“Vuestro atavío no sea el
externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino
el interno, el del corazón, en el incorruptible adorno de un espíritu afable y
apacible, que es de grande estima delante de Dios” (1 Pedro 3:3, 4).
Un programa
televisivo de viajes invitó a un grupo de cinco hombres, nativos de un pueblo
primitivo de las islas del sur del Pacífico, a conocer la cultura
norteamericana. Disfrutaron de paisajes naturales y entornos urbanos, probaron
toda clase de comida, se desplazaron en diversos medios de transporte y
participaron en todo tipo de actividad recreativa, cultural y de consumo. Entre
estas, un tratamiento de belleza en un centro especializado. El presentador que
los conducía intentó acrecentar el interés por la apariencia juvenil y preguntó
a uno de los nativos al entrar al salón:
—¿Le gustaría
parecer diez años más joven?
Algo extrañado,
el invitado contestó:
—No. Me gustaría
llegar a viejo y vivir diez años más de lo normal.
La cultura del
isleño exaltaba la longevidad, aun con arrugas en la cara. Mientras que los
valores del occidental estaban centrados en la apariencia juvenil.
Para mejorar la
belleza física la industria mueve cada año cantidades millonarias de dinero en
productos y servicios que absorben gran parte del presupuesto personal del
consumidor. La ropa y el calzado, por ejemplo, van mucho más allá de su papel
funcional y se compran por su diseño, la marca comercial o la habilidad de
atraer la atención de otros. Hay productos cosméticos para embellecer el cutis,
el pelo, las cejas, las pestañas, las uñas, la piel… Están además las joyas que
penden de diversos lugares del cuerpo a fin de dar más luz a la imagen
corporal. Y aparte de los objetos que añadimos a nuestro cuerpo están los
tratamientos que se aplican con el mismo objetivo. Nos referimos a masajes,
arcillas, lifting, bótox, o incluso cirugía reparadora para retocar detalles
corporales que resulten más agradables a la vista.
Pero el texto
inspirado hace distinción entre dos tipos de adorno. Por un lado, ropa,
peinados y joyas. Por el otro, un espíritu afable y apacible. El primero, puede
comprarse con dinero, pero es temporal. El segundo es incorruptible y se recibe
por medio del Espíritu Santo que transforma corazones y produce espíritus llenos
de paz y de mansedumbre.
Ora hoy para que
Dios transforme tu corazón y deseche de él cualquier mal y te conceda ese
“adorno de un espíritu afable y apacible” para que seas una bendición para
muchos.
DEVOCIÓN MATUTINA
PARA ADULTOS 2020
UN CORAZÓN ALEGRE
Julián Melgosa y Laura Fidanza
Lecturas devocionales para Adultos 2020