sábado, 27 de febrero de 2010

LOS DÍAS EN QUE EL ME LLEVO EN SUS BRAZOS

Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando fases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti (Isaías 43: 2).

Me casé, y al poco tiempo quedé embarazada. Faltaba poco para el parto, y mi esposo y yo estábamos muy felices, íbamos a tener una niña. Me preparé para ir al médico, pero en el camino hubo un accidente. No me lastimé, pero estaba en un gran estado de shock. Me llevaron rápidamente a la sala de partos, donde el médico nos dijo que mi presión sanguínea estaba tan alta que si querían salvar mi vida tendrían que romper la placenta y dejar morir a mi hija. Di a luz a una hermosa beba, pero había muerto. Fue la experiencia más triste que viví. Estaba pasando por las aguas, pero Dios estaba conmigo y me acompañó durante las muchas noches de dolor, angustia y lágrimas.
El tiempo pasó, y dos años más tarde me encontraba nuevamente en el mismo hospital para dar a luz a nuestra segunda hija. Un nuevo médico y una partera aprendiz vinieron a hacerme un control, y me dijeron que estaba lista para dar a luz. Les pedí que esperaran hasta que mi médico y mi esposo llegaran, pero no lo hicieron. En vez de esto, indujeron el trabajo de parto, y cuando no pudieron sacar la cabeza de la beba de manera rápida, usaron la ayuda de una aspiradora. En el proceso, dañaron el cerebro de mi niña. En los días y las noches que siguieron pasé por los ríos, por momentos parecía que me ahogaría, pero Dios no permitió que esto ocurriera.
Diez años más tarde, mi hija fue hospitalizada y murió poco tiempo después. El día antes de su funeral, sentí que me moriría. Nunca antes había sentido un dolor tan profundo en mí. Estaba pasando por el fuego de la aflicción. Entonces, dos de mis hermanos, que son médicos, me animaron a llorar. Cuando logré hacer esto, me sentí mucho más aliviada y con fuerzas para continuar. En el sueño profundo que Dios me suministró, sentí su presencia cerca de mí. Fue entonces que Dios me llevó en sus brazos y me permitió asistir al funeral de mi hija al día siguiente. Él trajo paz a mi mente.
Desde aquel entonces, Dios me ha recompensado. Me permitió dar a luz con éxito a dos hijos varones; uno de ellos es pastor, como su padre. El otro es un piloto. Puedo cantar de las bondades del Señor, porque en verdad él cumple todas sus promesas.
Shirnet Wellingtoi
Tomado de Meditaciones Matinales para la mujer

Mi Refugio
Autora: Ardis Dick Stenbkken

UNA EXPERIENCIA PROPIA DE SALVACIÓN

Puse en el Señor toda mi esperanza; él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. Me sacó de la fosa de la muerte, del lodo y del pantano; puso mis pies sobre una roca, y me plantó en terreno firme. Puso en mis labios un cántico nuevo, un himno de alabanza a nuestro Dios. Al ver esto, muchos tuvieron miedo y pusieron su confianza en el Señor. Salmos 40:1-3

El texto parece el resumen de una historia en varios tiempos:

  • Desesperación; sin poder avanzar mientras se trata de caminar.
  • Paciencia: Espera, intervención divina.
  • Cántico: Alabanza.
  • Testimonio.
Nada más poderoso que el testimonio de nuestra propia experiencia de reencuentro con nuestro Salvador. Parece que este Salmo de David es un canto de este tipo de vivencias. Si lees todo el Salmo te darás cuenta que David se siente frustrado, chasqueado de mucha gente a su alrededor. También se siente desilusionado de sí mismo a causa de sus «maldades». Siente temor de sus enemigos.
Una vez enterado de la existencia de un tesoro en un campo, un hombre vende todo lo que tiene. ¿Recuerdas el requisito que Jesús puso al joven rico? Y compra el terreno. Sin duda, cuando entró en la propiedad se dio cuenta que no estaba bien cercada y había muchos matorrales, la tierra era dura y, tal vez, tendría que invertir mucho esfuerzo para poder sembrar en ella. ¿Crees que se puso a mirar todo eso? ¡Claro que no! Se fue directo a buscar el tesoro. ¡Nada lo distrajo!
Supon que, ya con el tesoro en las manos, se comenzó a dar cuenta de la realidad del terreno que había comprado y dijo: «Bueno, ahora me voy con mi tesoro para otra pane». No puede, porque el tesoro representa a Cristo. Y la Biblia enseña que Cristo es la cabeza de la Iglesia; y que la Iglesia es el cuerpo de Cristo. ¿Verdad que no podemos tener una cabeza sin cuerpo, ni un cuerpo sin cabeza? No dejes de mirar a Cristo y mantente en su Iglesia para que tengas un canto de tu propia experiencia de salvación.
«No hablemos, pues, de nuestra debilidad y falta de eficiencia, sino de Cristo y de su fuerza». MJ 103.

Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna

EL INVENTO DE SATANÁS

No he venido a llamar a justos sino a pecadores para que se arrepientan (Lucas S: 32).

Este asunto de tratar de justificarse por obras meritorias no era tan usual en el judaísmo como lo era en el paganismo. Todas las religiones paganas, sin excepción, son religiones que se basan en el mérito propio para alcanzar la salvación. Las religiones antiguas que ofrecían sacrificios como parte de su adoración, lo hacían con el propósito de aplacar la ira de sus dioses.
La religión judaica, con el tiempo, se convirtió en una religión que enfatizaba el mérito personal para alcanzar el favor de Dios. Notemos: «El principio de que el hombre puede salvarse por sus obras, que es fundamento de toda religión pagana, era ya principio de la religión judaica. Satanás lo había implantado; y doquiera se lo adopte, los hombres no tienen defensa contra el pecado» (E¡ Deseado de todas las gentes, p. 26).
De acuerdo con esa declaración, el principio de la religión basada en el mérito tiene varios problemas. En primer lugar, es un invento satánico. En segundo lugar, es un principio que viene del paganismo. En tercero, cuando se lo adopta no hay defensa contra el pecado. Puesto que la presencia de Cristo en el alma es lo que nos ayuda a vencer nuestra naturaleza carnal, cuando creemos que lo podemos hacer con nuestro esfuerzo personal, caemos en un autoengaño. Ante tal situación, la victoria contra el mal es imposible.
Cuando muchos judíos se hicieron cristianos, trajeron consigo esa manera de ver la relación con Dios. De acuerdo al libro de Hechos, habla muchos que, educados en ese sistema, veían la religión cristiana desde esa perspectiva. Sin embargo, no era la salvación por obras descarada del paganismo, sino la forma en que los judíos la habían adoptado. Una forma sutil de religión por obras: necesitas tener buenas obras para que Dios te acepte. Esto significaba simplemente: para que Dios te acepte, necesitas tener méritos. Dios le preguntaría a las personas: ¿Dónde están tus méritos para que me convenzas que te acepte? De acuerdo a la religión de la Biblia, Dios no pide eso. Quiere que vayamos a él como somos, a fin de limpiarnos y capacitarnos para vencer el mal.

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C