Vale más pasar un día en tus atrios que mil fuera de ellos; prefiero cuidar la entrada de la casa de mi Dios que habitar entre los impíos, salmos 84:10.
Raquel de Korniejczuk evoca este versículo mientras está sentada en el avión «de regreso a casa». Aunque, según dice, no va a su casa, sino a la de sus padres. Aunque no ha vivido con ellos en los últimos treinta y cinco años, todavía la considera como su casa. Allí es donde creció al lado de sus padres con todo su afecto, son tantos los recuerdos de la infancia y la seguridad de lo conocido. Hay pocas sensaciones más refrescantes que «ir a casa», «volver a casa», «sentirse como en casa», y «estar en casa». No importa cuan pobre o lujosa sea, la casa es el único lugar del mundo donde uno siente que realmente pertenece, donde hay seguridad.
David sabía lo que significaba estar en la casa y fuera de ella. Como fugitivo, muchas veces había huido de su casa por temor a su vida. Los estudiosos del texto bíblico creen que el Salmo 84 fue escrito en el exilio. Pero su autor, David, no añora volver a su casa con su familia, sino estar en la casa de Dios. Y lo expresa con figuras del lenguaje donde utiliza la hipérbole para enfatizar su idea: Un día en el patio de la casa de Dios es mejor que mil días en cualquier otro lugar de la tierra. Parece que el propio salmista se siente indigno de entrar en la casa de Dios, porque se conforma con estar afuera, a la entrada, en el patio. Es mucho mejor, dice David, ser un siervo en el santuario de Dios que ser honrado por los malos y perder la presencia de Dios en el Templo. ¿Qué tiene la casa de Dios para que sea tan apetecible una posición de siervo en sus espacios exteriores?
«El Señor es sol y escudo; Dios nos concede honor y gloria. El Señor brinda generosamente su bondad a los que se conducen sin tacha. Señor Todopoderoso, ¡dichosos los que en ti confían!» (Salmo 84: 11, 12).
Así, al transitar las horas de este día, pon toda tu confianza en nuestro amante Padre celestial para vivir libre del temor.
Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna
Raquel de Korniejczuk evoca este versículo mientras está sentada en el avión «de regreso a casa». Aunque, según dice, no va a su casa, sino a la de sus padres. Aunque no ha vivido con ellos en los últimos treinta y cinco años, todavía la considera como su casa. Allí es donde creció al lado de sus padres con todo su afecto, son tantos los recuerdos de la infancia y la seguridad de lo conocido. Hay pocas sensaciones más refrescantes que «ir a casa», «volver a casa», «sentirse como en casa», y «estar en casa». No importa cuan pobre o lujosa sea, la casa es el único lugar del mundo donde uno siente que realmente pertenece, donde hay seguridad.
David sabía lo que significaba estar en la casa y fuera de ella. Como fugitivo, muchas veces había huido de su casa por temor a su vida. Los estudiosos del texto bíblico creen que el Salmo 84 fue escrito en el exilio. Pero su autor, David, no añora volver a su casa con su familia, sino estar en la casa de Dios. Y lo expresa con figuras del lenguaje donde utiliza la hipérbole para enfatizar su idea: Un día en el patio de la casa de Dios es mejor que mil días en cualquier otro lugar de la tierra. Parece que el propio salmista se siente indigno de entrar en la casa de Dios, porque se conforma con estar afuera, a la entrada, en el patio. Es mucho mejor, dice David, ser un siervo en el santuario de Dios que ser honrado por los malos y perder la presencia de Dios en el Templo. ¿Qué tiene la casa de Dios para que sea tan apetecible una posición de siervo en sus espacios exteriores?
«El Señor es sol y escudo; Dios nos concede honor y gloria. El Señor brinda generosamente su bondad a los que se conducen sin tacha. Señor Todopoderoso, ¡dichosos los que en ti confían!» (Salmo 84: 11, 12).
Así, al transitar las horas de este día, pon toda tu confianza en nuestro amante Padre celestial para vivir libre del temor.
«Es más seguro para ustedes estar donde Cristo dijo que él estaría». MJ 138
Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna