del dinero. Si Lauren restaba el 10% de Dios le quedarían 135 dó­lares y, probablemente, no bastaría para pagar todo lo de la lista. ¿Debía mencionar el diezmo? Y si lo hacía, ¿cómo reaccionaría Lauren? Cuando la Sra. Popp recordó a Lauren el diezmo, esta no solo estuvo de acuerdo en apartarlo, sino que dijo que le gustaría destinar otros cinco dólares para ofrendas. De ese modo, el presupuesto para ropa de Lauren se redujo de 150 a 130 dólares. Cuando llegaron al centro comercial, madre e hija descubrieron con agrado que podían encontrar todo lo que buscaban comprándolo de rebajas. Al final de la tarde habían conseguido completar la lista, excepto una sola cosa, un par de zapatos para el sábado. La Sra. Popp empezó a preocuparse. A Lauren solo le quedaban unos pocos dólares y eso, sin duda alguna, no bastaría para pagar un par de zapatos nuevos. Se preguntó: «¿Debería permitir que Lauren gaste el diezmo y las ofrendas?» —Mira, mamá —la llamó Lauren emocionada mientras señalaba unos zapatos en el escaparate—. Son justo lo que buscaba. ¡Y también están de rebajas! Con el 50% de descuento, Lauren tenía suficiente dinero para cubrir el gasto. El diezmo y las ofrendas todavía estaban seguros en el bolsillo. Cuando honramos a Dios con nuestro dinero, él siempre suple nuestras necesidades.

Tomado de la Matutina El viaje Increíble.

LA MAYOR BATALLA

Jehová, no se ha envanecido mi corazón, ni mis ojos se enaltecieron; ni anduve en grandezas, ni en cosas demasiado sublimes para mí. salmo 131: 1

El Salmo 131 es un cántico que expresa una confianza infantil y una humilde resignación. El salmista había cultivado la autodisciplina hasta el extremo de no luchar ya por el puesto más elevado. Una victoria en verdad maravillosa, pues en los problemas que dice que ya había vencido encontramos nosotros los mayores conflictos: No se ha envanecido mi corazón. En la escuela de la experiencia el salmista tuvo que renunciar al orgullo y al egoísmo, y ello lo volvió humilde y manso. Los individuos grandes a la vista de Dios son profundamente humildes. Cristo afirmó que entre los nacidos de mujer no había otro mayor que Juan el Bautista (Mat. 11:11). Sin embargo, fue uno de los hombres más humildes. Juan alcanzó la cima de la abnegación (Juan 3i 30). Solo es verdaderamente grande el que es de veras humilde (Jer. 45: 5). Lo que está más cerca del trono es el estrado de la humildad. ¡Qué difícil es para nosotros luchar contra los deseos de un corazón que busca su propia gloria! Por eso dice Elena G. de White: «La guerra contra nosotros mismos es la batalla más grande que jamás se haya reñido. Rendir el yo, entregando todo a la voluntad de Dios, requiere una lucha. Ahora bien, para que el alma sea renovada en santidad, ha de someterse antes a Dios» (El camino a Cristo, p. 66). Gracias a Dios, el mismo poder que hizo que David pudiera decir «no se ha envanecido mi corazón», puede ayudarnos a nosotros a hacer lo mismo. Ni mis ojos se enaltecieron. Otra victoria de David, obtenida en la lucha que tuvo que librar para salvar su vida. Una de las señales más notables del orgullo del corazón es esta característica de los impíos: «Los ojos se les saltan de gordura» (Sal. 73: 7). Los «ojos enaltecidos» (Prov. 6: 17) son una de las siete cosas que el alma de Jehová abomina. Librarse de un corazón altivo es imposible humanamente. Pero el mismo que hizo que David pudiera decir «ni mis ojos se enaltecieron» puede ayudarnos para que podamos decir lo mismo. Ni anduve en grandezas. Otra de las grandes luchas de la vida. Muchos de nosotros no andamos en grandezas porque no podemos. Si pudiéramos, me temo mucho que si lo haríamos. El que rehusa voluntariamente andar en grandezas ha alcanzado un alto nivel de discernimiento y victoria espiritual. Por eso mismo es notable nuestro texto de hoy. Busquemos nosotros también esa victoria.

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.